VÍA PULCHRITUDINIS
Pobres
Lo que no va a solucionar nadie es el muro infranqueable entre pobres y ricos de espíritu
Periodismo silencioso
'EsperanZa'
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Iniciar sesiónLa brecha salarial en el mundo cada vez se agranda más. Los ricos son más ricos y los pobres son más pobres. Las clases medias desaparecen al mismo tiempo que los oligarcas rusos se pasean por Marbella y los dueños de las tecnológicas americanas se ... casan en Venecia. Las cuentas corrientes se desenvuelven entre los que tienen que rellenar la despensa acudiendo al Banco de Alimentos y los que necesitan millones para mantener atracado un yate descomunal que sólo utilizan quince días al año. Reyes y plebeyos del siglo XXI que, aunque parezca mentira y por motivos bien distintos, piensan aquello de «virgencita déjame como estoy».
El mercado laboral da de sí lo que da de sí y mientras intentamos subir el salario mínimo interprofesional para que los niños no pasen hambre escuchamos a lo lejos que la Inteligencia Artificial nos salvará. Amazon, Google, Meta y hasta el frutero de la esquina venden en sus neones que el servicio y el producto mejoran gracias a algoritmos mágicos. Tienen razón, ayer leí que fueron capaces de engendrar un bebé con los dos únicos espermatozoides válidos de los que disponía el padre de la criatura. Sí, la Inteligencia Artificial es capaz de encontrar una aguja en un pajar. El irrenunciable y deseable avance de la ciencia nos traerá infinidad de cosas buenas y también un mercado laboral que en tres o cuatro años no lo va a reconocer ni la madre que lo parió, como decía Alfonso Guerra. La economía por un lado y el hambre por otro ofrecerán en breve la solución a semejante escenario, de peores hemos salido.
Lo que no va a solucionar nadie es el muro infranqueable entre pobres y ricos de espíritu. No importa que sean multimillonarios futbolistas capaces de percibirse a si mismos como Leonardo Da Vinci o peones de obra mileuristas que se creen las proclamas de ese cuñado tan populista como extremista. El problema no está en el dinero sino en la aceptación del salvajismo como opción. Relativismo de red social que adora lo estrambótico y hasta lo perverso por su cuestionable condición de extraordinario. Al grito de «tengo derecho» se defiende la imbecilidad como cualidad. La grosería y la aberración estética se suman a los méritos que se describen en los currículums mientras alguien redacta una ley afirmando no sólo que puedes hacer lo que te venga en gana sino que, sea lo que sea, te dan puntos para una subvención.
Nos va a doler y mucho ver cómo la gente pasa hambre mientras otros comen angulas a dos carrillos. Ese será un fracaso ético y económico, pero el remate vendrá cuando unos frente a otros se empiecen a disparar. Unos defendiendo el derecho a ser idiotas y los otros pensando que los de enfrente se lo tienen merecido por imbéciles y que hay que quitarles las subvenciones.
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