Fernando Conde - AL PAIRO
Aldo Narejos
«La industria musical va atontando melódicamente a los jóvenes y, de paso, haciendo caja con una facilidad que sólo se entiende en una sociedad idiotizada como la que vivimos»
Fernando Conde
A lo largo de toda esta semana el Centro Cultural Miguel Delibes ha programado la actuación de un joven músico llamado Aldo Narejos. Probablemente este nombre a usted no le diga nada. Aldo Narejos es músico y es cantante, pero no es Enrique Iglesias… No ... es Enrique Iglesias ni quiere serlo. O no, al menos, desde un punto de vista musical -supongo que su cuenta corriente no le importaría tenerla; a mí tampoco-. Pero, según este crítico musical, psicólogo y «youtuber» de éxito, criado a los pechos del valle de los Pedroches cordobés, Enrique Iglesias ni siquiera sabe cantar . Aunque tampoco le hace falta, afirma Aldo, porque para eso están los ordenadores y los programas informáticos. Pero, ¡cómo es posible!, ¡qué me estás contando -o cantando-, Aldo! ¡Cómo que uno de los artistas que más discos vende en el mundo, que más salas llena y que más canciones del verano ha parido en los últimos diez años no sabe cantar…!
Pues sí; justamente eso les ha dicho -y les ha demostrado- a los cientos de chavales que han podido disfrutar de un programa educativo y divulgativo de primer nivel. Eso y que, por ejemplo, una de cada tres canciones de las que escuchamos y tarareamos hoy en las radiofórmulas comerciales son ¡la misma canción ! Esto puede parecer una «boutade», una salida de tono e, incluso, la afirmación gratuita de alguien que va un poco sobrado. Pero entonces, va Aldo y se pone a cantar sobre el escenario el estribillo de un montón de canciones de moda que repiten constante y machaconamente una misma secuencia de acordes, a saber, Sol-Re-Mi-Do. Y con esos cuatro elementos, como si se tratase de los cuatro elementos de la alquimia clásica, y añadiendo unas letras sencillas que hablan indefectiblemente de tres únicos temas («mami, yo quiero estar contigo»; «mami, si no estoy contigo, yo me muero»; y «mami, no te vayas… con otro; pero si te vas, vamos a ser felices los cuatro»), la industria musical va atontando melódicamente a los jóvenes y, de paso, haciendo caja con una facilidad que sólo se entiende en una sociedad idiotizada como la que vivimos.
Y en ese mismo sentido, Aldo Narejos, que debe de ser el individuo más odiado por los sellos discográficos de todo el mundo (junto con el inventor del Emule) , remata su faena asegurando que la música comercial, además, ejerce una función destructiva sobre los niños. Y lo cierto es que después de ver su espectáculo uno acaba convencido de que así es, y que ese reggaetón, que todo lo copa ahora, no es otra cosa que una dosis sedante y de fácil administración para adoctrinar y aborregar cabezas. ¡Qué asco de mundo! ¡Ojalá hubiera mucho Aldos!.
Aldo Narejos
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