artes&letras castilla-la mancha
La toledo aragonesa que fascinó a Bécquer
Una guía literaria, 'El Pincel y la Pluma', del molinense Manuel Martínez Forega, relata la estancia de los hermanos Bécquer en la comarca de Tarazona, la ciudad que Bécquer comparó con Toledo
Concluye la restauración del grupo escultórico de Bécquer en el parque de María Luisa de Sevilla
MARI CRUZ MAGDALENO
Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870) es el máximo exponente del romanticismo español y el poeta más influyente en la literatura española contemporánea. Sin embargo, Bécquer murió sin haber publicado nada más que artículos, porque el autor del libro de poemas más leído de todos ... los tiempos, Rimas, fue periodista ante todo, a eso dedicó toda su vida y de eso vivió, y por esa actividad se le conocía en su época, además de su actividad política y como censor de novelas, cargo que recibió de González Bravo, el liberal radical feroz perseguidor de progresistas que fundó la Guardia Civil y llegó a ser presidente del Consejo de Ministros en 1868, último gobierno del reinado de Isabel II.
Bécquer trabajó en destacados medios de la época como El Contemporáneo de redactor y director; en El Museo Universal de director y en La Ilustración de Madrid como director literario. Pero nunca llegó a conocer la gloria como escritor, ya que toda su obra no se publicaría hasta 1871, un año después de su muerte con ese título, Obras, donde se incluirían sus poemas con el título Rimas. La imagen idealizada que del poeta hicieron sus amigos una vez muerto no es más que una manipulación romántica, pintado como un pobrecito bohemio y sufridor de triste vida y amores sólo platónicos; no fue tal, pues estuvo vinculado al poder en política y como periodista vivió con intensidad su corta vida (murió con 34 años) y hasta fue tildado de «sucio» (en lo moral) por alguna de sus pretendidas.
Pero Bécquer no era un periodista cualquiera de corta y pega o dimes y diretes, sino «uno de los maestros indiscutibles del periodismo literario» donde se acerca a lo poético con una prosa literaria moderna. Lo dice Manuel Martínez Forega, castellano-manchego de Molina de Aragón, aunque residente en Zaragoza, en su libro 'El pincel y la pluma', una guía literaria editada por la Fundación Tarazona Monumental, en la que se da informada e ilustrada cuenta de la estancia de los hermanos Bécquer en la comarca de esa vetusta ciudad aragonesa, con el emblemático Moncayo, el pico más alto del Sistema Ibérico, de testigo. Bécquer iba con su hermano Valeriano a todos lados como acreditado tándem pintor-escritor. Si el periodismo que más admiro es el de investigación, el periodismo que más amo es el literario y si amas la literatura no hay mejor manera de viajar que con una guía literaria, yo lo hice con Kafka en Praga y el disfrute fue increíble. Manuel Forega es también un acreditado poeta, ensayista y traductor además de un excelente activista cultural, que todos los mayos, más de 20, organiza un encuentro poético en Peralejos de las Truchas (Guadalajara) con un tema de candente actualidad, que en 2025 ha versado sobre Inteligencia Artificial y Poesía, a cargo de la poeta de Trasmoz Cristina Prieto.
Bécquer, que nació en Sevilla en 1836, se trasladó a Madrid en 1854 e, iniciada su trayectoria como periodista en El Contemporáneo en 1860, recorrió toda España en busca de relatos pertenecientes a las costumbres populares. Desde 1858 ya venía publicando en los medios sus Leyendas que le otorgaron gran reputación, inspiradas muchas de ellas en Toledo a donde viajaba esporádicamente desde Madrid con su hermano Valeriano. En ese tiempo escribiría el único tomo sobre la Historia de los templos de España que se publicó en lujosos fascículos y que versaba sobre Toledo, primero y último porque el proyecto fracasó no por su calidad, excelente, sino por falta de apoyo económico.
Pero sobre 1860, Bécquer contrajo sífilis - perdón, tuberculosis según sus 'asesores de imagen' -, precisamente la especialidad del padre de Casta, venéreo doctor con consulta en Madrid y casa en Noviercas (Soria) en la frontera con Aragón, con cuya hija se casaría en 1861. Y fue esta enfermedad la que le hizo visitar la Comarca de Tarazona, más concretamente el Monasterio de Veruela por recomendación de un amigo que huyó a Tarazona acosado por sus deudas, el poeta Augusto Ferrán. De esa estancia es testigo fidedigno el libro-guía de Manuel Martínez Forega, porque desde allí, entre 1863 y 1864, además de extraer leyendas, Bécquer enviaría a El Contemporáneo en Madrid una serie de relatos periodísticos escritos como cartas con el título Desde mi celda y este comienzo: «Queridos amigos».
