shambhala
Anatomía de Koldo
La primera tentación la tenemos todos. Que alguien se ocupe de los asuntos que nos desagradan. Que alguien nos solucione los problemas menores para que nosotros podamos centrarnos en lo que hacemos bien, en lo que importa
Artículos de Salvador Sostres en ABC
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Iniciar sesiónKoldo y Ábalos no son una trama política urdida para robar. No son una engrasada maquinaria. Son el fin de trayecto de una manera de estar y de ser muy arraigada en la vida pública española. Y no sólo española.
La primera tentación la ... tenemos todos. Que alguien se ocupe de los asuntos que nos desagradan. Que alguien nos solucione los problemas menores para que nosotros podamos centrarnos en lo que hacemos bien, en lo que importa. Ésta fue la tentación de Pedro Sánchez –la tentación que todos hemos tenido– y así se fundó el caso Koldo. Pensó: «que de estas cosas se ocupe José Luis», y José Luis hizo lo mismo con Koldo. El sueño de todos concretado: delegar rugosidades, lo cargante, lo que nos parece pequeño y nos quita el tiempo, y la paciencia, y nos crea angustia porque no lo entendemos ni sabemos cómo resolverlo. Luis del Olmo tuvo la misma tentación y acabó arruinado, y el que de todo se ocupaba, todo se lo llevó.
Algunos hacen lo mismo con sus hijos. Buscan asistentas, monitores, actividades extraescolares, caros colegios extranjeros para que espabilen o aprendan el inglés; es un despliegue muy vistoso con el que calman la mala conciencia de estar no con ellos. En realidad, la mala conciencia de que no les gusta estar con ellos, porque es mentira que a estos padres les falte tiempo. El tiempo te lo inventas. A estos padres les faltan ganas y buscan a su Ábalos y a su Koldo y subsiguientes para que se ocupen de lo que no les apetece. Hay que decir que con el tiempo esta mala conciencia ha ido desapareciendo y es llamativo el desparpajo con que padres que la pura verdad es que no atienden a tus hijos, te explican el detallado plan a tal efecto con el arrojo de reivindicarse además como los que dan la educación más distinguida y culta.
Todos tenemos algún ejemplo en nuestra familia o la de nuestros amigos y nos gustaría poder creer que existe esta solución mágica para que la vida sea mucho más agradable. Pero cuando apartamos la mirada de lo que nos aburre, siempre Koldo está al acecho. En cada hijo que por desidia no vamos a buscar al colegio hay una puta un gramo un billete de quinientos. En cada partido de fútbol que no le vamos a ver. En cada tarde que preferimos ponerle un profesor particular en lugar de ayudarle a hacer los deberes.
Hay que ocuparse de todo, en la escritura se nota más. Si crees que por escribir muy bien puedes faltar a las exhibiciones de danza de tu hija, a la conversación del problema de tu amigo o escabullirte de ir a comprar la servilleta exacta que te ha pedido tu mujer, pronto lo que expliques en tus artículos carecerá de la vida que lo alumbre y lo justifique, y el Koldo que hayas delegado se estará repartiendo con otro más ratero que él tus pobres ganancias.
Tenemos que estar en los detalles porque nuestra medida es detallista, y nuestra alma; porque el diablo está, sobre todo, en los detalles que le dejamos. La corrupción empieza en los detalles y la deslealtad y el abandono. No se juntaron para robar, pero como nadie estaba lo hicieron. Hay que bajar el centro de gravedad, con los hijos, en la empresa, en todo cuanto nos atañe, porque en nuestro modo de estar definimos nuestra humanidad e impedimos que la definan otros, que desde luego no nos aprecian tanto.
En lo empresarial, para explicar a Koldo y a Ábalos es necesario entender también algo muy español –no sé si exclusivamente español, pero en España seguro que funciona– que es la figura de lo que mi abuela llamaba el «perro de presa». Todo empresario solía tenerlo en aquella época. La figura no ha desaparecido, pero los métodos son más sofisticados salvo en casos como el que nos entretiene.
