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Ferran Garrido - Una pica en Flandes

Salvar al comercio local

«Cada tienda que echa el cierre es un pedacito de nuestra ciudad que se pierde en el olvido»

Todos tenemos un pasado. Y siempre nos acompaña. Yo, además de esto mío de la literatura y el periodismo, anduve metido en el mundo del comercio durante muchos años. Conocí de cerca el complejo mundillo de los negocios y la dura y complicada vida del comerciante . Del pequeño y mediano comerciante. Así que sé de lo que les hablo.

Mi reflexión de hoy está a caballo entre dos cuestiones. El ahorro del consumidor y el beneficio del comercio.

A ver, les hablo de esa batalla comercial de precios, impuesta por las multinacionales del comercio electrónico, que nos traen unas rebajas anticipadas en pleno inicio del mes de diciembre, disfrazadas de un rimbombante nombre en inglés , que tiene unos inmediatos efectos sobre nuestras tendencias consumistas desenfrenadas para incentivar los gastos antes de las fechas navideñas mientras, de paso, arrasa con la economía del pequeño comercio local.

A estas alturas ya saben que me refiero al «Black Friday», ese invento foráneo que tuvo un origen concreto, adecuado a sus propósitos, pero que, en manos de las ansias de beneficio de las grandes empresas comerciales, se ha convertido en una puñalada más para la gente que trabaja día a día para defender su pequeño negocio.

Esa es la realidad, aunque en las circunstancias actuales es una tabla de salvación para miles de comercios que intentan salvar los trastos tras las terribles pérdidas ocasionadas por la pandemia, las restricciones y los cierres durante el confinamiento. Y no se crean que produce unos grandes beneficios. Sólo se trata de salvar los trastos .

Sé que es fácil decir que con iniciativas como esta el consumidor ahorra mucho dinero. Puede que sea cierto. Pero es una mirada a corto plazo, miopía económica en definitiva, lo que viene siendo pan para hoy y hambre para mañana. Ahorramos, pero contribuimos a la desaparición del tejido comercial de nuestra localidad y, de paso, destruimos un poquito más su entramado social. Y también sé que es fácil decirme que cada uno con su dinero hace lo que le viene en gana. Faltaría más.

Una mujer pasa ante un escaparate de un comercio con promociones del «Black Friday» en Valencia EFE

Miren, el famoso viernes negro nació para conseguir fondos antes de la campaña de Navidad con el fin de poder hacer frente, con dinero en efectivo, a los gastos previos a la campaña comercial más fuerte del año. Era una buena jugada que, aparte de atraer clientes llenaba la caja, aunque sin casi beneficios, pero facilitaba el pago de las compras realizadas por los comercios. Una operación a medias de marketing y a medias financiera. Duraba un día, un día, un viernes, no una semana como ya está siendo habitual, en manos de las grandes empresas y de las grandes tiendas de venta por internet.

Que sí, que ya sé que ahorramos una pasta haciendo las compras estos días. Que sí, que seguramente nos importa poco lo que le pueda pasar al tendero de la esquina que, obligado por las circunstancias, que les garantizo que este año son terribles, debe pintar de negro también las ventas de su comercio haciendo un flaco favor a su economía. Qué sí, que si no somos comerciantes, en este mundo en que vivimos, esto nos importa poco. Me van a permitir que vuelva a decir que es un claro caso de miopía, aunque lo entiendo .

Si destruimos nuestro comercio local, además de perder el trato personalizado y la calidad humana de las relaciones comerciales, estamos hundiendo el futuro económico de nuestras ciudades, eliminamos un amplio sector de desarrollo económico, lanzamos a la basura miles de puestos de trabajo y nos cargamos una buena forma de vertebración y socialización de nuestras sociedades locales.

De paso, es de esperar y espero que sea así, que en las actuales circunstancias desde la Administración, me da igual Local, Autonómica o Estatal, se pongan los medios necesarios para poder salvar un sector que es mucho más que un simple negocio.

Hagan como yo. En «Black Friday», en Navidad o cuando sea, apuesten por el comercio local. Nos va el futuro en ello. Lo contrario, aparte de ser injusto con nosotros mismos y con nuestros comerciantes de toda la vida, es muy estúpido.

Aún recuerdo mi época de comerciante y la crisis del 2009. Y lo que supuso. Y el precio que pagamos. Espero que no se vuelva a repetir, aunque mucho me temo que va a ser muy difícil salir de esta. En esta ocasión no debemos dejarles tirados. Cada tienda que echa el cierre es un pedacito de nuestra ciudad que se pierde en el olvido .

Por cierto, escribo este artículo el domingo siguiente al viernes negro para no amargarles las compras. Y tampoco las ventas.

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