Un «consejo» para seguir alimentando una república solo virtual

La presentación de este ente, presidido por Puigdemont y en el que se integran el resto de exconsejeros «exiliados», buscaba precisamente eso, una pátina institucional que ahora mismo solo es eso, envoltorio y poco más, muy en la línea de un Govern que se proclama republicano pero que, para evitar acusaciones de malversación, evita dotar de funciones y fondos públicos un Consejo de naturaleza privada que nace, como se anunció ayer, bajo judisdicción belga.

Como en muchas otras ocasiones del «procesismo», ayer lo importante era la escenografía, la liturgia: el solemne salón Sant Sant Jordi del Palau de la Generalitat lleno de invitados, el Govern en pleno –frágil intento de transmitir una imagen de unidad – y la intervención desde Bruselas y a través de video conferencia del fugado Carles Puigdemont. Cuando se ha cumplido un año de su «exilio» belga, lo de ayer fue lo más cerca que ha estado el expresidente de un regreso a Palau que la Justicia ha frustrado de plano.

Durante su intervención, y en lo que se leyó como una amonestación a los políticos procesados que decidieron quedarse en España y afrontar la cárcel, Puigdemont reivindicó su decisión de marchar a Bélgica, la única forma, aseguró, de seguir haciendo política. «A nosotros no nos pueden aplicar ningún 155 . Podemos hacer república de manera desacomplejada y libre», señaló Puigdemont, que aseguró, sin mayores concreciones, que «avanzarán por la vía de los hechos» hacia la constitución de un estado propio.

Como única novedad, Puigdemont sí anunció la creación de un «registro de ciudadanos» que quieran «participar en la construcción de la República a través de su compromiso activo». Si Puigdemont ya ha decidido lanzar una «opa» al PDECat con su Crida, ahora parece que se lanza a por la ANC con el citado registro en su intento de seguir controlando el movimiento secesionista.

También intervino ayer el presidente de la Generalitat, Quim Torra, en el que fue probablemente su discurso más encendido desde su toma de posesión, una intervención tan «republicana» como vacía de iniciativas tangibles. «No hemos venido a gestionar la autonomía ni los restos del estado autonómico», aseguró Torra obviando que apenas unos minutos antes, casi de manera simultánea, y como símbolo de esta esquizofrenia política, la ministra Meritxell Batet y el consejero Ernest Maragall mantenían un encuentro que certificó la retirada parcial de los recursos de inconstitucionalidad del Gobierno contra varias medidas de la Generalitat en materia de vivienda y pobreza energética. Escenografía republicana, política autonomista.

El doble discurso se mantiene, lo que se trasladó también al propio acto de presentación del Consejo. Mientras uno de sus integrantes, Toni Comín –antes en la órbita de ERC, ahora puigdemontista – aseguraba prácticamente que el citado consejo se constituía como una suerte de Govern paralelo en Waterloo, el vicepresidente Pere Aragonés (ERC) matizaba a la baja recordando que el citado consejo es un ente de naturaleza privada, «independiente de las instituciones catalanas» aunque en «complicidad» con ellas. El mismo mensaje de distancia que transmitió por la mañana la consejera Elsa Artadi.