Acogimiento familiar: la «segunda oportunidad» que busca aliados
El programa de la Junta de Castilla y León que ejecuta Cruz Roja necesita hogares para más de un centenar de menores en espera
Mil familias de Castilla y León se ofrecen a Cruz Roja para acoger menores ucranianos
VALLADOLID
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Iniciar sesiónA los ocho años, Pedro entró junto a sus tres hermanos en un centro de acogida en Palencia. Sus circunstancias familiares complicadas hicieron que llegaran hasta allí tutelados por la Junta de Castilla y León. Los dos de menor edad no tardaron en ser ... adoptados; él y el hermano más mayor salieron de allí dos años después de la mano de una familia de acogida.
«Para mí fue una segunda oportunidad. Cuando me lo plantearon ni me lo pensé», recuerda sobre el momento en el que le ofrecieron el cambio. «Cuando estaba en el centro yo únicamente pedía, por favor, no quedarme solo y que no tuviera que vivir literalmente debajo de un puente». Y no lo hizo. Primero fue un acogimiento temporal, que más tarde pasó a ser permanente. Así continuó hasta que cumplió los 18 años -el programa finaliza al alcanzar la mayoría de edad y se puede prolongar hasta los 21- y en adelante. «Mi hermano optó por tomar otro camino y yo decidí seguir con ellos, y a día de hoy nos vamos de vacaciones juntos, yo me quedo con mis hermanos pequeños...».
El hogar al que llegó ya tenía un hijo biológico. «Le dijo a sus profesores cuando llegamos que los Reyes le habían traído dos hermanos mayores», ríe, y más tarde llegó otro bebé. «Yo me sentía parte de la familia, pero fue entonces cuando cogí por fin seguridad», dice. No hubo «ningún problema» entre los cuatro niños, asegura Pedro, que en un principio sí mantuvo la relación con su familia biológica -una de las características del programa es que existe ese contacto con reuniones, llamadas o en puntos de encuentro porque si es posible, los menores volverán a ese entorno-, pero después se decidió -entre él y el programa- cortarlo.
«Yo siempre estaré muy agradecido», expresa al mirar atrás. «Si en mi época no hubiese existido el acogimiento, yo sería hoy un bala perdida», concluye. Y es que lo que su nuevo destino le ofreció fue una «estabilidad» que hasta entonces no conocía. «Con mis padres biológicos nos estábamos trasladando cada dos por tres. Pude empezar a hacer amistades, también tener el sentimiento de que te dan cariño, a pesar de que al principio éramos un poco reacios, la posibilidad de celebrar un cumpleaños con tus amigos y sobre todo de mirar a un futuro distinto», enumera.
Solo existe un «hándicap» al que se enfrenta este programa que ejecuta Cruz Roja y pertenece a la Junta de Castilla y León, considera. «Siempre se suele buscar -por parte de los adultos participantes- el acogimiento de bebés, pero un niño, tenga la edad que tenga, siempre va a querer tener unos padres, tener una familia a la que pertenecer», expresa.Un gesto «altruista» Y en su caso puede decir que la tiene. «A todos los efectos yo les considero mi familia. Me casé el año pasado y mi madre fue mi madrina», relata sobre las puertas que le ha abierto esta «segunda oportunidad» que ahora necesita aliados para poder atender a los más de cien menores -108, en concreto- que hay en espera.
«Yo a mis amigos siempre se lo digo: 'Legalmente soy huérfano -sus progenitores biológicos fallecieron-, pero tengo a mis padres aquí conmigo», explica antes de animar a participar en el acogimiento familiar. «Es un gesto altruista, se está ayudando a un niño a que salga de una mala situación, a que tenga una oportunidad, un regalo en su cumpleaños, a tener su cuarto propio...». En definitiva, «una vida normal», resume.
Lo saben bien Montse y Jaime, que hace 13 años dieron el paso para convertirse en familia acogedora. «Una amiga me comentó que conocía a alguien que estaba participando, hicimos la formación y hasta hoy», explica ella. Y desde hace once años son ese pilar de estabilidad para cuatro hermanos que residen con ellos en la provincia de Zamora. Empezó siendo algo temporal -previamente también acogieron a otros dos menores por un periodo concreto-, pero pasó después a ser permanente. Un cambio que suele producirse cuando se ha demostrado la imposibilidad de que los menores regresen a su núcleo familiar original -no solo con los padres, pueden ser acogidos por algún tío, abuelos...-. «Siempre pedimos que fueran un grupo de hermanos para que no tuvieran que separarse y a ellos les ha venido bien. Se tienen unos a otros», subraya Montse.
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Hubo un tiempo en que fueron seis porque sus dos hijas biológicas -mayores que los cuatro acogidos- vivían también en el domicilio. «Hoy ya se han ido, pero nunca ha habido problemas», explican. En vacaciones, Navidad o Semana Santa la casa vuelve a acoger a todos, incluidos ahora los nietos. «A ellos también les ha venido muy bien. Mi nieta pequeña y la más pequeña que tenemos con nosotros hablan casi todos los días por videollamada», cuenta Jaime.
Sin límite de edad
Es muy importante que los hijos biológicos se involucren y en nuestro caso lo han hecho», explica Montse. «Ellos las tratan como si fueran sus hermanas mayores y al revés», detalla sobre la relación. «Por nuestra parte, tenemos que actuar como padres, aunque tienen contacto con su familia biológica. Los educamos y queremos como hemos hecho con nuestros propios hijos y, aunque todos somos conscientes de que no somos sus padres nos tratan y les tratamos como tal», insiste. Y eso hace que tengan «40 años, pero a los 60 y hasta que el cuerpo aguante», ríe Jaime porque para el acogimiento «no hay límite de edad».
«Mis amigos me dicen que cómo me pongo yo a criar niños ahora, y yo les contesto que si creen que me voy a ir con ellos a los viajes del Imserso», continúa. La actividad la mantienen. «Nos animan a hacer muchas cosas y tenemos una vida muy normal. Vamos de vacaciones y hacemos otro tipo de viajes, a parques temáticos, a la playa…», indica Montse que junto a Jaime se ha ofrecido incluso a ayudar más. Les impulsa el hecho de que es un «proyecto buenísimo y positivo». «Es muy gratificante poder ayudar a otros», señalan, y por eso animan «sin duda» a participar. «En todo momento te sientes acompañado por Cruz Roja y la Junta. Están pendientes y si necesitas ayuda, te van a acompañar porque los dos queremos lo mismo: lo mejor para los niños». Si algo debe mejorar, dicen, es dar más visibilidad: «La gente aún se queda muy sorprendida cuando le decimos tenemos menores en acogida».
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