El Gnomo, La Corza Blanca, Los Ojos Verdes son leyendas aragonesas. La fascinación de Bécquer por la Comarca de Tarazona y el Moncayo no tuvo límite en su imaginación y logró convertir Aragón en uno de los lugares emblemáticos del romanticismo español e influir en la mirada que todos proyectamos sobre estas tierras en la actualidad. Bécquer llenó de magia el Moncayo exaltando con su maestría extrasensorial, lo sobrenatural, lo maravilloso, lo fantástico, lo extraordinario, lo oculto, lo onírico lo fantasmal, todo ello alentado por una imaginación desbordante; un oasis literario en un periodo donde dominaba la prensa oficialista mellada por la continua inestabilidad política e «histórico cansina», que diría una amiga manchega, de los unos y los otros. Y tal fue su éxito que los medios de provincias republicaban sus relatos de los medios de Madrid.
Tarazona fue el primer destino de nuestro poeta, llegado de Tudela, donde lo dejaba la diligencia, cabeza de una comarca que ya nunca fue lo mismo desde la estancia de un Bécquer fascinado por esta tierra: «Hay aquí, en todo cuánto a uno le rodea, un no sé qué de agreste, misterioso y grande que impresiona profundamente el ánimo y lo predispone a creer en los sobrenatural». Una Tarazona a la que comparó con Toledo: «Tarazona es una ciudad pequeña y antigua; más lejos del movimiento que Tudela, no se nota en ella el mismo adelanto, pero tiene un carácter original y artístico. Cruzando sus calles con arquillos y retablos, con caserones de piedra llenos de escudos y timbres heráldicos, con altas rejas de hierro de labor extraña y exquisita, hay momentos en que se cree uno transportado a Toledo, la ciudad histórica por excelencia».
En Tarazona, Manuel Forega, el poeta molinense autor de 'El Pincel y la Pluma' me acompaña en el que fue primer recorrido de Bécquer por la ciudad: «En este parque estaba ubicada la Posada de San Francisco que era posta y posada, aquí llegó Bécquer en diligencia desde Tudela, era el lugar donde se hospedaba su amigo Augusto Ferrán en Tarazona, pero no se alojó con él, sino que se dirigió a lo alto de la ciudad por la calle Visconti, y la calle Marromán, pasando cerca de edificios renacentistas y casonas blasonadas que le hicieron recordar Toledo. Corría el año 1864, le llevaba las maletas un zagal, hasta otra Posada, la Posada del Obispo. En este lugar que ahora es el Bar Los Escudos, apareció en una rehabilitación el escudo que cita Bécquer blasonando la posada. Luego pasaría por la calle del Teatro y aquí está la que fue Posada del Obispo- señala al llegar a la Plaza de la Almehora- la ventana era la puerta con arco de medio punto que han quitado ahora rehabilitada como casa privada de Ana Martínez, que yo he podido visitar, conserva el hogar o lar con las cadieras (bancos), el embaldosado original y las escaleras de subida. Desde Tarazona, Bécquer se dirigirá posteriormente al Monasterio de Veruela en caballería, donde alquilarían su estancia por 25 duros al año».
Estaba el poeta molinense acabando su relato cuando apareció allí, como de la nada, una mujer de increíble pelo rojo encendido, traía un libro en la mano que nos ofreció: La forja de un paisaje cultural sobre Bécquer en el Moncayo, de Antonio Domínguez, editado por Olifante Ediciones de Poesía, su editorial. Se trataba de Trinidad Ruiz Marcellán, además de editora, poeta, primera esposa del poeta Angel Guinda, y fundadora en Trasmoz de La Casa del poeta. Al día siguiente otra aragonesa, Teresa Ainaga, archivera municipal de Tarazona, analizaría conmigo un mapa del histórico cartógrafo y militar español Francisco Coello de Tarazona en la época de Bécquer.
Bécquer, con la magia de su pluma, llenó de más misterio si cabe esta tierra que ya nunca volvió a ser la misma y hermanó a su capital con Toledo para siempre. Desde la Toledo aragonesa, Tarazona, Bécquer recreó un espacio natural y patrimonial en mágico y paranormal: el pueblo maldito y brujeril de Trasmoz, la aldea de mujeres extraordinarias de Añón, la silente y melancólica belleza del Monasterio de Veruela en Vera del Moncayo, o el pueblo de Casta la incasta de Noviercas, ya en Soria. De la mano del gran poeta romántico, que residió allí durante un tiempo, «con la imaginación desasida de la materia y el cuerpo abandonado por el espíritu», podremos alucinar con estos lugares, donde el «viento gime en las ruinas», «el agua lame los muros», «las sendas se enroscan como culebras a las rocas» y «la lluvia azota el vidrio de los balcones», todo ello gracias a su espíritu romántico e imaginación portentosa que le hizo pergeñar para sus lectores, «sus amigos», historias extraordinarias y maravillosas llenas de personajes fantásticos, sueños imposibles y extrañas alucinaciones.
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