Felipe Almendros y los bajos fondos de la historieta
El ilustrador catalán plasma en una novela gráfica su lucha por superar la muerte de su padre
Felipe Almendros y los bajos fondos de la historieta
Apenas ha leído historietas, se hace el loco cuando se le pregunta por sus dibujantes favoritos y sigue mirando hacia otro lado con cara de pasmo cuando alguien se dirige a él como dibujante de cómics pero, aún así —o precisamente por eso—, Felipe ... Almendros (Badalona, 1976) le ha dado un revolcón a las convenciones de la historieta arrancándose de algún rincón muy profundo «R.I.P» (Reservoir Books, Mondadori), una novela gráfica nacida del más puro y absoluto desahogo.
Porque Almendros, ilustrador vocacional y dibujante accidental, ha llegado a «R.I.P» después de pasar por una profunda depresión, lidiar con la muerte de su padre y recibir una llamada de su hermana en la que le pedía su médula para curarse de leucemia. «En esa época no estaba yo para muchos cómics», confiesa Almendros, quien tuvo que ganar un poco de tiempo y perspectiva para explicar con pelos y señales su particular camino a la redención y lanzarse a dibujar cómo superó la muerte de su padre y la enfermedad de su hermana. «Me propuse que fuera un libro de autoayuda, pero no para el lector, para mí», escribe Almendros en la solapa del libro.
Y tamaño arrebato de sinceridad acabó cayendo en manos de una gran editorial con la que toda la historia cobra una nueva dimensión. «Me solté con tantas ganas porque no tenía muy claro si lo iba a leer alguien», asegura, consciente como es ahora de que ha abierto en canal su intimidad ante los lectores. «Tenía mis dudas sobre si había explicado mucho», confiesa mientras recuerda los meses que pasó encerrado en casa con depresión y agorafobia y cómo en el cómic lo explica dando la cara y cargando con su propia cruz.
Y ahora que tan peculiar viaje al corazón de sus problemas, ese recorrido entre páginas en blanco, humor y personajes identificados siempre con el mismo color, parece haber llegado a buen puerto, el autor de «Pony Boy» y «Save Our Souls» sigue verse a sí mismo como dibujante de cómics.
Quizá porque su primera historieta fue más un desafío que una necesidad —«quería probar a ver si era capaz de hacer un tebeo , y me quedó fatal, a que acabas tirando de cosas que has visto o leído», explica— y reconoce que sigue siendo como un satélite en una órbita lejana al universo de los cómics. «No soy muy comiquero. He leído cómics, sí, pero si “R.I.P» ha sido un cómic es porque soy ilustrador´; podría haber sido un libro o un guión para un corto», relata.
Y luego están, claro, las influencias. O, mejor dicho, la falta de ellas. «No tengo muchas, pero al final da un poco igual, porque cuentas algo que te ha pasado a ti, y en eso no importan mucho las influencias. Puede estar mejor o peor, pero es tuyo», explica. De ahí que su futuro en el cómic pasa por encontrar con algo que merezca la pena contar. «Y si no hago otro tampoco pasa nada. No me voy a sentir un fracasado», asegura.
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