A Pobra, un año bajo los focos

Los técnicos de iluminación completan la instalación de las luces entre el Arenal y la Alameda y los feriantes ultiman la puesta a punto de las atraccciones. La vida sigue y A Pobra se prepara para una nueva edición del Carmen dos Pincheiros. «Ha pasado mucho tiempo, no se puede pensar en ello continuamente», comentan en el Café Alameda. La villa ha intentado superar la página de Diana, y su desaparición ya no es un tema recurrente en las conversaciones. “Ya no se escucha hablar tanto de ella. Quizá ahora un poco más, porque la gente recuerda que se cumple un año sin noticias, pero poco a poco se fue recuperando la normalidad , aunque persiste mucha incertidumbre; la gente desea saber qué fue lo que pasó”, apunta una trabajadora del servicio municipal de limpieza. “Parece que ahora con las fiestas todos nos volvemos a acordar más de ella”, señala también Dolores Rivas, responsable de uno de los puestos de pescado de la plaza de abastos municipal, quien recuerda el impacto que la desaparición ocasionó en un “pueblo tranquilo, en el que nunca había pasado nada así” e insiste en el desasosiego que supone la ausencia de pistas. «Parecía que el hallazgo del móvil iba a aportar algo, pero tampoco», lamenta la vendedora. «Ojalá aparezca la chica», comenta otra dependienta de la plaza.

La imagen de inseguridad que el caso Diana asoció con A Pobra es una de las quejas de los vecinos. A las puertas del Centro Sociocultural, Antonio Santamaría y Manuel Simil denuncian la visión de la localidad difundida a lo largo de este año en algunas piezas periodísticas. «Se ha hablado de que aquí nos dedicábamos todos al narcotráfico con las planeadoras, o de que la zona en la que se perdió la chica era insegura, cuando parece imposible que pase nada ahí. El paseo estaba lleno de gente, y aquí nos conocemos todos», sostiene Santamaría.

En la pizzería en la que la joven fue vista por última vez prefieren no comentar nada. Y es que la presencia continuada durante los primeros meses de medios de comunicación ha generado cierto hartazgo. Y ha tenido, apunta la responsable de A’Kunka, repercusiones negativas para el pueblo. «Nos ha perjudicado muchísimo. Se dio una imagen de inseguridad, de decía que no había luz y que la zona donde se perdió Diana estaba a oscuras... Hay familias con niños que venían aquí de veraneo y que han dejado de hacerlo», indica Ángeles.