El dueño confía en el perro de presa y lo desprecia. Sabe que lleva la empresa en la sangre, que no tiene horarios, que nada escapa a su vigilancia y que su sentido de la lealtad va más allá de lo retribuido y hasta de lo racional. Le confía los secretos familiares, los trucos contables, todo lo que luego se convertirá en chantaje. ¿Es un dueño imprudente? Lo es. Pero todo lo ha de saber el que todo tiene que arreglarlo porque tú y Pedro Sánchez queréis vivir atracados en la bahía de la tranquilidad. Ahí empieza Ábalos y Koldo le hace la segunda voz.
El perro de presa, efectivamente, vive la empresa como si fuera suya, la defiende con todo lo que es y tiene, y siente por el dueño una compleja mezcla de sentimientos, de corte nada limpio, y junto con veneración al patrón –sincera–, su buen trabajo y su lealtad, desarrolla estructuras paralelas, fraudulentas, y al principio sólo lo hace para conseguir más para el patrón, y agradarle más, y notar en mayor grado el calor de su afecto, pero con el paso del tiempo surge el inevitable resentimiento, y el perro de presa siempre llega al pensamiento de que con todo lo que hace merecería vivir un poco más parecido a como vive su señor. Tiene agenda propia, lugartenientes, mequetrefes que hacen para él lo que él hace. Se siente cómodo, toma posesión de la grandeza ajena.
Habla en nombre del patrón, presume de su confianza, se refiere a él y a sus importantes amigos con el nombre de pila para demostrar familiaridad, dice en realidad es él quien toma las decisiones.
Poco a poco y con personas de su confianza, en las que produce el efecto que el patrón produce en él, el perro empieza a mirar por lo suyo. No roba al patrón pero sí a sus expensas. Al principio no es demasiado, pero entre lo uno y lo otro va creciendo el ajuguero. Ya no es un asunto discreto. El dueño lo medio intuye pero no lo quiere saber. Cuando algunos se lo dicen lo niega o lo minimiza, y dedica el resto del día a hacer el muy consciente esfuerzo de olvidar tal conversación. Se pone de mal humor si alguien insiste, y escenifica su enfado como advertencia para que nadie más se lo diga. Aunque es cierto que al principio los palos del perro no son gran cosa, una vez rotas las líneas nadie mira atrás para recordar dónde estaban y cada vez te alejas más y dejando más rastro y más difícil de borrar. Hasta el patrón llega un momento en que no tiene más remedio que darse cuenta de que lo distraído por su perro hace tiempo que dejó de ser anecdótico pero es tan agradable vivir con los problemas resueltos, y con otro encargándose de que todo esté en su sitio, que continúa sin decir nada. O casi nada. Si los hijos del patrón son inteligentes, al perro lo matan pactando cuando heredan una cifra de salida a cambio de un acuerdo de confidencialidad. Si los hijos no son inteligentes, la cifra es la misma pero con publicidad, escándalo, gasto en abogados y la exposición a una condena.
La trama Koldo buscó un potosí de pizarra donde nadie extrajo en un siglo
Carmen Lucas-TorresEn el caso de Ábalos, Sánchez sabía que algo raro había, y lo sabía desde 2021, y por ello lo cesó del Gobierno y del partido. No sé si el presidente conocía los detalles, pero sabía que su amigo tenía un asesor que iba pagando comidas y putas por Madrid con billetes de 500. Para evitar líos, porque en el fondo le quiere, y porque pensaba que no sería presidente después de las elecciones de julio, le puso en las listas y le ha estallado el caso en el momento más inoportuno. Pensar que Ábalos nunca se preguntó de dónde salía todo lo que Koldo le pagaba creo que es no estar en la realidad.
Koldo simplemente fue llenando los espacios vacíos que le dejaron los que de estos temas no me quiero preocupar.
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