Ximo Puig y Carlos Mazón se enfrentan en un debate sin sorpresas para deshacer el empate entre bloques

La izquierda exhibió sus logros en el Gobierno, cada uno en las áreas que gestiona, mientras la derecha quiso desmontar sus ocho años al frente del Ejecutivo autonómico. Una disyuntiva continua entre pasado y futuro aderezada con el habitual baile de cifras y de gráficos que no se ven bien en pantalla, a pesar de que la realización de la televisión pública estuvo muy ágil a la hora de mostrar las reacciones de los participantes.

Hubo ataques y contraataques. No obstante, aunque la dinámica buscaba ese intercambio de opiniones -cuatro minutos por bloque que los candidatos se podían administrar a su gusto- y los moderadores lo intentaron hasta la saciedad, las interpelaciones entre ellos se suscribieron a pequeñas pullas a destiempo. Un mal de estas citas que no se ha conseguido solucionar, quizás porque tampoco interesa a los partidos que sus candidatos se salgan mucho del carril medido al milímetro por sus asesores. Allí cada uno había ido a hablar de su libro. A pesar de ello, los momentos de espontaneidad permitieron que no cayera en el tedio.

Carlos Mazón (PP) se concentró en buscar el cara a cara con su principal rival, Ximo Puig (PSPV), al que apeló en casi todas sus intervenciones y le recriminó las «noventa y tantas» promesas incumplidas del pasado -con un sinfín de titulares- mientras el aludido sostenía una sonrisa incómoda. Incluso, le leyó la larga lista de espera de hospitales valencianos -entre muchos otros, los 129 días para operarse de fimosis-. Por lo demás, insistió en su proposición de bajar los impuestos.

Puig, único candidato que sobrevive políticamente desde las elecciones de 2019, estuvo mucho más abierto al juego con Mazón que en el anterior y único debate en el que aceptó participar. Exhibió gestión -tardó pocos minutos en decir la palabra mágica: 'Volkswagen'- y sacó a relucir la corrupción del pasado del PP. «Está muy preocupado por el infierno (fiscal). Tiene motivos», espetó a Mazón.

Estamos bien, pero podemos estar mejor, vino a decir el presidente, «honradamente, y sin condenas alguna», tal y como respondió en una de sus intervenciones a Carlos Flores (Vox) en una de sus intervenciones. Puig situó la violencia de género como el mayor problema que tiene la Comunidad Valenciana en estos momentos. Se lo reconoció Flores, al tiempo que le echó en cara lo ocurrido con la ley del 'solo sí es sí'.

Más dura fue Mamen Peris (Ciudadanos) al pedir que no se pacte con condenados de ningún tipo, tampoco con aquellos que han infringido daño a las mujeres, haciendo alusión a la sentencia contra Flores por violencia psíquica hacia su expareja e incluso haciendo referencia algunos fragmentos de la misma.

La única mujer aspirante a la Generalitat, estuvo muy ágil golpeando a derecha y a izquierda de la misma manera. Por mucho que interpelo al resto, nadie respondió a sus preguntas, excepto cuando se refirió a la ampliación del puerto de Valencia. Joan Baldoví (Compromís) y Héctor Illueca (Unides Podem-EU) le garantizaron que no la permitirán. «Pasapalabra», llegó a decir Puig.

Con todas las encuestas en contra, Peris fue la que más reforzada salió del combate. Y la que más cargada llegó al plató: a las cartulinas que guardaba en el atril, sumó una camiseta contra la acción política nacional de Baldoví -«Marioneta de Sánchez. Voto a fondo perdido»-, unas llaves para criticar la okupación, un 'tique de la corrupción' y hasta un datáfono.

Baldoví, menos en forma de lo habitual en el diálogo y visiblemente cansado tras una dura campaña, culpó al resto de los partidos de no solucionar el problema de la infrafinanciación autonómica, sacó pecho de la gestión de su partido en dependencia y educación. Fue el único que se acordó de la cultura.

Illueca se dirigió constantemente a las propuestas de las «derechas unificadas» -en referencia a PP, Ciudadanos y Vox-, no se apartó de su discurso contra los poderosos -«David puede vencer a Goliat», señaló en su minuto de oro final-, lanzó algún que otro dardo a los socialistas por su resistencia a ir más allá en asuntos como la vivienda. De hecho, aprovechó para anunciar que este mismo viernes su conselleria empezará los trámites para aplicar la ley de vivienda y limitar el precio de los alquileres en zonas tensionadas.

Carlos Flores empezó criticando «la apariencia de pluralismo» de À Punt -en un debate a seis-, siguió abogando por «devolver la libertad» a los ciudadanos, prometió mayor seguridad en los barrios y recriminó a la izquierda la presunta compra de votos por correo en otros territorios o que utilice el cambio climático para que la gente pase de comer «chuletas a gusanos».

El debate en los medios públicos se llevó a cabo justo el mismo día en el que tres décadas atrás, en 1995, los candidatos autonómicos de entonces acudieron a lo estudios de Burjassot. También en aquella ocasión la cita con las urnas que encumbró a Eduardo Zaplana a la Generalitat e inició una sucesión de gobiernos del PP tras la etapa del socialista Joan Lerma, se celebró el 28 de mayo. 'Camí al Palau: el debat final' contó con un espectacular despliegue de medios técnicos y humanos que buscaba sacar de dudas a los indecisos, con las encuestas vaticinando un empate técnico entre bloques. La última palabra, la tendrá la ciudadanía el próximo domingo.