Crece la incertidumbre en el PSOE ante una legislatura insostenible
Los apuros en los primeros decretos y la dificultad de impulsar leyes llevan al pesimismo a sectores socialistas
El bajo nivel de participación en la convención política y el triunfalismo electoral inquietan en la formación
Los socios de Sánchez empiezan a anticipar una legislatura corta
Madrid
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Iniciar sesiónEl PSOE estaba ayer de estreno. La nueva Ejecutiva de los socialistas elegida por el Comité Federal, en el contexto de la convención política celebrada el pasado fin de semana en La Coruña, celebró su primera reunión. No es un equipo enteramente nuevo, como ... sucede después de un congreso federal, pero sí con incorporaciones importantes y también alguna baja. Entre las primeras, las de la vicepresidenta tercera, Teresa Ribera, y cuatro de los nuevos ministros: los de Transportes e Industria, Óscar Puente y Jordi Hereu; la titular de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones, Elma Saiz; y la de Igualdad, Ana Redondo, que releva a nivel orgánico como responsable de esa materia a la diputada Andrea Fernández, hasta hace unos meses una de las dirigentes con mayor proyección de la nueva hornada.
En Ferraz 70 había por la mañana abrazos, anécdotas compartidas del fin de semana en Galicia y varias fotos de familia. Un ambiente muy distendido. El propio, a priori, de un partido de gobierno y donde no hay discusión sobre su liderazgo.
Pero no es oro todo lo que reluce en el seno de los socialistas. Y no o no sólo por las voces críticas que siguen ahí. Un oportuno viaje oficial a China le evitó al presidente de la Junta de Castilla-la Mancha, Emiliano García Page, el trance de volver a comparecer ante sus compañeros y tener que expresar de nuevo su profunda discrepancia sobre la ley de amnistía.
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Sánchez gobierna en este inicio de 2024 contra pronóstico, sí, pero las especulaciones cada vez más fuertes sobre un futuro fuera de La Moncloa, quizás en algún cargo de la UE, este año en el que precisamente hay elecciones europeas y se renuevan los puestos institucionales en Bruselas, nada desvinculadas de una legislatura en la que Junts per Catalunya ya ha dejado claro que habrá que sudar la camiseta en cada votación, han hecho saltar determinadas alarmas. Hay dirigentes que incluso alertan sobre el espejismo que puede suponer una victoria tan ajustada y con tantas dependencias como la del 23J. «Ojo, que estamos vendiendo que hemos ganado y que nadie se olvide que no es así», proclama un antiguo miembro de la Ejecutiva Federal.
El PSOE aguantó y Sánchez retuvo La Moncloa, pero el bloque en el que se asienta su Gobierno retrocedió y la derecha se quedó a unos pocos miles de votos en tres o cuatro provincias de poder gobernar. E incluso así, hay 184 diputados de derecha en el actual Congreso, desde los de PP y Vox hasta los del PNV y Junts, pasando por UPN y Coalición Canaria. No forman una mayoría de investidura, pero sí pueden complicar la iniciativa del Ejecutivo.
«Con pies de plomo»
Precisamente lo que señalan fuentes del PSOE es que la dificultad para llevar adelante la legislatura no reside sólo en el apuro para convalidar decretos, como quedó de manifiesto con el acuerdo in extremis con Junts del pasado día 10, sino en la necesidad de «ir con pies de plomo» a la hora de promover proyectos de ley desde el Consejo de Ministros, ante los reparos que los 12 escaños que suman Junts y PNV puedan poner a iniciativas que sean más del agrado de ERC y Bildu. Aunar en una sola mayoría a todo el espectro del nacionalismo catalán y vasco no es, precisamente, tarea fácil. A lo que se suma el horizonte electoral en el País Vasco, posiblemente en abril, y en Cataluña el próximo año.
A nivel interno existen varias heridas del pasado reciente que no han cicatrizado bien y que sólo el vuelco a los acontecimientos que supuso el 23J han logrado neutralizar. Una, la de la guerra larvada entre el hoy todopoderoso secretario de Organización, Santos Cerdán, con la hasta hace dos años vicesecretaria general, Adriana Lastra, cargo que ahora compagina con la vicepresidencia primera del Gobierno la también titular de Hacienda, María Jesús Montero. «Esas luchas intestinas nunca terminan ni se cierran del todo«, diagnosticaba hace algún tiempo a este periódico un dirigente socialista con responsabilidades en el Gobierno y su presagio parece no haber caducado. Varios de quienes más próximos fueron a la anterior número dos, dirigente de intachable proceder sanchista, han sido defenestrados orgánicamente o apeados de las listas.
Y entre ese sector surgen voces que ponen el grito en el cielo por el hecho de que muchos de los caídos en desgracia se hayan enterado de su cese por notas de prensa distribuidas en grupos de WhatsApp o incluso por comentarios en las redes sociales de una periodista. Fuentes del aparato, en cambio, tachan de desleales a los críticos para justificar ese proceder. No es una guerra abierta ni nada que haga presagiar una crisis de partido -si es que eso puede suceder bajo el paraguas del Gobierno, el mejor y más eficaz pegamento para las organizaciones políticas-, pero hay ciertos resquemores que, lejos de superarse, parecen seguir formando parte del paisaje. La elaboración de las listas de las generales ya provocó quejas relevantes, públicas incluso, de líderes territoriales como el de Castilla y León, Luis Tudanca. Pero el vuelco del 23J enfrío esos conatos de rebelión.
Cunde cierta sensación de que la nueva Ejecutiva responde a un último ajuste de cuentas con sectores que ya habían empezado a pensar en un futuro sin Sánchez, lo que antes de las elecciones no era ninguna locura. Personas relevantes del sector feminista como la citada Fernández y la exportavoz de Igualdad en el Congreso, Laura Berja, fueron relevadas, tras haberse fajado en 2023 en la complicada tesitura de tener que enmendar la ley del 'solo sí es sí' y enfrentarse a Podemos por ello. Todo un exportavoz de la Ejecutiva como Felipe Sicilia ejerce hoy de nuevo como policía nacional, su oficio, tras no haber encontrado acomodo en el partido, y las renovaciones territoriales pendientes no hacen atisbar un panorama en calma. Baste observar las dificultades de Ferraz y Moncloa para imponer a los socialistas valencianos a toda una ministra como Diana Morant de líder regional. Todo un síntoma. Los relevos en otras comunidades donde se perdió el Gobierno, como Aragón y Extremadura, tampoco se anuncian pacíficos. Sin olvidar Baleares, donde sigue al frente la presidenta del Congreso, Francina Armengol.
La convención política podría haber restañado heridas, pero no lo hizo. Ni la elección de los delegados, ni la elaboración de un documento político cuyo eco parece ya apagado apenas unos días después de su publicación ha generado entusiasmo alguno en muchos cuadros de la formación.
El PSOE, en definitiva, no sufre una lucha fratricida como las que vivió en el pasado, desde luego, y que incluso precipitaron la salida de Sánchez en 2016, que más tarde logró regresar un año después. Pero tampoco es una balsa de aceite.
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