Teatro de rojas
'Que de noche lo mataron', un Lope con traje a medida del siglo XXI
El Rojas cierra con esta revisión de 'El Caballero de Olmedo' su ciclo de teatro clásico
Ya está lista la oferta de primavera y el ciclo Contemporáneo
TOLEDO
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Iniciar sesiónEl Teatro de Rojas de Toledo ha cerrado la programación del ciclo de Teatro Clásico con la obra de Julieta SoriaQue de noche lo mataron, una revisitación de la clásica de Lope de Vega El Caballero de Olmedo. El espectáculo, articulado en ... forma de espejo, con una interpretación de la leyenda del famoso caballero tan cantado en la copla popular, con una propuesta siguiendo los cánones clásicos del Fénix de los Ingenios y otra, contando la misma historia por un motero o trabajador como mecánico de motos, ¡que sabe citar a Dante! y otros de su misma altura, ha estado dirigido con mucha imaginación y con cuidados detalles por Ahinoa Amestoy. La interpretación dinámica, incontenida, con desdobles sin solución de continuidad y con un ritmo trepidante, la ha llevado a cabo el actor Juan Cañas, a quien el texto de Soria le venía tan como anillo al dedo, que la obra bien se hubiera podido titular «El Caballero Juan Cañas».
El contenido, el meollo de la obra, ya lo imaginó Lope de Vega, y Julieta Soria lo que pergeña es un nuevo traje para vestir y dar personalidad a un personaje que sea perceptible por los ojos de la realidad que nos circunda. El objetivo era actualizar un clásico sin perderlo de vista, de ahí el desdoble en dos personajes, antagónicos (que en realidad es solo uno vistos en dos épocas diferentes): el histórico es don Alonso de Olmedo y el motero del siglo XXI, cuyo contraste no estaba en los conceptos, sino en el lenguaje y, por supuesto, en la manera de ser interpretados y en la forma de moverse, pues uno hace el camino de Medina a Olmedo a caballo y el otro en moto.
Reducir la obra de Lope de Vega de más de una docena de personajes a un monólogo con dos registros no es tarea fácil. Por supuesto, aunque se citan los personajes e incluso se representan algunos levemente, como es el caso de Fabia, que nos recuerda a la Celestina, la trama de El Caballero de Olmedo ha de ser muy peinada para dejarla en lo que le pasa, en lo que cuenta, en lo que imagina, en lo que intuye, en lo que recuerda, en lo que presiente, en lo que le asusta, en lo que ama, en lo que le enloquece y en lo que pierde el protagonista don Alonso y su alter ego, el motero. Hay algunas situaciones evidentes, la que más es la justa de toros en la parte clásica, que en el reflejo moderno Juan Cañas lo manifiesta con unos lances de capa. En esencia la obra Que de noche lo mataron nos muestra el camino de vuelta de Medina a Olmedo en una noche aciaga, hasta el asesinato del caballero, pero nada se dice de la muerte de los asesinos; y ahí queda la copla: «Que de noche lo mataron / al caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo. / Sombras le avisaron / que no saliese, / y le aconsejaron /que no se fuese, / el caballero, / la gala de Medina, / la flor de Olmedo».
Si la pieza histórico legendaria El Caballero de Olmedo de Lope podemos llegar a verla como una obra de tintes románticos y con un acabado perfil psicológico de los personajes, también los dos protagonistas fundidos en un solo actor que ha dibujado Julieta Soria está llenos de dramatismo en los que se percibe perfectamente su espíritu, su reflexión y su percepción del mundo, tanto el antiguo de don Alonso como el moderno del caballero motorizado. Creo también, que, como en la pieza de Lope, en Que de noche lo mataron, de Soria, es evidente un ansia de vida y de juventud que corre por toda la parte inicial de texto, hasta que se produce el choque con la trágica idea de la muerte y de la fatalidad, algo que viene siendo tan típico desde el siglo XV. Esa vitalidad reflexiva no sería tan evidente sin la dramaturgia detallista con la que ha dotado Ahinoa Amestoy la propuesta escénica y, desde luego, sin el torbellino interpretativo en el que se desenvuelve Juan Cañas. De hecho, el texto, que tiene una primera parte muy potente, en los veinte minutos finales decae y se hace repetitivo, en especial en el más desdibujado o menos conseguido personaje moderno, mantiene el tono gracias a la sucesión sin transiciones de la interpretación del actor, al que se le ha modulado perfectamente la expresión corporal, el gesto, el tono de la dicción y el tirón empático para que se llegue a la conclusión sin tropezar.
Es preciso señalar que la poesía barroca se recrea en los pasajes en los que don Alonso manifiesta su amor por Inés y su goce amoroso y en ellos el público disfruta con el buen decir y entonar del verso y los poemas cantados. En el plano actual en el que el motero expresa sus cuitas será el público juvenil el que se sienta más concernido por el lenguaje o por los elementos de su vida a los que hace referencia. El cambio de plano entre un personaje y otro viene marcado por la música, la iluminación y la utilización de un micrófono extra. Importante también es la presencia de la música interpretada en directo por el actor con el acompañamiento de guitarra y castañuelas.
Autoría, dirección e interpretación son un todo sincrético en esta puesta en escena y ese todo ayuda a conseguir un ritmo dramatúrgico trepidante que, no es metáfora, hace «sudar la camiseta» a Juan Cañas, que exhibe un verdadero derroche de energía con una actividad extenuante recorriendo ya leguas ya kilómetros. El recorrido nocturno entre Medina y Olmedo llevado a cabo por partida doble por el caballero/motero suponen una evolución por todo un abanico de estados de ánimo, desde la exaltación amorosa o el amor filial, hasta el pavor y el pánico por las amenazas permanentes que zarandean al doble protagonista. Muchos otros temas también se suscitan en esta obra que pueden tener su reflexión y comentario: el amor erótico y el filial, el dolor, la incomprensión entre padres e hijos, el honor, los celos, la envidia, el rechazo al forastero, el heroísmo, la enajenación o los miedos…
La acción, en la que se masca la tragedia, se desarrolla en un ambiente predominantemente angustioso, puesto que las sombras amenazantes se ciernen sobre el envidiado don Alonso. Para dar tregua a ese sentir atormentado supone un acierto el introducir el entremés cómico, en el que el actor se multiplica en la interpretación de diferentes personajes muy variados, de los que compone verdaderas caricaturas: la alcahueta, el padre, la joven enamorada, la madre o el criado.
En suma, Que de noche lo mataron es una propuesta escénica más que se ha acercado a un texto clásico releyéndolo con imágenes de nuestro siglo y ha concebido una dramaturgia sui géneris, sin atenerse a criterios historicistas, aunque sin ocultar para nada el fondo clásico del texto original.
Es de agradecer que este tipo de apuestas, como la de Estival Producciones, muestren otra manera afrontar un clásico. El público toledano, tanto el escolar, en la representación mañanera, como el adulto en la vespertina, han respondido con interés y con cálidos aplausos este interesante trabajo escénico.
Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Escritor y poeta
Título: Que de noche lo mataron. Autor: Julieta Soria. Dirección: Ainhoa Amestoy. Intérprete: Juan Cañas. Escenografía y vestuario: Juan Sebastián Domínguez. Música y espacio sonoro: Juan Cañas(música en directo), sobre composiciones de Juan Cañas y Luis de Briceño. Iluminación: Estival Producciones y Juan Sebastián Domínguez. Producción: Estival Producciones. Escenario: Teatro de Rojas.
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