La casa de los líos

Cuando el miércoles aterrice Pedro Sánchez en el congreso del PSdeG se encontrará a un partido incluso más fracturado que antes de las primarias. Valentín González Formoso podrá o no cumplir su palabra y hacer gestos más o menos explícitos en el conclave hacia la integración del bando que perdió en octubre, pero Gonzalo Caballero ya le ha dejado públicamente meridianamente claro que considera que aquel resultado fue solo el del partido de ida y que aún confía en la remontada en el encuentro de vuelta, cuando toque elegir al candidato a la presidencia de la Xunta.

Al secretario general saliente se le podrán reprochar muchas cosas, pero no que en estas últimas semanas haya ocultado o disimulado sus intenciones. Confirma lista alternativa a la oficial y acusa a su sucesor de actuar como el «caballo de Atila». La estrategia está clara: resistir como líder del sector crítico, minar la autoridad y el crédito de González Formoso y prepararse para futuras batallas.

En realidad, Caballero ha dejado entrever esta apuesta desde el minuto uno tras su derrota en las primarias. Una y otra vez desde entonces ha intentado de forma nada subrepticia deslegitimar la victoria del alcalde de As Pontes insinuando que «las estructuras de poder» internas en el partido condicionaron aquella votación. Ha explicitado, además, por activa y por pasiva que no tiene la más mínima predisposición a abandonar su puesto de portavoz del grupo parlamentario (le ha advertido estos días incluso en una entrevista al nuevo líder del PSdeG que «intentar buscar que quien tuvo el 40% de apoyo de la militancia se retire de la vida política tiene otros intereses que no son los más limpios» y le ha señalado que «no me gusta ningún tipo de tics poco democráticos que intentan alterar la decisión de los ciudadanos». Y ha declarado también que «ha cargado pilas», que se ve «con mucha fuerza» y que no descarta dar la batalla para ser el cabeza de cartel en 2024.

Blanco y en botella. En cualquier otro partido este tipo de estrategia y ese discurso ácido contra sus propios compañeros de organización y su líder recién elegido sería suicida. Pero estamos hablando del PSdeG. No conviene olvidar que Caballero ya jugó ese rol de crítico impenitente en la agrupación de Vigo hace años y tiene experiencia en el registro. Y que después de ello llegó a ser el secretario general del partido. Además, tampoco es precisamente el primer líder del PSdeG al que le cuesta soltar las riendas de la organización cuando pierde. Ni tampoco es insólito –más bien es costumbre– ver a la mitad del partido maniobrando contra la otra mitad.

De hecho, esta semana han saltado a la palestra ocho alcaldes que apoyaron a Formoso para cuestionar la línea política de la dirección provincial en Pontevedra y reclamar un cambio de rumbo. De culebrón en culebrón. Las distintas facciones del socialismo gallego, en el norte y en el sur, han acumulado durante demasiado tiempo facturas pendientes y están dispuestas a pasarlas a cobro a la más mínima oportunidad. El PSdeG hace bastante tiempo que vive instalado en una espiral autodestructiva y se ha convertido en la casa de los líos. No parece probable que eso vaya a cambiar a corto plazo. Hay cosas, sí, que, aun pudiendo cambiar, no cambian.