Donde florece la esperanza: el proyecto pionero que da empleo a personas sin hogar en Valencia

Esta iniciativa pionera, que busca cambiar la vida de hombres y mujeres sin casa a través de un innovador modelo de integración socio-laboral, ha arrancado este miércoles su andadura como floristería online, cuyos empleados trabajan confeccionando ramos que se distribuyen por mensajería a los hogares de toda España y Portugal y cuyo servicio se contrata por suscripción, como si de Netflix se tratara. Antes de empezar, ya cuentan con cuatro trabajadores, Laura, Mostafa, Saber y Ayoub, y esperan que el futuro más inmediato les lleve a expandirse a nivel nacional.

Este prometedor proyecto nace de la mano de dos empresarios con una amplia trayectoria en el desarrollo de iniciativas de impacto social: Mateo Blay, ingeniero agrícola pionero en el marketing y la comunicación en el sector agroalimentario; y Arturo Grau, ingeniero de telecomunicaciones reconocido por su capacidad para ejecutar proyectos innovadores.

Según relata Mateo a ABC, el origen de Flores Solidarias, o de la esencia del proyecto, surge hace más de diez años, cuando observó la muerte de dos jóvenes sin hogar durante una noche fría de invierno en Valencia. Al día siguiente, salió a la calle y comenzó a repartir sacos de dormir durante todo el invierno, dando lugar a movimiento social espontáneo 'Los hombres del saco'. «Fui consciente de que esto no solucionaba el problema», explica. Por ello, se puso en contacto con el Centro de Atención de Personas Sin Techo del Ayuntamiento de Valencia (Cast) para diseñar un proyecto que se vio paralizado por la llegada del Covid-19 pero que ahora ya es una realidad.

¿Y por qué flores? Pues, según el empresario, por dos motivos: el primero está relacionado con su método con propósito de transformación social: «El propósito de las flores es embellecer un hogar, por lo que hay que ayudar a los que no la tienen». Y también, manifiesta, porque como consultor de una empresa de marketing agroalimentario, se planteó la fórmula para ayudar al sector de la floristería, icónico en la capital del Turia, y que ahora se centraliza principalmente en importaciones de Holanda, Latinoamérica y África.

No obstante, el motor que impulsa a la pequeña empresa es poner a las personas sin hogar en el centro de las decisiones, creando un ambiente laboral que les devuelva la confianza con ellos mismos y con los demás, como detalla Tina Pau, coordinadora de la Asociación Natania, cuya cooperación es fundamental para que el proyecto sea autosuficiente y escalable.

«Queremos que se integren en la vida cotidiana, no se trata de dárselo todo, sino que se labren el proceso porque es lo que realmente nos satisface como personas, sentirnos útiles, trabajar en equipo y disfrutar del día a día de tener rutinas, además de aprender un oficio», explica Pau. Así, pretenden dar las herramientas a un perfil de personas «muy plural», pues «va más allá de los estereotipos vinculados a delincuencia, marginación e inmigración».

«Las personas sin hogar deben adquirir un trabajo para salir de la calle, por que es lo que les ha llevado hasta ahí», lamenta Tina, que espera que Flores Solidarias funcione como «un circuito» para dar empleo y que los trabajadores puedan sentirse con fuerza para buscar después otros vinculados con sus capacidades y sus estudios si así lo desean.

De este modo, el modelo de negocio de esta pequeña empresa valenciana ofrece suscripciones semanales, quincenales o mensuales, lo que garantiza un flujo constante de ingresos y la posibilidad de escalar la iniciativa a otras ciudades donde el sinhogarismo es un problema persistente. Este enfoque permite que el proyecto sea económicamente sostenible sin depender de ningún tipo de subvención.

El fenómeno del sinhogarismo representa uno de los mayores desafíos sociales en muchas regiones del mundo, incluida la Comunidad Valenciana. La falta de vivienda afecta a miles de personas, y el acceso a un empleo, entre otros aspectos, es esencial para abordar esta problemática y ofrecer apoyo a aquellos que se encuentran en situaciones de vulnerabilidad extrema.

La noche del 15 de diciembre de 2021, fruto del trabajo coordinado entre el Ayuntamiento de Valencia, entidades del tercer sector, voluntariado y Universitat de Valencia, se realizó una investigación-acción-participativa cuyo objetivo era contribuir al abordaje de la emergencia social a través del diagnóstico de esta realidad en la ciudad. Se contabilizaron 754 personas sin hogar mediante la realización de recuentos nocturnos. De estas personas, 352 se encontraban pernoctando en la calle y 402 en albergues.

Por lo que respecta a los ingresos en la encuesta de calle, mayoritariamente un 40,8% manifestó no tener ningún tipo de ingresos, seguido de un 22,5% que respondió obtener ingresos de pedir en la calle. Un 9,6% de las personas encuestadas expresó que provienen del trabajo, mientras que un 8,6% los consigue a partir de otras opciones de respuesta no contempladas. Todos expresaron la dificultad añadida para poder buscar y mantener un empleo estando en calle.

Detrás de la condición de sinhogarismo, hay un ser humano, que siente y trata de vivir una vida digna con los recursos que tiene al alcance. La mayoría de las personas en situación de calle en la ciudad de Valencia se encuentran en el rango de edad entre 30 y 50 años. Tradicionalmente, la mayoría son hombres (entre un 80-85%), el número de mujeres sin hogar ha ido in crescendo representando al 20%, colocándolas en una posición de mayor vulnerabilidad debido a las desigualdades en el mercado laboral y las diferencias sociales entre ambos sexos. Otra cifra por destacar es que el INE señala que el 51% de personas en esta situación son españoles.

Los meses de calor y de frío representan riesgos para las personas sin hogar. Durante el verano, las temperaturas son más altas en la ciudad, lo que reduce los riesgos relacionados con el frío, pero aumenta los peligros relacionados a la salud puesto que son más propensos a sufrir golpes de calor, deshidratación y problemas relacionados con la higiene debido a la falta de acceso a duchas.

Mientras, en invierno, las bajas temperaturas aumentan los riesgos de enfermedades respiratorias y la hipotermia. Además, las condiciones de salud mental pueden verse agravadas debido a la soledad, aislamiento y falta de luz provocada por el clima. Asimismo, el frío al ser un factor reductor de movilidad los vuelve susceptibles a peligros como robos o agresiones en su búsqueda de calor.