Las autoridades intensifican el control de los pesqueros tras la tragedia del Pitanxo
Los armadores dicen que los inspectores son «más estrictos» ahora para hacer cumplir las normas
SANTIAGO
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Iniciar sesiónEn los puertos gallegos sigue muy presente la tragedia del Villa de Pitanxo. Cuando los barcos de pesca de altura zarpan para pasarse largas temporadas en los caladeros de Terranova, Gran Sol o Mauritania, es inevitable que por la cabeza de sus tripulantes asome en ... algún momento el naufragio en el que, hace ahora un año, se dejaron la vida 21 de sus 24 tripulantes. Nadie quiere que un accidente así vuelta a suceder. Y las autoridades, según reconocen responsables de varias empresas armadoras, son ahora más estrictos que nunca en velar por el cumplimiento de las normativas de seguridad.
Hugo González es gerente de la Cooperativa de Armadores de Pesca del Puerto de Vigo (ARVI). A esta entidad están asociados un total de 169 barcos, propiedad de 133 empresas distintas; entre ellos, el buque que naufragó en Terranova, el Villa de Pitanxo, de la armadora Pesquerías Nores; y el pesquero que acudió a su rescate, el Playa Menduiña Dos, que pertenece a la firma Moradiña. «Cuando ocurre una tragedia de este tipo, Capitanía Marítima, los inspectores, están mucho más atentos, son más rígidos, más estrictos», explica a ABC el gerente de esta asociación de armadores con sede en el Puerto de Vigo.
Los controles a los que se deben someter los pesqueros son múltiples, exhaustivos y en diferentes fases. Pero González, en una conversación con este diario, explica algún ejemplo de momentos en que se puede percibir que ahora las autoridades tratan de hilar lo más fino posible: «Antes, si en algún momento lo necesitabas, a lo mejor te daban una prórroga para renovar cualquier certificado. Pues ahora, no te la dan«, concluye González.
En las horas inmediatas al naufragio, la asociación ARVI fue el medio utilizado por la armadora del Villa de Pitanxo para comunicar que se habían localizado a tres supervivientes. Resultaron ser el patrón del pesquero, Juan Padín; su sobrino y marinero, Eduardo Rial; y el tripulantes de origen ghanés Samuel Koufie, que milagrosamente salvó la vida pese a ser el único de los tres que no había podido ponerse el traje de supervivencia, resistiendo de pie sobre la balsa con el torso desnudo, tras haber atado a la barca los cadáveres de otros cuatro compañeros muertos de hipotermia para que no los llevara la corriente.
Sobrevivieron tres tripulantes y murieron un total de 21. Solo se pudieron rescatar nueve cadáveres; el resto, 12, se dieron por desaparecidos después de varios días de búsqueda, primero por pesqueros que faenaban en la zona, y luego por servicios de salvamento.
Incumplió la normativa
Una tragedia por la que se investiga al patrón del buque -por posibles negligencias durante el naufragio- pero que, en todo caso, y al margen de cuáles fueran las causas del accidente, podría haber tenido un coste humano menor si la armadora no hubiese embarcado a más tripulantes de los que la normativa le permitía.
Cuando zarpó del puerto de Vigo, el Villa de Pitanxo llevaba a 25 tripulantes a bordo -uno abandonó el barco tiempo antes del accidente-, cuando «el máximo admisible» en el buque eran 22, según confirmó la semana pasada la Comisión Permanente de Investigación de Accidentes e Incidentes Marítimos (CIAIM). Y solo había trajes térmicos para 22 tripulantes, el máximo permitido. Sobre este punto, el gerente de ARVI dice desconocer por qué Nores embarcó más personal del permitido: «Eso es raro, se nos escapa. Tendría que ser la empresa la que dijera por qué fueron más, no sabemos las causas». Con la intensificación de los controles, las autoridades buscan que incumplimientos de este tipo no puedan volver a producirse.
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