SPECTATOR IN BARCINO
Sánchez, el criador de jabalíes
Si Zapatero inauguró con su memoria «histórica» la crianza de jabalíes, con Sánchez la peste del revanchismo arrasa la política española
Ionesco estrenó en 1959 'El Rinoceronte'. La obra del dramaturgo rumano transcurre en una aldea francesa cuyos vecinos mutan en rinocerontes. Solo uno, despreciado por borrachín, escapa a la metamorfosis. Teatro del absurdo, se interpretó como metáfora de los fascismos de preguerra.
En Collserola, la ... montaña que cierra Barcelona por el norte, la densidad de jabalíes y sus incursiones urbanas para alimentarse de basuras -esa ecología que demoniza la caza- ha provocado una epidemia de peste que amenaza a las granjas de porcino y pone en riesgo tres mil millones de ingresos.
Otra metáfora. Si Ionesco veía rinocerontes, Pedro Sánchez cría jabalíes en su koljós polarizador. Siguiendo las directrices del mentor Zapatero, el inquiokupa de la Moncloa ha conseguido que el legítimo contraste de pareceres devenga en contienda de gruñidos. Sánchez llegó a la política para dinamitar los consensos de una Transición de la que abomina y encabronar al adversario. Los primeros jabalíes -Ábalos, Koldo y Cerdán- los cebó durante una vuelta a España en Peugeot. A partir de ahí, el criador extendió el pienso de la sumisión a ejemplares que al principio no acudían a la llamada: los Óscares, Hernando y Patxi. Hoy encabezan, colmillo enhiesto, esa grey autodenominada «Gobierno de coalición progresista». Entre los veintidós jabalíes y jabalinas – marcados con el hierro del ganadero Sánchez- las vicepresidentas faltonas, la portavoz mentirosa o la ministra de las pulseras 'fake' embisten en sesión continua. Otras especies, con un ADN más reactivo a la mala leche, han incrementado su agresividad cuando se cuestiona a su criador.
No es una nueva raza. Como advirtió Ortega y Gasset en el primer bienio republicano (1931-1933), la política española se ha llenado de payasos, tenores y jabalíes. La facción cinegética aludía al izquierdismo vocinglero de diputados como Ramón Franco o Joaquín Pérez Madrigal, el «jabalí republicano». Hoy los jabalíes protagonizan la acción política. En Cataluña ya padecimos los payasos, tenores y jabalíes del proceso separatista. Y en estos siete años de sanchismo, la «jabalización» de un PSOE que arrumba la socialdemocracia, abraza el populismo y resucita las dos Españas. Si Zapatero inauguró con su memoria «histórica» la crianza de jabalíes, con Sánchez la peste del revanchismo arrasa la política española.
Es difícil sustraerse a la ferocidad del jabalí. Los autodenominados «analistas» de la televisión pública alertan de la extrema derecha y obvian a la extrema izquierda que ocupa carteras ministeriales: esa vicepresidenta que anima a la gente a tomar la calle contra el poder judicial; ese ministro que «descoloniza» museos, condena el toreo y pronto promoverá un juicio a Dios como el camarada Lunacharski, comisario bolchevique de asuntos culturales.
El criador de jabalíes mina la convivencia y el Estado de derecho. Sin diálogo constructivo, la teoría del enemigo de Carl Schmitt es la única regla de juego. El progresismo a machamartillo del inquisidor provoca antagonismos radicales: una cuarta parte de los jóvenes observa el franquismo como utopía de la misma manera que hace medio siglo los jóvenes hartos de dictadura identificaban el comunismo con el paraíso del proletariado.
Los jabalíes progres de Sánchez son como los franceses «gauchistas» que satirizó Camus en sus 'Carnets'. Funcionarios, burgueses y tertulianeses. Pocos trabajadores. Revolucionarios con autorización oficial: «Arreglan el mundo sin despegar el trasero del sillón». Cuando cambie la tortilla la especie sanchista del jabalí embestirá contra ese criador que se creyó creador y buscará otros abrevaderos. Recordemos que Pérez Madrigal, el jabalí republicano criado en el Partido Radical-Socialista, acabó en la Falange. Hay que gruñir al son que toquen. Hay que comer. Donde sea. En esta peste que nos aflige, el verbo pensar viene de pienso.
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