El conde de Montecristo viaja a la postguerra en un cómic
Conocido por sus diseños para la firma de moda de Armand Basi, Lluís Juste de Nin se ha propuesto la titánica tarea de relatar, en viñetas y con la historia de El Conde de Montecristo como hilo
JUSTE DE NIN Una viñeta del libro «Montecristo 1941», de Juste de Nin
Conocido por sus diseños para la firma de moda de Armand Basi, Lluís Juste de Nin se ha propuesto la titánica tarea de relatar, en viñetas y con la historia de El Conde de Montecristo como hilo conductor, la historia de Cataluña del pasado siglo. ... De los primeros días de la Guerra Civil a los últimos coletazos de la Transición.
El jueves se presentó «Montecristo 1941», primer volumen de una serie que el autor aún no sabe si será trilogía o tetralogía y que abarca desde los primeros años de la dictadura franquista hasta la llegada de la transición. «Es un relato singular de trozos de nuestra historia», señaló Juste de Nin, quien reconoció haberse inspirado en el clásico de Dumas por un motivo muy concreto: «Fue el primer libro en mayúsculas que recuerdo haber leído», aseguró. En «Montecristo 1941», sin embargo, la historia se ha reestructurado y trasladado a Cataluña para «recuperar unos años que muchas veces han pasado desapercibidos», según señaló el editor de la obra, Paco Camarasa.
Para Juste de Nin, si por algo destaca su peculiar visión de «El conde de Montecristo» es por «la humanidad y vulnerabilidad del personaje».«Tiene fotofobia y ataques de lumbalgia». explicó el autor sobre el protagonista que corona un extensísimo reparto con cerca de un centenar de personajes.
Acompañado por el conseller de Cultura i Mitjans de Comunicació, Joan Manuel Tresserras, y el modisto Toni Miró, Juste de Nin anunció que ya tiene casi listo el volumen dedicado a los años de la república y la Guerra Civil y propició un animado debate a propósito de las diferencias entre cómic y novela gráfica.
Para el autor de «Montecristo 1941», «el cómic sería un cortometraje, mientras que la novela gráfica sería un largometraje», argumento que secundó el conseller Tresserras asegurando que el término novela gráfica «hace justicia al dibujo».
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