José Luis Jiménez - Análisis
Los escenarios de Núñez Feijóo en la guerra civil del PP
En 2018, el barón gallego declinó dar el paso en la sucesión de Rajoy por una serie de circunstancias. Hoy algunas han cambiado. Y lo que está en juego no es un relevo en el liderato del partido, sino su misma supervivencia. Decir hoy ‘no’ está más caro que entonces
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Iniciar sesiónPudo elegir esconderse por no tratarse de una guerra propia, o haberse puesto de perfil para que no le cayeran los cascotes de la deflagración en Génova 13 , que visto lo visto van a derrumbarla antes de llegar a venderla . Pero el ... jueves Alberto Núñez Feijóo prefirió dar la cara y lanzar un salvavidas anímico a los miles de afiliados y los millones de votantes que asisten atónitos a la voladura descontrolada del primer partido de la oposición. Volvió a hacerlo el viernes, y de nuevo este lunes. Ha asumido su papel de referente en el partido, evitándole ese trago a otros compañeros que prefieren evitar la erosión.
Cinco días después parece que ya no llega con llamadas a la serenidad . Tras pulsar Ayuso y Casado al mismo tiempo el botón nuclear, el escenario resultante es un páramo donde quien no muera (políticamente) por la explosión lo hará por la radiación: será más lento y más doloroso. La primera derivada es que esto supone la anulación de la actual dirección del PP no solo para resolver esta inédita crisis en el referente del centro-derecha español, sino para seguir siendo una alternativa creíble ante los españoles. Y, de nuevo, el nombre de Feijóo sale a pasear como la única opción posible. Ya sucedió en 2018. Entonces apartó de sí ese cáliz porque no se daban unas determinadas circunstancias. Algunas han cambiado.
Aquel junio de 2018 Feijóo habría dado el paso si Génova le hubiera allanado el camino, dejándole manejar sus tiempos para ordenar la sucesión en Galicia y elaborar un relato creíble hacia sus votantes. Lo pidió. La respuesta vino por la vía de los hechos consumados: le montaron las primarias a los quince días . Feijóo entendió el mensaje, y aunque atendió a todo aquel que lo llamó para animarle a dar el paso, su decisión ya estaba tomada. Ahora, directamente, ya no hay Génova. La dirección actual es el atrezzo ideal para una película de zombies . Se sostienen de pie, en ocasiones se mueven y parecen articular sonidos, pero todo es errático, sin sentido. No cabe esperar nada de una cúpula que ha protagonizado la irresponsabilidad de ir a la guerra (sucia) contra su principal activo electoral, Isabel Díaz Ayuso.
Tampoco parece haber competencia, como sí se percibía en 2018, con Soraya como posible rival -Cospedal le transmitió a Feijóo que si él concurría, ella no lo haría- y un tal Pablo Casado como mirlo blanco. No queda nadie en el partido con la ‘auctoritas’ interna de Feijóo , con su trayectoria y legitimidad, que además ha dado con varias teclas que este PP no ha sabido resolver: cerrar el paso a Vox y Cs y apelar al votante desencantado más moderado dentro del PSOE. El capital político de Feijóo no se discute por nadie dentro del PP . E incluso cuando vinieron mal dadas, como aquellos ridículos 66 diputados de abril de 2019, tendió la mano a Casado y lo arropó en un acto público del PP gallego , cuando lo fácil habría sido abjurar y alejarlo lo más posible. Por tanto, a sus espaldas, Feijóo tiene un bagaje de lealtad con Casado -sin ser un ‘casadista’-, de respeto con Ayuso -sin militar entre sus fans- y credenciales suficientes para ser algo más que un mero casco azul que arbitre una tregua en la guerra.
En el páramo de desolación que es el PP, no queda nada más que estallar y, sin embargo, sí mucho que reconstruir. En esto son también importantes los tiempos y las formas. Feijóo no quiere ser visto como un oportunista que emerge para descabellar a Pablo Casado y desalojarlo de su poltrona. No es un conspirador . Su concepción de la lealtad le impide actuar así. Cuestión distinta es que se abra un vacío de poder en el partido porque las direcciones territoriales fuercen la convocatoria de un congreso extraordinario que, con carácter de urgencia, aparte a Casado y entregue los mandos a otro. En la cabeza de Feijóo no solo perdura el gusanillo de la política nacional -legítimo, claro está- sino también la reflexión de que no salir al rescate del partido puede tener consecuencias negativas incluso para sus intereses autonómicos: si el PP implosiona en esta guerra, ni Galicia ni ningún otro territorio será ajeno al cataclismo. Y sin partido no se ganan elecciones, por mucho que las siglas se escondan en los carteles para apelar a la valía del candidato.
En 2018 se buscaba un nuevo líder para reemplazar a Rajoy; hoy, sin embargo, el partido necesita alguien que garantice su supervivencia en el cortísimo plazo. Es decir, salvar ahora al PP nacional es, a la larga, mantener vivas las opciones del PP gallego -o andaluz, o incluso madrileño- en sus respectivos comicios y no abonarse a la desesperanza y la pérdida del poder. La opción inmovilista entraña tantos riesgos como la de optar a lo que se encarte , llegado el momento. Pero, ¿llegará?
En junio de 2018, en ABC nos preguntábamos si, frente a la opinión mayoritaria, Feijóo podía negarse a la aventura madrileña, y concluíamos que sí, que podía permanecer en el terruño, como acabó haciendo contra la opinión de los gurús. Hoy aquellas razones han caducado y no se atisban otras nuevas para volver a dejar pasar la oportunidad, aunque eso no quiere decir que no existan. La aclamación, además, parece garantizada.Habrá quien piense que la salida de Feijóo es vestir un santo para desvestir otro, San Caetano, sede de la Xunta. Su sucesión en Galicia debía abordarse algún día , y si bien hasta la fecha no se encontró el momento, este podría ser sobrevenido y con dos años y medio por delante para consolidar un nuevo rostro, que por otro lado parece difícil que no salga del gobierno gallego actual. Feijóo observa el desarrollo de los acontecimientos. Esta semana será determinante. A su favor, respecto a 2018, es que ahora el tren a Madrid llega antes. Una más de las ventajas del AVE.
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