SPECTATOR IN BARCINO
La victoria póstuma del carlismo
Sánchez llama reencuentro y convivencia a un proyecto iliberal que traslada la confrontación entre catalanes a una confrontación en el resto de España
Artículos de Sergi Doria
Barcelona
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Iniciar sesiónOtoño de 1833. Carlos María Isidro de Borbón se niega a reconocer a Isabel II como heredera de su hermano Fernando VII. Se proclama rey «de todas las Españas» desde Portugal con el nombre de Carlos V. Es el pistoletazo de la primera guerra carlista: ... durará siete años y tendrá sus focos más irredentistas en el País Vasco, Navarra, la Cataluña rural, sur de Aragón y norte de Castellón. El carlismo vindica la España premoderna de fueros y leyes viejas. Aunque el conflicto parecerá zanjado con el abrazo de Vergara resurgirá con la segunda y tercera guerra carlistas.
Otoño de 2023, 190 años después. Carlos Puigdemont recibe en Waterloo al emisario de Pedro Sánchez para negociar -como su correligionario Oriol Junqueras- una quita millonaria de la deuda autonómica y una amnistía que exonera al independentismo de «los actos tipificados como delito o determinantes de responsabilidad administrativa o contable vinculados, de una u otra forma, a la consulta del 9 de noviembre de 2014 y al referéndum del 1 de octubre de 2017, declarados ambos inconstitucionales». La exoneración abarca del 1 de enero de 2012 al 13 de noviembre de 2023.
Todo a cambio de los votos para investir a Sánchez: los nacionalismos, vasco o catalán, se desmarcan de la solidaridad federal del Estado de las autonomías. El investido repite decenas de veces la palabra «reaccionario» obviando que sus socios (Bildu, PNV, ERC, Junts), neocarlistas disfrazados de progresistas, ostentan esa condición.
Si el concierto foral vasco, rémora carlista, vulneraba la igualdad entre españoles, el pacto con los facciosos catalanes vuelve a cuestionarla. Los sucesores del tipógrafo Pablo Iglesias aliados con herederos del obispo Torras i Bages. Sergio Vila-Sanjuán subraya en 'La Vanguardia' las alusiones Ancien Régime del acuerdo PSOE-Junts. Los decretos de Nueva Planta que «abolieron las constituciones» de una nación catalana que no existió: «Reivindicar de nuevo la visión victimista-esencialista catalana como motor de futuro no parece un buen augurio». La asociación Historiadores de Cataluña denuncia esa manipulación presentista que la izquierda bendice. El acuerdo PSOE-Junts «busca justificar en el pasado un supuesto conflicto de España contra Cataluña perpetuado en el tiempo». El historiador Jordi Canal, en una Tercera, juzga «altamente inquietante» que el acuerdo derivase «en el reconocimiento de Cataluña como algo que nunca ha sido, una nación, y abriendo intelectualmente las puertas a la disolución del proyecto común español y la independencia de este territorio». Otro historiador, José Enrique Ruiz-Domènec, en otra Tercera, sitúa el acuerdo «en una línea cercana a la que en los años treinta condujeron a un totalitarismo camuflado de nacionalismo gracias entonces, como sucede ahora, al amplio respaldo en unos partidos de reconocida servidumbre al jefe».
Sánchez llama reencuentro y convivencia a un proyecto iliberal que traslada la confrontación entre catalanes a una confrontación en el resto de España. Intención ratificada por Laura Borràs, presidenta de Junts inhabilitada por corrupción: «Nosotros no hemos renunciado a nada. El PSOE ha renunciado a muchos de los principios que ha hecho valer a lo largo de estos años». El conflicto, añade, «ha dejado de ser entre catalanes y ahora es entre españoles». Este redivivo, aunque falsario, abrazo de Vergara, revalida a un Puigdemont que al poco de llegar a Bélgica desveló su proyecto de confrontación: «Montar un buen pollo en España».
Desvinculado del concepto liberal de «libres e iguales», el gobierno autodenominado progresista se mete en el túnel plurinacional que desemboca en el Estado -neoforal, confederal o cantonal- que diseñan los nacionalistas con los tontos útiles del neocomunismo. La victoria póstuma del carlismo, 190 años después, bendecida por la izquierda. De Carlos V a otro Carlos (Puigdemont).
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