Colau, la paja en el ojo ajeno

Éxito para quién y para qué, pues no quedó claro en que ha consistido para la capital catalana el beneficio de que en su plaza no se programen corridas de toros por el miedo empresarial a una situación política y social idílica, según se desprende de las palabras de Colau. «Las ciudades no quieren ser escenario de violencia y sufrimiento», dijo la alcaldesa, y ahí queda la duda si se refería al espectáculo taurino o hacía una radiografía de la situación en su feudo. Los toros, mal que le pese a la señora Colau están protegidos por ley como manifestación cultural, mientras que desde su propio Ayuntamiento, su Guardia Urbana insiste en que Barcelona es una ciudad insegura en donde se vive un aumento de la delincuencia, por la «permisividad» y la «falta de apoyo institucional» que siente la policía local. Aumentan las violaciones y las agresiones sexuales, es la ciudad más okupada de España. En definitiva que Barcelona «lidera el ranking de delincuencia en España», según palabras de las líder de Valents, Eva Parera, en ABC.

La capital de Cataluña sin toros iba a ser más libre, más culta, más segura, y con el pasar de los años, ni más libre ni más culta, ni, mucho menos, más segura. La culpa era de los toros como se empeñó en insistir la primer edil en defensa de quienes querían prohibir la Fiesta en Francia. La defensa sin fisuras que hicieron de los toros el medio centenar de ciudades taurinas francesas, al margen del color político de sus gobiernos, llevaron la cordura a la Asamblea Nacional. Colau, con la viga en su ojo.