Amnistía hídrica para Cataluña

Y tendrán el agua que necesitan boqueando como ya están. El presidente de la Generalitat Valenciana, Carlos Mazón -y le alabo la prontitud en hacerlo- ha dicho lo que toda persona de bien diría y haría, que se les dará el agua. Y no sólo, añado por mi cuenta, como obra de misericordia, que los cristianos debemos tener en cuenta y poner en práctica como lo es la de «dar de beber al sediento», sino también como generosa demostración de valencianía.

A la cerril insolidaridad, egoísmo y avaricia, que los dirigentes catalanes –y también amplias capas de una población mediática y escolarmente manipulada exigieron- como conditio sine qua non para hacer presidente a otro que tal, José Luis Rodríguez Zapatero, los valencianos en su inmensa mayoría no haremos realidad eso de «fer com fan no és pecat». Por más que la tentación de enviarles allí –sí, donde mano se convierte en mà- que es donde tantos méritos han hecho para que se les envíe y que estaría más que justificado hacerlo.

Una vicepresidenta del Gobierno de Zepaté, conviene recordarlo también por aquello de la memoria histórica, la socialista y para más inri, vergüenza y desdoro, valenciana María Teresa Fernández de la Vega, fue la firmante del decreto de derogación del Plan Hidrológico Nacional, que tanto perjuicios nos ha supuesto, entre otras más, para las autonomías valenciana, murciana y andaluza.

Un plan que además de conveniente; que contaba con financiación de la Unión Europea; que a todas luces era justo y necesario para los intereses de nuestra tierra, también –ojo al dato—habría proporcionado agua para Cataluña. En el pecado de su obstinación hasta conseguir su derogación llevan ahora la penitencia en forma de pertinaz sequía.

Sequía que también se sufría en tiempo de Franco (perdón por citarlo, señor censor, pero no vea la manera de evitar mencionarlo) pero que en no poca medida se fue paliando construyendo pantanos y azudes que ahora la misma vicepresidenta desaladora tercera ordena su demolición, dicen que para hacer realidad el ecologista villancico que canta eso de «beben y beben los peces en el río…». Pues eso, que beban los peces y a los humanos que les den.

María Teresa Ribera Rodríguez (Madrid, 1969) que además de vicepresidenta tercera es ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico en el actual y renqueante gobierno de Sánchez, es la muñidora de esta suerte de amnistía hídrica que supondrá un remedio para las sedientas gargantas de aquellos mismos que se han desgañitando gritando proclamas como esa tan cariñosa «de puta España», entre otras lindezas que los retratan en su visceralidad independentista.

¿Alguien cree que lo ocurrido en Cataluña servirá de toque de atención y de censura a sus autoridades, por haber dedicado más tiempo y afanes a perderlo enredando con la independencia que a proveerse de recursos y medios con los que paliar la falta de lluvias? La respuesta es no. Nada de autocrítica, nada de propósito de enmienda. La culpa, dirán, fue de España. Y de esa parte de España saldrá el agua que Cataluña necesita con la mayor de las urgencias.