David Blanco, un detective con historias: «Mi trabajo me obliga a vivir muchas vidas en una»
Natural de La Puebla de Almoradiel, publica un libro en el que recoge dos décadas llenas de peripecias como agente privado: «Nuestra profesión es más artesanal. De pico y pala»
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Iniciar sesiónSi David Blanco (La Puebla de Almoradiel, Toledo, 1977) tuviera que poner una banda sonora a su vida como detective, elegiría la mítica canción 'La del pirata cojo' de Joaquín Sabina. Una letra que el cantautor escribió pensando en profesiones y ciudades que ... le parecían excitantes y que bien podría haber estado dedicada a la vida de tipos como él.
Un agente privado que se infiltra entre los toxicómanos de un poblado marginal por la mañana y, por la tarde, se desenvuelve con la misma soltura en una fiesta de la alta aristocracia. «Mi trabajo me obliga a vivir muchas vidas en una, pero al final tú eres quien decides con cuál quedarte», explica este almoradiense, que ahora se encuentra «cerrando el círculo» de su vida. Lo hace con la publicación de su segundo libro, 'Historias de un detective: secretos de una vida anónima', un texto autobiográfico «muy íntimo, donde me he sentido liberado y en el que he optado por sacar todo mi alma».
A sus 45 años, David está en una etapa donde disfruta de lo que más le apasiona: la creatividad. Le gusta escribir, componer, la música y los medios de comunicación. Con la ayuda de su guitarra, le brotaron unos versos para cada capítulo de su libro, lo que le sirvió «para coger el toro por los cuernos» y escribir con la «máxima sensibilidad» un volumen que «engancha desde el primer capítulo» -según las críticas, matiza- y del que ya se plantea escribir una segunda parte, centrada más en sus vivencias, además de un libro para niños.
En 'Historias de un detective' (Kailas Editorial) cuenta cómo ha sido su progresión profesional en 20 años participando en más de 2.000 operativos. Desde su primer día de trabajo hasta la actualidad. Para ello se apoya en la narración de pequeñas historias que le han ido sucediendo y que le hacen reflexionar sobre situaciones o sentimientos propios de la profesión como la soledad, el miedo, el éxito, el trabajo, el riesgo, la mentira o la traición.
Un trabajo que, desvela al lector, nada tiene que ver con lo que se muestra en las películas. «Hay muchos prejuicios. En el día a día tú no haces una llamada o das a un botón y te aparecen todos los antecedentes penales de una persona. Nuestro trabajo es más artesanal. De pico y pala», añade. Una labor que requiere de una gran astucia para recabar ciertos datos sin vulnerar ninguna ley, como es la de Protección de Datos y cuya máxima es: «No preguntes nada que no puedas conseguir por ti mismo».
Estafadores del amor, infidelidades, lesiones fingidas.... son solo algunas de las historias recopiladas por David que va desgranando en los diez capítulos de su libro. Son ejemplos de algunos de los casos a los que se enfrenta en su día a día como director de una agencia de detectives privados, donde reconoce que sus «servicios estrella» son los divorcios contenciosos y las bajas fingidas: trabajadores que hacen duplicidad de empleos con días de baja. «Desde la pandemia -indica- se ha notado un aumento importante de este tipo de servicios; muchas veces porque se han acostumbrado a teletrabajar y volver a la empresa les causa más dificultad y por eso buscan una excusa».
Una cámara en una bolsa de té
La paciencia, la determinación y el ingenio forman parte del ADN de David, que tiene en la tecnología un fiel aliado: «Siempre me ha encantado cacharrear porque es una fase de la investigación donde tienes que desarrollar la creatividad». Revela que a lo largo de su carrera profesional ha llegado a meter cámaras en piñas, limones, cajas de leche, botellas de agua..., «lugares que nada tienen que ver con los típicos bolígrafos o pines que aparecen en las películas y que el investigado jamás se imaginaría».
Recuerda cómo en los inicios de su profesión tenían que comprar el material en Estados Unidos, pero ahora «lo puedes encontrar en Amazon. Nosotros nos valemos de esa tecnología para integrarla en otros circuitos que no estén visibles». Sin ir más lejos, «el otro día metimos una cámara en una bolsita de té. Nuestra profesión nos obliga a ser discretos».
Se considera «un triunfador» por hacer de su trabajo «mi forma de vida». «Cuando eres capaz de dominar tu trabajo, dominarte a ti mismo y encima hacerlo con humildad, estás en el punto de considerarte un triunfador». Deja caer esta definición que le ayudó a componer su mujer, Elsa, de la que está muy enamorado: «Sin su ayuda hubiera sido imposible ser quien soy». «Ella tuvo que tomar las riendas de nuestra vida para que yo pudiera escribir este libro», reconoce un agente privado que, sin ser James Bond, compatibiliza su trabajo en la agencia con sus clases en la universidad, sus charlas de consultoría de seguridad y el trabajo más importante de su vida: cuidar de sus tres hijos, además de sus seis perros. «Me basta con que me recuerden como los alumnos de mi madre, Angelines, la recuerdan a ella, maestra jubilada».
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