Los renovadores de Junts piden superar ya la era Puigdemont
El sector descontento con la estrategia de confrontación pide dejar atrás 2017 e ir a un rearme ideológico
La capacidad de influencia sobre Pedro Sánchez es inversamente proporcional a su papel cada vez más difuso en el Parlament
El TC de Pumpido avala la amnistía pero Puigdemont no puede volver
Barcelona
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Iniciar sesiónAtrapados en un doble bucle: el de un partido desdibujado ideológicamente y anclado aún en la retórica de 2017, y el de su presidente, Carles Puigdemont, cuya situación personal impide precisamente a la formación cerrar etapas y presentarse ante los electores como una opción ... atractiva. Así resumen miembros de lo que podría definirse como sector renovador o pragmático de Junts la situación por la que atraviesa el partido, cuya influencia y capacidad de presión en el Congreso de los Diputados es inversamente proporcional a su posición cada vez más difuminada en el Parlament, su campo de actuación natural y donde el PSC está ocupando sin oposición el espacio de la centralidad política. «Seguimos anclados en el discurso del 'lo volveremos a hacer', como si aún estuviésemos en 2017. Y Cataluña ya está en otra fase», añade otra voz alineada con este sector.
La percepción es que mientras la sociedad catalana está dejando atrás el 'procés' y su resaca, los partidos independentistas, amarrados a los viejos liderazgos –el de Oriol Junqueras en ERC y el de Carles Puigdemont en Junts–, van por detrás, incapaces de adaptarse a los nuevos tiempos. «Tenemos un partido secuestrado», resumen los renovadores de Junts cuando se les pregunta precisamente por el papel de Puigdemont, para quien el aval del Tribunal Constitucional a la ley de Amnistía no implicará, al menos hasta final de año, según los tiempos judiciales que se calculan, la posibilidad de retornar a Cataluña.
La paradoja dentro del partido –heredero de Convergència Democràtica y luego del PDECat– es que probablemente Puigdemont, aunque perdedor en los comicios a los que ha concurrido, es de manera simultánea su mejor baza electoral y a la vez el freno que impide la irrupción de nuevos y necesarios liderazgos, reconocen varias fuentes del partido consultadas.
«Hasta que no se solucione su situación personal, no avanzaremos», sostienen en el partido los definidos como pragmáticos, convencidos de que el regreso de Puigdemont a Cataluña no debería implicar que repitiese como cabeza de cartel en las próximas autonómicas. «Ya lo intentó en 2024 con toda la épica y no venció, dudamos de que quiera arriesgarse de nuevo», intuyen las mismas fuentes. Otras fuentes del partido, por contra, más alineadas con la figura de Puigdemont, le siguen señalando como el único cartel capaz de retornar a Junts al Palau de la Generalitat. «Es nuestra mejor baza», señalan.
Frente a quienes siguen teniendo a Puigdemont como referente, en un orden mesiánico que ni Pujol había logrado, los críticos lamentan precisamente que esa adoración sin fisuras es la principal debilidad del partido, una adhesión que, reconocen, se debe también a la solidaridad por su situación personal de «sufrimiento debido al exilio». Con todo, sostiene este sector que, pese al discurso de confrontación dominante que propugna Puigdemont, su posición es mayoritaria entre la militancia, pero que la dirección es adicta a su presidente por una cuestión también de orden práctico: «Casi todos los miembros de la Ejecutiva tienen cargos orgánicos o institucionales. Nadie rechista. El círculo que controla el partido no deja espacio para un debate sano y abierto», se apunta en alusión a Jordi Turull, Míriam Nogueras, y Josep Rius, quienes conforman ahora el núcleo duro en torno a Puigdemont. Las mismas fuentes excluyen a Antoni Castellà de este círculo.
Ante este panorama, los críticos con la actual dirección han optado por una posición hasta cierto punto conservadora, una suerte de repliegue táctico para evitar daños a la espera de tiempos mejores. «Dar la batalla ahora por un cambio de estrategia sería estrellarse», resumen entre la resignación y la esperanza de que por fuerza el partido tendrá que afrontar su renovación. Entretanto, asumen estar inmersos en una travesía del desierto que aún puede durar años, y que esta solo se superará mediante una catarsis en forma de derrota electoral. Si no hay adelanto de las generales antes –un terreno que sería igualmente poco propicio para Junts, quinta fuerza en Cataluña en 2023–, la vista está fijada en las municipales de 2027, donde Junts puede volver a sufrir un revolcón, con una plaza como la de Barcelona ya no solo con la alcaldía fuera de alcance, sino con la posibilidad de un resultado catastrófico con un cabeza de cartel sin tirón, como es el caso del semidesconocido Jordi Martí, actual jefe de filas municipal de Junts. Más allá de la capital, la pujanza de una Aliança Catalana en fase expansiva supone una seria amenaza para el otrora poderío municipal convergente.
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En parte de Junts, particularmente entre los alcaldes, existe el temor a que si el partido no se rearma ideológicamente va a seguir apareciendo ante el elector como lo que es ahora, un movimiento netamente independentista pero sin otro perfil definido. «No puede ser que Junts no tenga un discurso claro a favor de la ampliación del aeropuerto, o que no abanderemos con claridad la batalla por la supresión del impuesto de Sucesiones», sostienen en este sector, partidario de modular el discurso «nacional» y fortalecer el ideológico. Junts, reconocen, es un partido «contaminado», como sucede en el conjunto de Cataluña, por un discurso de izquierdas dominante y sobrerrepresentado a todos los niveles.
«Mientras, Illa consolida el tripartito de izquierdas, lo que le permite presentarse como la opción centrista», lamentan las mismas fuentes sobre un 'president' de perfil cada vez más 'convergente'. Resignados, los nostálgicos de la vieja CDC esperan su momento.
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