ruido blanco
Embajadores del éxodo
Los embajadores del pasado no venden futuro; sólo avivan la nostalgia
Viaje a la soledad
Mala amante la fama
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Iniciar sesiónDe mis años de estudiante recuerdo una Segovia amable, añeja y elegante que parecía prepararse durante toda la semana para recibir pulcra y sonriente los autobuses de turistas que llegaban en bendita avalancha el fin de semana. Mi Segovia está hecha de bares que ya ... no existen, discotecas que cambiaron de nombre y cines que son hamburgueserías. El palacete que fue residencia universitaria lleva casi dos décadas olvidado y ya no sé si con el cambio climático las cigüeñas siguen apoyándose a una pata en los pináculos de la dama de las catedrales cuando aprieta el frío y el rocío de la madrugada. Sería un buen embajador de Segovia, una parte de lo que soy le pertenece, pero hablaría de las calles que alborotamos a los veinte. Contaría entusiasta una cápsula del tiempo con postales endulzadas de añoranza. Algo así le pasa a mi padre con Madrid (donde vivió a finales de los setenta) y cada vez que regreso de Chamartín me explica una capital, todavía con grises y que anhela estallar en libertad, que solo perdura en su cabeza.
Los embajadores del pasado no venden futuro; solo avivan la nostalgia. Y no porque aquel tiempo fuera mejor, que no lo fue, si no porque cuentan una Castilla y León antigua, un lugar en el mundo que les obligó a marcharse. Esta comunidad no necesita embajadores del éxodo que hablen desde las entrañas y el regreso en vacaciones, le urge dar voz fuera a los cónsules irreductibles manchados de tierra que habitan pueblos y ciudades a pesar de los cantos de sirena de todos los madriles. Nuestros mejores embajadores son los que se han ganado el presente e intentan un futuro distinto. Porque por mucho que duela Castilla y León es más bonita y más acogedora desde fuera, para los que no batallan día a día con las asignaturas pendientes. Pero también menos creativa, emprendedora y diversa de la realidad que, a pesar de la política y el olvido, empuja un cambio de ciclo. Está bien que la Junta reconozca y premie a los paisanos que tuvieron que marcharse, pero no tanto que ellos sean la voz autorizada que nos venda de memoria. Cada vez que vuelvo, ya no conozco Segovia.
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