shambhala
La ayuda humanitaria es la que ella necesita
Mientras el presidente Trump trabajaba en un plan de paz que parece que por lo menos durante una semanas puede tener algún recorrido, la exalcaldesa de Barcelona avergonzaba a España y a la Civilización
Artículos de Salvador Sostres en ABC
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Iniciar sesiónVolvieron como triunfadores y su misión fracasó estrepitosamente al ni siquiera luchar por su objetivo, que supuestamente era romper el bloqueo del ejército de Israel. Fueron recibidos como héroes y lo único que hicieron fue rendirse, y a los soldados de Israel les bastó dar ... las buenas tardes para que los activistas se entregaran y en fila india, sin plantear resistencia alguna. Además, el barco de Ada Colau no llevaba la tan prometida ayuda humanitaria. El ejército de Israel, que trató a los grumetes de Hamás con cortesía de invitados, se ofreció, en un acto muy amable, a llevar el cargamento humanitario a Gaza, pero al ir a buscarlo se encontraron con que no había nada. O bien fue cinismo desde el principio y Colau no tenía ninguna intención de ayudar a los niños palestinos, o bien salió de Barcelona con los alimentos y se los zampó mientras duró su muy extenso crucero por las islas más bellas del mediterráneo; siempre con sol y brisa, porque de lo contrario volvía a puerto.
Para fingir dramatismo y épica, a su llegada al aeropuerto de Madrid, los activistas denunciaron humillaciones y malos tratos de Israel, cuando todo el mundo ha podido ver en las imágenes que el Estado los trató con suma exquisitez a pesar de su complicidad con la organización terrorista. Su inmediata expulsión de Israel, además, ha sido posible porque firmaron un documento en el que reconocieron su delito y se comprometieron a no volverlo a cometer. Por lo tanto, no sólo se rindieron físicamente, sino que también lo hicieron moral y simbólicamente, admitiendo en el documento oficial de un Estado democrático que son unos delincuentes y expresando su compromiso en la no reincidencia. Aunque una vez más mintieron al llegar a España y acusaron a los soldados israelíes de haber falsificado su firma, como si el Estado de Israel no tuviese nada mejor que hacer.
Otros compañeros igual de equivocados, pero con más dignidad y pundonor, se han negado a firmar y su proceso de extradición será más largo e incómodo. Algo es algo –aunque sea funesto– en la medida de lo que estás dispuesto a dar.
Por todo ello, los recibimientos de los grumetes el domingo, tanto en Barajas como en El Prat, fueron una categoría artística en sí mismos. En un país normal, enaltecer los crímenes de una banda terrorista tendría que ser delito. En un mundo que no estuviera al borde de volver a repetir sus peores errores, la judeofobia y la criminalización del Estado de Israel, y negarle su derecho a existir, tendría que ser visto como lo más perverso y enfermo. Estos impulsos, y por desgracia hemos conocido muchos a lo largo de los siglos, han precedido los momentos más desoladores de la Historia. Avanzamos en lo tecnológico, en lo científico, en lo que nos proporciona bienestar y comodidad. Son avances extraordinarios pero que no consiguen que nuestra alma también avance. Nuestra alma imperfecta, tan manchada, permanece en su desespero y en su tara, en las exactas causas por las que fuimos expulsados. La brutalidad nunca acaba de parecernos extraña, ni proyectado entre las sombras somos capaces de descifrar el mal, y sistemáticamente desatendemos cualquier esfuerzo que nos es requerido en nombre de la generosidad y la gratitud.
La ayuda humanitaria de Ada Colau es toda la que ella pueda necesitar porque sólo una mala persona, destruida por dentro, podrida de odio, resentimiento y propaganda, puede llegar a ser capaz de usar un sufrimiento brutal para sacar provecho en lugar de ayudar. Sólo un ser retorcido, requemado, puede hacer negocio con la muerte de tantos. Dejemos esto claro: si un barco que no lleva ayuda humanitaria y que navega por el Mediterráneo recalando en Menorca o en Mykonos, y que vuelve al puerto cuando el mar no es propicio, no es una flotilla, es un crucero, o la nave del amor; y también de la vergüenza, si eres tan torpe de ponerte a jugar con bengalas, incendiar tu embarcación, y para disimular acusas a Israel de haberte atacado con drones.
Ada Colau se fue de crucero de opinión con su club de amigos de Hamás, comiendo, bebiendo y gastando muchos recursos que tanta falta habrían hecho a los que de verdad los necesitan. Mientras el presidente Trump trabajaba en un plan de paz que parece que por lo menos durante una semanas puede tener algún recorrido, la exalcaldesa de Barcelona avergonzaba a España y a la Civilización con su cinismo interesado, sus vídeos de gravedad impostada, y ese gran fraude que es prometer que llevas alimentos a niños que tú misma dices que pasan hambre, y burlarte de su angustia y de su dolor, llegando con la despensa vacía. También como alcaldesa dedicó sus años a sacar provecho de los problemas de los demás sin solucionar ninguno y buscando sólo su promoción personal. El egoísmo y la ingratitud son sus dos características. Buitre de todo. Generosa en nada. Hay en ella mucha más maldad, y más honda, y más envenenada, que en la pobre y claramente desequilibrada Greta Thunberg, a la que por compasión suelo mencionar poco –me da la impresión de que sus problemas están enteramente fuera de su control– y que fingió llegar esposada al aeropuerto, poniendo las manos en la espalda sin que nadie le obligara a ello.
En lo sustancial, no tengo ninguna fe en que Hamás cumpla con el pan de paz. Tal vez lo acepte momentáneamente, pero será para no quedar mal ante la comunidad internacional y para rearmarse. Y en su «descargo» hay que decir que será lo coherente con su propósito fundacional, que es destruir el Estado de Israel y asesinar a los judíos. Nunca ha sido la intención de estos terroristas la creación de un Estado palestino, y las veces que les ha ofrecido lo han rechazado. La única paz que las sociedades libres y democráticas consiguen es cuando los terroristas se desarman y se rinden; o se acaba con ellos contra su voluntad, y éste último es verdad que es un proceso más largo, sangriento y doloroso, pero cuya legitimidad sólo a Israel se discute.
El islamismo es el mismo de siempre, también el odio europeo a los judíos, su señalamiento y persecución. La complicidad con los que quieren exterminarlos permanece estable en fondo, pero muy crecidita en las formas. La única buena noticia es que, también como siempre, cuando el Estado de Israel comparece en serio, los ejércitos de los demás países mandan sus barcos para que no lleguen, los propagandistas se rinden y queda al descubierto su hipocresía de reserva vacía, mientras los Estados Unidos preparan voluntariosos planes de paz que ellos son los primeros que saben que no van a ninguna parte porque por desgracia, mucha desgracia, lo único que puedes hacer con los terroristas que te quieren exterminar, es exterminarlos tú antes.
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