tribuna abierta

Todo lo que pasa en España

«Todo lo que está haciendo estos días el Gobierno de Sánchez supone una erosión evidente de nuestra democracia que, necesariamente, acabará mal»

Nacho Martín Blanco

Barcelona

Un amigo jurista me explicaba el otro día, azorado, una conversación suya con un joven opositor que le decía que le parecía exagerado todo lo que se estaba diciendo sobre los últimos embates del presidente Sánchez contra el Código Penal y el Tribunal Constitucional. «Ahora ... puede parecer un drama, pero al final no pasará nada», le decía el por lo demás esforzado examinando. Hasta los opositores necesitan engañarse para vivir tranquilos.

La cuestión es que aquí nunca pasa nada hasta que pasa, y no es casualidad que acabe pasando. Ese discurso de que no pasará nada como tantas otras veces es, exactamente, el que nos llevó hasta el golpe de Estado de 2017 perpetrado desde las instituciones de la Generalitat al más puro estilo de Pedro Castillo en Perú.

Recuerdo las conversaciones que tuve en el 2013 con mi maestro Josep Maria Castellà, catedrático de Derecho Constitucional, en torno a la declaración de soberanía del Parlament y sus admoniciones sobre las consecuencias de los actos. Pues bien, el argumento más habitual en las tertulias de entonces era que quienes advertíamos de los peligros de ese tipo de declaraciones éramos unos tremendistas apocalípticos, que aquella declaración no tenía efectos jurídicos, etc. Lo mismo había ocurrido antes con el Estatut y su famoso preámbulo «sin efectos jurídicos» o con la Ley de Educación de Cataluña y su discriminatorio régimen lingüístico. E indefectiblemente quienes advertíamos sobre las ominosas consecuencias de estirar el Derecho como un chicle para adaptarlo a las apetencias del gobernante de turno éramos tachados de agoreros. Luego llegaron los días 6 y 7 de septiembre, el 1-O, la fuga de empresas y la quiebra de la convivencia y muchos de los que nos habían acusado de alarmistas se rasgaron las vestiduras ante la gravedad de la situación, como si ese escenario final no fuera el corolario necesario de los sucesivos embates que ellos mismos habían ido disculpando y aceptando, tildándonos de pájaros de mal agüero.

Todo lo que está haciendo estos días el Gobierno de Sánchez supone una erosión evidente de nuestra democracia que, necesariamente, acabará mal, como acabó mal en 2017, pero peor porque ahora no sólo se erosiona la convivencia y se retuerce el Derecho, sino que directamente se están demoliendo las defensas del Estado de derecho frente a sus enemigos, que campan desatados por sus respetos. Lo fácil es mirar para otro lado y decir que aquí no pasa nada, porque la verdad es que todas estas noticias te estropean el puente y la emoción de los partidos del Mundial, pero si no alertamos y ponemos pie en pared frente a la deriva manifiestamente iliberal y autoritaria del Gobierno corremos el riesgo de acabar como en Venezuela. Y como tantas otras veces no habrá pasado nada hasta que pasa y estos malandrines encantadores nos habrán robado la democracia como quien no quiere la cosa.

Sánchez se comporta como un sátrapa espoleado por sus socios unidos por la argamasa del populismo, la aversión a la democracia liberal y el odio a España, y los demócratas tenemos la obligación de frenar la deriva antidemocrática del Gobierno antes de que sea demasiado tarde.

Nacho Martín Blanco es portavoz de Ciudadanos en el Parlamento de Cataluña

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