INVESTIGACIÓN DEL ASESINATO DE LA JOVEN VIGUESA
Hallan fibras y pelos en el registro del coche de un implicado en el caso Déborah
La Policía Científica examinó el vehículo en septiembre y ahora analiza y coteja las muestras obtenidas
Galicia
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Iniciar sesiónEl último año de pesquisas en el caso Déborah Fernández ha dado para más que los 18 años previos. El empuje de la familia de la joven viguesa fallecida en 2002 para que el crimen no quede impune empieza a dar sus frutos con ... el miedo a que «los resultados de los hallazgos no lleguen a tiempo». La última novedad en la instrucción —tras la aparición bajo una uña de Déborah de una fibra textil compatible con una manta de la casa de una de las personas de su entorno más próximo— es el registro al que la Policía Científica sometió el coche de este mismo varón , señalado en distintos momentos de la instrucción, a finales de septiembre.
El informe que los agentes realizaron tras el análisis del vehículo anota la existencia de restos que están siendo estudiados y cotejados, pero también matiza que el turismo no pudo sacarse del garaje en el que estaba, una cuestión nada menor para la familia. «Lo lógico es que te lo lleves a un laboratorio y hagas el examen en las mejores condiciones», reprochó la hermana de la fallecida en una conversación con ABC en la que Rosa Fernández recuerda que ese coche ya fue registrado en 2010 y no se halló nada, «ni siquiera un pelo del dueño». El reto está ahora en aclarar uno de los episodios más oscuros de la errática investigación, que se produjo cuando un testigo alertó del mal olor que salía de este vehículo pocos días después de su desaparición . Su propietario alegó que se le había podrido una caja de marisco dentro y el agente encargado de verificar sus palabras nunca llegó a abrir el maletero. En 2010 ese turismo se analizó, pero los agentes fueron incapaces de extraer nada de él. Este segundo intento, confía la familia, podría arrojar resultados más clarificadores sobre lo que pasó con Déborah desde su desaparición hasta el hallazgo de su cuerpo en una cuneta de O Rosal, unos días después.
El escenario, perfectamente preparado, en el que fue depositado el cadáver de la viguesa ocupó buena parte de la declaración de uno de los efectivos que más ahondaron en el caso ofreció ante la juez de instrucción de Tui el pasado jueves. Su testimonio fue, aseguran fuentes próximas, «contundente». Las pesquisas de este efectivo, que en 2010 presentó un informe en el que apuntaba claramente a un sospechoso, indican que la escena del crimen no fue tal y que todas las pruebas fueron perfectamente ideadas para despistar la atención de los agentes y obstaculizar los primeros impases de la investigación. La confusión que el autor de la muerte intentó sembrar obligó a este efectivo, que trabajó en el caso durante dos años (2008-2010), a tratar de exculpar a todos los posibles culpables (caso de un profesor de la víctima), y solo hubo persona a la que no pudo librar de la sospecha de haber acabado con la vida de Déborah. Las contradicciones en su testimonio y en el de su gente cercana fueron las principales bazas para que este documento, denominado «Arcano», plantease la primera y única hipótesis plausible sobre lo que pudo ocurrirle a Déborah desde que su prima la dejó en la playa de Samil hasta que desapareció. Pero nunca pudo apresar a nadie porque en el juzgado no le concedieron las pruebas que solicitó.
A espera de que los resultados de ADN del pelo que encontraron durante la autopsia del cuerpo de Déborah arroje nuevas pistas a las que abrazarse en este intento final por hacer justicia, la familia insiste en no tirar la toalla, pese a todos los obstáculos judiciales con los que se han encontrado en el camino. «Los plazos son muy largos. Si las cosas aparecen tarde no servirá de nada. Si es después del 1 de mayo ya no habrá nada que hacer», lamenta Rosa Fernández, que lucha desde hace años por encerrar al culpable de la muerte de su hermana.
Otra de las incógnitas por despejar es el ordenador de mesa de la joven, que nunca fue revisado por la Guardia Civil y que la familia puso en manos del mismo equipo técnico que accedió al móvil de Diana Quer para rescatar toda la información sobre sus últimos movimientos. En este caso el trabajo se antoja complejo, pero la acusación espera poder obtener algún resultado de peso antes de que el reloj de la justicia agote el tiempo. Casi dos décadas después del crimen, y con la certeza de que la de Déborah no fue una muerte natural, el juzgado encargado de la instrucción sigue llamando a testigos —quedan al menos dos personas— para que ayuden a componer el puzzle de uno de los casos más enigmáticos de la crónica negra de este país.
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