Al punto
Por qué no son catalanas
«No era la primera, ni será por desventura la última ocasión, en que será necesario poner en evidencia la sinrazón de quienes se inmiscuyen en nuestras cosas»
La patraña de las Fallas catalanas y el 'meninfotisme' valenciano
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Iniciar sesiónSemanas atrás apareció en la edición digital de ABC un artículo en el que el arriba firmante denunciaba la grosera apropiación que el instituto Ramón Llull, además de gobiernos, corporaciones, sociedades y chiringuitos del Principat hacía de nuestras Fallas y fiestas de Moros y Cristianos ... . Grosera por pretender pasar por catalanas estas dos manifestaciones tan valencianas, tan nuestras e irrepetibles fuera de nuestra comunidad.
No era la primera, ni será por desventura la última ocasión, en que será necesario poner en evidencia la sinrazón de quienes se inmiscuyen en nuestras cosas. O pretenden hacernos partícipes de sus delirios, como meternos en esos fusterianos países catalanes, que no pierden ocasión de promocionar. El delegado de ABC en la Comunidad Valenciana, Alberto Caparrós, ha puesto su firma en varios escritos aparecidos en estas páginas en los que ha dado buena cuenta de estas injerencias.
Si grosera es la pretensión por parte de los vecinos catalanes, más lo es la complicidad de quienes desde aquí, antiguo Reino de Valencia, no sólo dan por buena la apropiación que no denuncian sino que en algunos casos cargos públicos, con capacidad de disposición de fondos públicos, subvencionan esas quimeras con generosidad digna de mucho mejor causa. Los últimos casos denunciados, han sido las ayudas del Consell de Ximo Puig al instituto de marras, y las del alcalde de Valencia, Joan Ribó, a las que hay que añadir las que reciben sociedades privadas que aquí, en nuestra propia tierra se dedican con ahínco y lucro a la catalanización.
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Ayer, sábado 22 de abril, víspera de san Jorge, Alcoy fue el escenario de los actos más espectaculares de sus fiestas, las entradas cristiana y mora que congregaron a decenas de miles de personas para presenciarlas en directo en sus calles. Y en directo también las ofreció À Punt, haciendo un sobresaliente despliegue de medios personales y técnicos para ofrecer a la audiencia la magnífica, colorista y pasmosa puesta en escena por todas y cada una de las veintiocho comparsas, catorce por cada bando.
Si resulta sorprendente la imaginación de los boatos de cada una de las comparsas, con un estudiado atrezzo de lo más barroco que se supera de año en año, más resulta ver la magnífica teatralización semoviente de aquellas «filaes» que ostentan cargo como las capitanías y alferecías.
Si el escritor catalán Josep Pla mostraba en 1954, estando de viaje en Nueva York, su admiración por el derroche de la iluminación que veía en las calles de Manhattan y preguntaba «¿Y esto quien lo paga?», mayor sería su sorpresa si viese una fiesta como las de nuestros moros y cristianos y se interesase por el coste que les supone para los festeros conseguir el lucimiento que pretenden y consiguen. Seguro que su comentario sería más admirativo que el desdeñoso de Joan Fuster cuando dejó escrito que eran «el carnaval de la montaña».
¿Y esto quién lo paga? Es la pregunta clave viendo la munificencia de los desfiles morocristianos o la monumentalidad de las fallas. Lo pagan los falleros y los festeros con sus personales aportaciones, sin subvenciones ni convolutos de ningún tipo. Contundente contestación que se convierte en tesis doctoral y lleva implícito y bien explícito el razonamiento de porqué no son fiestas catalanas. Ni lo han sido, ni lo serán.
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