Otoño, una segunda primavera para los frutales españoles

Las altas temperaturas están provocando que árboles y plantas silvestres adelanten sus procesos y estén empezando a vivir dos floraciones en un mismo año, lo que supone un riesgo para su cosecha

Un almendro, uno de los árboles más vistosos y cuya floración es de las primeras de la temporada ABC

Anna Cabeza

Barcelona

«Quizás pronto tendremos almendros como árboles de Navidad». Con esta rocambolesca conjetura, un aficionado a la observación de flora mostraba recientemente con una imagen en Twitter como, a 12 de diciembre, los almendros seguían con sus hojas intactas, a la espera de que alguna ... helada los despojara. El cambio climático, es sabido, impacta directamente en la naturaleza y, por desgracia, cada vez salen más casos de daños en la agricultura por granizadas o tormentas repentinas, pero también por la calima, el polvo sahariano o el calor.

Las altas temperaturas han hecho que, por ejemplo, el pasado verano la vendimia se tuviera que adelantar hasta dos semanas en muchas bodegas del país. O aún más preocupante es que se hayan registrado importantes caídas de producción, del 30 por ciento en los almendros o de hasta un 50 por ciento en los olivares de Andalucía, según destacaba esta misma semana la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG) en su balance agrario anual, que hacen temblar la subsistencia de muchos negocios. Allí, la mano humana puede intervenir para paliar estos efectos pero no todos los seres vivos tienen la misma ayuda.

Es el caso de árboles y plantas silvestres, únicas por ser criadas naturalmente y sin cultivos y que, por ello, tienen menos estrategias a mano para protegerse del clima. La Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) lleva años fijándose en ello, y de hecho elabora boletines semestrales sobre la meteorofenología, que estudia las relaciones entre el clima y el calendario natural de las especias. El último boletín, de la pasada primavera, ya destaca que, además de las heladas inesperadas que en abril afectaron a frutales, hubo «floraciones tempranas que se adelantaron debido a la insolación de diciembre, enero y febrero», por ejemplo en la campiña litoral cantábrica o en el Bierzo. Allí el invierno cálido llevó a que en febrero hubiera ya brotes adelantados de melocotoneros, cerezos, perales o avellanos. Nada extraordinario, por desgracia, dado que los inviernos en España son cada vez más suaves.

Más sorprendente ha sido que este otoño se hayan visto floraciones excepcionales, que de momento pasarán a los anales de la historia agrometeorológica. Es lo que ha ocurrido en territorio catalán, donde las observaciones ciudadanas lideradas tanto desde el Servicio Meteorológico de Cataluña (SMC) como del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales –CREAF, por sus siglas en catalán y que está impulsado por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB)–, han detectado plantas silvestres y frutales brotando. Entre ellos, los siempre espectaculares almendros, que suelen ser los primeros en dar el paso y que este octubre han aportado blanco y rosado a algunos paisajes que en esta época ven poco más que tonos grisáceos. Nos tenemos que acostumbrar a ver segundas floraciones en un mismo año por el adelanto provocado por el calor, avisan los expertos.

«Son más discretas que las primeras del año, pero para las plantas pueden suponer el gasto de unos recursos que podrían necesitar en primavera, en el momento de máxima actividad vegetativa», alerta Ester Prat, coordinadora del observatorio ciudadano RitmeNatura del CREAF, red en la que una vecina de Barcelona avisó de que había visto florecer un almendro a finales de septiembre, casi medio año antes de lo que tocaría.

También cerezos, ciruelos o perales han brotado este año dos veces, en primavera y sorprendentemente en otoño y el tomillo o la retama también están un tanto alteradas por el calor. En la plana de Lérida, a finales de noviembre empezaron a florecer algunos cerezos, empujados por la sequía y las altas temperaturas. Casos similares empiezan a asomar en la costa y sur de toda España.

«Es un desastre porque tarde o temprano llegará el frío y se llevará por delante los frutos»

Osvald Esteve

Responsable de la sectorial de la fruta del hueso del COAG

«Estamos hablando de la cosecha de la próxima campaña, la cual cosa es un desastre porque tarde o temprano llegará el frío y se llevará por delante los frutos», alerta a ABC Osvald Esteve, responsable de la sectorial de la fruta del hueso del COAG. Esteve recuerda, además, que las producciones están cada vez más preparadas para hacer frente al granizo o el frío –prueba de ello es que se está incorporando riego 'antiheladas' o ventiladores para paliar estos efectos– pero todavía hay mucha desprotección ante el calor. «Si esto sigue así, la alternativa acabará siendo cambiar variedades y optar por las más tardías», vaticina.

