En las semanas previas a la reunión de la OTAN en La Haya, Sánchez ha mantenido un duro pulso con la organización para apearse del aumento del gasto en defensa del 5% que promueve Donald Trump, cuyo país aporta desde hace muchos años cifras muy por encima del resto de países, tanto en gasto total como en porcentaje de la riqueza anual de EE.UU., su PIB.
Los principales socios de la Alianza, así como su secretario general, Mark Rutte, han expresado su disconformidad con la posición española. La guerra en Europa y la proliferación de conflictos han acuciado la urgencia de seguridad, vital para países como Finlandia, Noruega o Suecia, que sospechan de las intenciones expansionistas del Gobierno de Putin.
Incluso algunos pocos gobiernos como el de Bélgica, que no han mostrado su disposición clara a seguir el rumbo que se pretende en la organización para reinvertir en defensa, han decidido ponerse de perfil y evitar un choque como el que, en especial en los últimos días, Sánchez y Trump han protagonizado.
Pedro Sánchez tampoco se ha fotografiado con el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, en contraste con la anterior cumbre en Washington, cuando sí se produjo la instantánea del apretón de manos con su antecesor, Joe Biden.
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