La vida de Miguel Ricart tras salir de prisión por el caso Alcàsser diez años antes de lo previsto

Los Mossos d'Esquadra arrestaron a Ricart en un narcopiso del barrio barcelonés del Raval donde presuntamente dirigía las operaciones de menudeo de droga. Según fuentes de la investigación, realizaba dichas tareas a cambio de estupefacientes para su autoconsumo. De hecho, apuntan, que su estado actualmente es «demacrado» y «deteriorado», un año después de que fuera identificado en un edificio okupado, y transitado por toxicómanos, en el número 7 de la calle José Garrido en el barrio madrileño de Carabanchel.

Ricart, de 53 años y conocido desde hace décadas como 'El Rubio', fue condenado el 5 de septiembre de 1997 a 170 años de prisión -aunque solo cumplió 21- por el triple crimen de las niñas de Alcàsser, en concreto por tres delitos de asesinato y cuatro delitos continuados de violación, en concurso de tres delitos de rapto y con los agravantes de despoblado y ensañamiento. El acusado fue juzgado por el Código Penal de 1973, el cual establece, entre otras medidas, un día de descuento de condena por cada dos de trabajo penitenciario.

Según este cómputo, habría cumplido su pena en mayo de 2011, pero la Audiencia Provincial de Valencia dictaminó la aplicación en su caso del sistema de redenciones establecido por el Tribunal Supremo para la encarcelación del preso de ETA Henri Parot, que consistía en adjudicar beneficios penitenciarios de manera sucesiva a cada condena y no sobre el máximo de treinta años, lo que retrasaba la salida de Ricart a enero de 2023.

Sin embargo, el 21 de octubre de 2013 la Gran Sala del Tribunal Europeo de Derechos Humanos anuló la retroactividad de la doctrina Parot, cuyo fallo provocó que el juzgado acordara la liberación del único procesado por los crímenes de Alcàsser el 29 de noviembre del mismo año.

El entonces secretario general de Instituciones Penitenciarias, Ángel Yuste, alertó que el exconvicto -padre de una hija, Rosa María, a la que abandonó junto a su madre cuando la menor tenía seis meses- no presentaba un «pronóstico favorable de reinserción». «¿Cómo es mi hija? Me han dicho que es muy guapa», fueron sus primeras declaraciones tras abandonar la cárcel manchega.

Asimismo, en diferentes entrevistas con medios de comunicación tras su salida de la cárcel declaró ser «una cabeza de turco» y que «lo que le hicieron a esas niñas no tiene perdón de Dios», teoría que ya defendió durante el juicio en 1997 cuando reconoció «ser inocente» y «tener la conciencia muy tranquila».

Durante sus 21 años entre rejas, en los que no recibió visitas ni se le concedieron permisos, Ricart pisó el suelo penitenciario de diferentes cárceles como la de Picassent (Valencia), así como la de Castellón y la de Zuera (Zaragoza), hasta terminar en Herrera de La Mancha, situada en el término municipal de Manzanares (Ciudad Real).

De allí, sin nadie que le esperara, salió con un gorro y una braga que le tapaba todo el rostro, con un petate y una mochila hacia un lugar desconocido y no fue hasta enero de 2021 cuando se volvió a conocer detalles de su paradero cuando le encontraron en un piso okupa en Carabanchel (Madrid). Desde entonces, vive entre la marginalidad, pues acude asiduamente a comedores sociales, y el coqueteo con la venta y el consumo de drogas. Su aspecto ha cambiado considerablemente, ya que en su ficha policial se atisbaba un hombre con gafas y sin vello facial.

Los vecinos del narcopiso de Barcelona, ubicado en la calle Aurora del Raval, donde este martes detuvieron al asesino del crimen de Alcàsser han asegurado que «no se le veía mucho, pero que en una ocasión les explicó que trabajaba como chofer». En declaraciones a Europa Press, Marc, que trabaja en un local colindante al edificio, ha explicado que pasaba mucho tiempo dentro del mismo y ha destacado que «se le veía muy delgado».

Por su parte, Synan, que vive en el mismo rellano donde se encuentra el narcopiso, ha indicado que cada día acudían unas quince personas que pasaban «unos pocos minutos dentro del local y después se marchaban». Este vecino ha señalado que cuando Ricart salía del inmueble solía hacerlo camuflado bajo una gorra. Allí dentro se encargaba de controlar que los toxicómanos consumieran en las zonas comunes del piso, les abría, incluso algunos relataron que era consumidor habitual y que había malvivido en la calle durante los últimos tiempos.

El otro considerado autor del macabro suceso, Antonio Anglés, huyó de España y, treinta años después, todavía permanece en busca y captura por las autoridades europeas. Al respecto, la investigación judicial sigue en marcha hasta el 14 de diciembre de 2029, fecha en la que prescribirán los delitos que se le atribuyen al prófugo hispanobrasileño, quien a partir de ese momento pasará a ser inimputable.

Hasta entonces, la jueza que instruye el caso ha ordenado nuevas pruebas para encontrar evidencias físicas de la participación de Anglés en el triple crimen, más allá del testimonio de Ricart, quien le incriminó directamente durante la celebración del juicio. De esta manera, se persigue que en el caso hipotético de que siguiera vivo, se le pudiera juzgar por el caso Alcàsser, o bien, si jamás se hallara su cadáver, la causa se pudiera cerrar con una evidencia científica que le incriminara definitivamente.

Ante esta disyuntiva, el Juzgado de Instrucción número 6 de Alzira ha abierto diversas diligencias para tratar de hallar pruebas que demuestren la culpabilidad del prófugo como restos de ADN en los diferentes objetos encontrados en la escena del crimen, así como en el Opel Corsa, propiedad de Ricart.

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