Cataluña, 'hub' del hachís hacia Europa

En apenas 18 minutos, habían descargado 2.000 kilos de hachís desde las embarcaciones al interior de los vehículos. Una de ellas -los investigadores lo supieron después- consiguió abandonar el puerto, donde pretendían repostar y emprender la vuelta a su país de origen. En este caso, la intervención policial abortó el regreso de dos de ellas, que los narcos abandonaron, al verse acorralados. Una tercera consiguió escapar, y es que estas semirrígidas, de entre ocho y quince metros de eslora, pueden superar los 1.200 CV, lo que, prácticamente, impide darles caza. El balance final de este caso fue la aprehensión de cinco toneladas, y de 13 detenidos más, hace tan solo unas semanas. Desde los líderes, hasta los lugartenientes de la organización, pasando por los pilotos de las lanchas y el personal de apoyo en tierra.

La ruta para transportar hachís hasta la costa catalana, «no es nueva», ha precisado esta mañana el también inspector Antoni Salleras, jefe del área contra el crimen organizado de los Mossos. Esta vía marítima tuvo cierto apogeo entre 2003 y 2005, aunque en los años posteriores fue casi residual, hasta que la presión del OCON-Sur (organismo de Coordinación de Operaciones contra el Narcotráfico) de la Guardia Civil en el Campo de Gibraltar y la Línea de la Concepción hizo que los traficantes buscasen nuevas vías de entrada de la droga. Desde entonces, los cuerpos policiales no han dejado de detectar desembarcos en el litoral catalán, «una zona idónea de conexión con Marruecos para introducir la droga en Europa«, ha precisado Salleras.

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Elena Burés

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Primero fue Tarragona -por la planicie del Delta, que permite a los narcos abortar una descarga si detectan vigilancia policial- y ahora el desembarco de hachís ya afecta a las tres provincias con mar. Eso sí, desde el Cuerpo precisan que, a diferencia del fenómeno de la marihuana, las redes criminales no se han asentado en Cataluña y el tráfico de esta droga tampoco ha penetrado, todavía, en el circuito legal. Eso sí, advierten sobre la existencia de «grupos locales» que presentan sus servicios a los narcos. El balance de decomisos y detenidos ha experimentado un crecimiento exponencial durante los últimos años. También el de los vuelcos, aunque en este caso, sin que les conste ningún homicidio, pese a los asaltos con armas de fuego.

Solo entre enero y octubre de este año, la Policía catalana se ha incautado de once toneladas de hachís -frente a las cinco y media de 2021, y las diez del año pasado- y ha detenido a más de 900 personas, relacionadas con su tráfico. Además de desarticular 15 redes, también han desmantelado «bases logísticas». Desde talleres clandestinos donde ensamblaban las denominadas narcolanchas, o almacenaban la droga hasta su siguiente destino, por vía terrestre, por la autopista AP-7, que es la «arteria principal» para su distribución por otros países europeos. «Los narcotraficantes llevan 600 o 700 kilos en un coche, por el método 'go fast', precedidos de otro cuyo conductor alerta si hay controles». Otra de las vías es camuflar la droga entre mercancías lícitas o en caletas -escondites en los vehículos-.

Sobre la violencia asociada a las organizaciones, los narcoasaltos casi se han doblado durante el último año, pasando de siete a trece. La mitad de ellos, con armas de fuego, «para asegurar que la resistencia sea mínima». Aunque por el momento, nada comparable a los vuelcos a los traficantes de marihuana, precisan desde el Cuerpo. También han evolucionado los fardos, ha detallado López Garzón. Si a principios de los 2000, «los que llegaban a la costa catalana estaba preparados de forma rápida, hoy son más elaborados, con rafia de mayor calidad, e incluso pegatinas tipo logotipo para crear marca, ante la competencia».

Además, ahora han aumentado su peso. De 30 a 36 kilos, y les han incorporado asas, como si fuese una mochila, para facilitar su descarga. Quienes participan en éstas suelen integrar núcleos familiares -en el caso Pekín eran dos familias- por la necesidad de «confianza». Dos de ellos, ya investigados por simulares delitos en Galicia y la Costa del Sol (Málaga). El perfil es de entre 21 y 60 años, la mayoría, nacidos en España. También algunos del país de origen de la droga. Ahora, junto a la marihuana, el tráfico de hachís también se convierte en una de los prioridades de los Mossos.