Y es que este año, el calor vivido sobre todo a partir de mayo y especialmente de septiembre y octubre ha modificado los periodos de floración. Además de notarse fácilmente en la calle, los boletines meteorológicos lo constatan: en Cataluña, por ejemplo, el último octubre fue el más caluroso desde 1950 y muchas zonas soportaron temperaturas de 4 o 5 grados superiores a las habituales.

«No se sabe qué especias y mecanismos quedan más afectados pero está claro que existe un reloj circadiano, unos ritmos celulares que relacionan los mecanismos de las plantas con el medio ambiente. Son muy complejos, los conocemos poco y están en constante evolución», detalla a ABC Miquel Ninyerola, profesor del departamento de biología animal, vegetal y ecología de la UAB, que recuerda que, por ejemplo, las afectaciones de la luz en las plantas son claras pero, por el contrario, hay muchas incógnitas en el aire sobre cómo afecta el tiempo térmico a la flora.

Ninyerola destaca que este año se han encadenado muchos meses muy cálidos, lo que ha comportado «un desfase del reloj circadiano, que en el caso de algunas especies se ha vuelto loco». La progresión de una planta fuera de sus tiempos habituales, explican los profesionales, tiene sus secuelas: las floraciones en frutales pueden verse afectadas por cambios de temperatura repentinos y una helada en la zona, por ejemplo, puede acabar provocando pérdidas de producción alimentaria. Pero hay mucho más: existe el riesgo de que crezcan plantas en épocas en las que escasean sus animales polinizadores y, por todo ello, acaben perdiendo oportunidades, como le puede ocurrir al tomillo salvaje en crecer fuera de su época habitual. «Esto puede ir afectando, en cascada, a todo el sistema. Igual puede acabar dando problemas serios, por ejemplo, a un pájaro u otros animales sensibles porque pueden haber problemas de subsistencia», avisa el profesor.

Con todo, el experto en fenología lanza un mensaje esperanzador. «Las plantas pueden tener uno, dos o cinco años malos pero pueden capear el chaparrón porque tienen más estrategias de aguante. En los animales, la situación puede ser más crítica porque son mucho más sensibles», avisa.

Caída de hojas atrasada

Por otro lado, los expertos corroboran que, un año más, la caída de las hojas se ha retrasado por la prolongación del tiempo veraniego y un otoño acortado. Con el aumento de las temperaturas, los árboles caducifolios mantienen su imagen primaveral durante más tiempo: caen más tarde. Algunos vistosos ejemplos detectados por estas redes ciudadanas son higos en plena Costa Brava, a pocos metros del Mediterráneo y que a principios de diciembre conservan su follaje, todavía verde e incluso con la aparición sorprendente de algunos frutos. O vides a 20 kilómetros de Barcelona que han brotado en pleno noviembre.

«Llevamos años observando esta tendencia y este año se ha repetido el fenómeno: la caída y el cambio de color de las hojas llegan unas semanas más tarde según lo que toca en cada zona·, comenta Jordi Cunillera, jefe del Equipo de Cambio Climático del SMC. Sus observaciones constatan que albaricoqueros de la sierra de Almos, en Tarragona, han retardado de media unos diez días la caída de hojas entre los años setenta y la actualidad.

Precisamente para seguir conociendo mejor estos cambios fenológicos, el SMC y el CREAF han arrancado un proyecto de ciencia ciudadana, con la financiación del Ayuntamiento de Barcelona, que bajo el nombre de Barcelona Reconnecta pretende promover la observación de cambios en el entorno urbano para tener así más detalles sobre los efectos del cambio climático.

También a nivel estatal se está trabajando en esta línea. Desde hace casi diez años está en marcha la Plataforma sobre Adaptación al Cambio Climático en España, AdapteCCa, que busca el mismo tipo de participación ciudadana. Además, el Gobierno aprobó hace escasos días la Estrategia de Biodiversidad y Ciencia, que prevé, entre otros aspectos, crear una herramienta que ayude a generar y compartir conocimiento para ayudar a entender mejor los mecanismos de la flora y la fauna.

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