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Vicente Á. Pérez - Corazón de león

Melancolía

«Bueno sería que los leoneses se sacudieran la melancolía y la resignación»

Vicente Á. Pérez

Crece la sensación de que por tierras leonesas el recio rocío mañanero ha echado raíces, así como la asfixiante niebla y la lluvia que diluvia para conformar un paisaje de melancolía que ensombrece hogares y lleva la tristeza a las gentes; tristeza vaga, profunda, que hace que quien la padece no encuentre gusto ni diversión en nada. El pesimismo , o quizás el oportunismo político, lleva a algunos pontífices del moderno periodismo a enterrar a los leoneses en la hiriente tumba de la resignación, o sea, de la conformidad y paciencia ante las adversidades, llámense niebla o lluvia, llámense paro o desencanto.

Se dice y se escribe que por León cunde el viento de la desesperanza e incluso de la rendición; que la palabra futuro es un arma sin pólvora y que la niebla no se levantará así llegue la primavera, que ha llegado vestida de invierno. Se dice y escribe que por León sólo queda en pie la catedral que, por cierto, el próximo día 27 «celebra» el quincuagésimo aniversario del incendio que amenazó con destruir el mayor símbolo de la capital. A Dios (y a los bomberos) gracias, la catedral permanece enhiesta medio siglo después, como ejemplo de que hay cimientos que resisten los embates de tiempos, modas y políticas . No puede decirse lo mismo de esas otras «catedrales» modernas levantadas en este León por los «arquitectos» del «café para todos», cuando lo de las Autonomías y la i griega de Castilla y León. Por estas tierras leonesas se levantaron sueños que devinieron en monstruos, como el Musac , un ruinoso aeropuerto «internacional», unas deficitarias autopistas, una fracasada «Ciudad de la energía» en Ponferrada, una Universidad que está en la cola de la lista… Al menos el AVE, que ha llegado con tres lustros de retraso respecto a las previsiones políticas, ha aterrizado en la capital.

Menos es nada, que diría el más optimista de estos leoneses que parecen hundidos en la melancolía.

Julio Llamazares, escritor afamado y gran defensor de su tierra leonesa (aunque su cuna dormite eternamente bajo las aguas de un pantano), ha recordado en un reciente artículo el término «morugo» , un leonesismo que la Academia define como «dicho de una persona taciturna, huraña y esquiva». Pues sí: los leoneses son conocidos como cazurros o como morugos; lo de cazurro tiene un pase, pues, a fin de cuentas, viene a significar «cabezota», aunque el diccionario se refiera a «malicioso, reservado y de pocas palabras»; es más, los hay que presumen de cazurros allá por donde vayan. Pero el morugo, que estaba desterrado, parece volver con el desencanto.

Para arrancar las raíces del rocío, despejar la niebla y achicar el diluvio bueno sería que los leoneses se sacudieran la melancolía y la resignación . Y menos mirar a Valladolid y más a León. Ni en el victimismo ni en los políticos está la solución…

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