Luis Acosta, redefinido
EL PINTOR ABULENSE RADICADO EN TOLEDO VIVE UN ESPLÉNDIDO MOMENTO CREATIVO CARACTERIZADO POR LA REDEFINICIÓN DE LA PINTURA. PREPARA PARA EL PRÓXIMO VERANO UNA EXPOSICIÓN ANTOLÓGICA QUE ABARCA UNA ETAPA DE 30 AÑOS
Visitamos a Luis Acosta en su estudio-taller a las afueras de Toledo, una casa diseñada por el arquitecto Antonio Sánchez Horneros en la que el artista vive ahora un momento espléndido, seguro y con las ideas muy claras, después de un bache creativo de ... dos años tras el que, si cabe, ha progresado redefiniendo su concepto de pintura.
Acosta, uno de los contados artistas de la región que ha expuesto su obra en Arco (lo ha hecho en dos ocasiones), cuenta su última experiencia: «el bache creativo me ha durado dos años, iba probando, deshaciendo, tomaba, dejaba...y me he vuelto a definir, me he redefinido, esa es la palabra: la redefinición de la pintura».
Ahora, en su obra actual están presentes elementos de todas sus etapas anteriores, como son el gesto, la mancha, pero adaptándola, dominándola, como él dice: «sigue siendo la mancha libre pero ya más pensada, más calculada, y existe la mancha, la geometría y el color, que es lo que define toda mi trayectoria anterior abstracta».
Muy vinculado a las vanguardias internacionales desde los años 80, este pintor de 57 años, nacido en la localidad abulense de Mijares pero que creció como persona y artista en tierras asturianas, llegó a Toledo en 1985. Amante de la pintura alemana— expuso recientemente en aquel país y ahora prepara una nueva muestra en una galería privada de Aquisgrán—, dice que «el arte alemán es para mi el que más ha aportado al desarrollo de lo conceptual en la pintura». La creación de Acosta nace de una búsqueda permanente que le hace transitar por territorios fronterizos con la arquitectura y la cartografía como ornamento floral.
De la mano de la Consejería de Cultura, Acosta expondrá el próximo verano en Ciudad Real, a donde llevará más de un centenar de cuadros. La muestra, retrospectiva, será un fiel reflejo del libro publicado hace unos meses, de extraordinaria edición, y dedicado a su obra, que salió a la luz por mediación del escritor Antonio Lázaro cuando éste dirigía el Servicio de Publicaciones de la Junta de Comunidades. La exposición será como si un observador entrara físicamente en el libro y, página a página, fuera descubriendo las etapas creativas de Luis Acosta en un periodo de tiempo que abarca treinta años. Sus comienzos de temas costumbristas ligados a la Escuela de Artes y Oficios de Gijón y a la de Salamanca le llevaron a una segunda etapa que podría denominarse la del Portón, tras la presentación de un proyecto y la obtención de una beca del Ministerio de Cultura.
«Partiendo de un portón callejero (la puerta de hierro de un garaje), elimino las partes anecdóticas del portón, aquellas que lo definen como tal, una señal de tráfico, la cerradura...elimino todo lo accesorio y me centro en la forma, la geometría y la mancha. Los portones, por el uso, tienen manchas, unas rojas, otras verdes, lo que le confiere una especie de geometría. Aislo el portón del contexto del edificio, lo centro y lo presento como un cuadro abstracto geométrico. De ahí arranca mi trayectoria, que desemboca luego en la abstracción», explica el pintor.
La barca. Así podría denominarse la etapa posterior al Portón, que le sirvió para seguir centrándose en el color y en el movimiento. «De la inmovilidad del portón pasas al movimiento de la barca, pero sigo trabajando con la mancha, con el color, la investigación sigue por esa línea, en este caso de la barca en movimiento».
Más tarde llegaron otras series, como Pérgola, inspirada en las antiguas pérgolas de las playas de Gijón. Paralela a ésta se hizo la serie Perlora, urbanización de casas de ladrillo situadas en este pueblo marinero cercano a Candás. «Son casas sindicales de los años 50 donde los obreros pasan sus vacaciones y que me inspiraron para hacer una pintura de síntesis, analítica, que pasa al alma de las cosas y no refleja el exterior».
Acosta llevaba 20 años embarcado en la abstracción geométrica y lírica, con alguna incursión de baja intensidad en la figuración, como Perlora, que aunque muestra el elemento figurativo, es la abstracción lo que domina. En los cuadros sobre los que trabaja ahora en su estudio-taller vuelve el elemento figurativo de una forma más definida, pero con dibujos construidos a base de una retícula que recubre, como si de piel se tratara, las formas.
También trabaja el artista en una serie inspirada en sus viajes por el mundo, de donde regresa «con la mochila cargada de mapas y fotografías de los monumentos y arquitecturas que me interesan». En estas obras, pertenecientes a la serie «Postcard», coexisten dos lenguajes visualmente distintos en un único concepto: los mapas y las arquitecturas.
MAPAS CON FLORES. «Por una parte trabajo elementos florales que están constituidos por mapas de países. Los pétalos de las flores son los mapas. Y en las arquitecturas, los edificios, que no tengo por qué haberlos visto, son el pretexto. Esta exposición la presenté en Alemania y la titulé Postcard. Como ve, el cuadro tiene el formato típico de una postal (con bordes sierra) y constituye un reto porque, en lenguaje pictórico, la postal tiene unas connotaciones peyorativas. Cuando un cuadro es muy agradable y efectista se dice que parece una postal, pero yo planteo este reto como una obra seria. Se trata de una ironía», explica. Incluso, Acosta ha creado unas esculturas de tamaño tarjetón en las que el anverso es el mapa de un país y el reverso es la «geometría» de las líneas donde se escribe la dirección y el rectángulo para el sello.
Quedamos a la espera de la exposición estival de apoyo al libro que recopila la obra de Luis Acosta, integrado en la colección «Arte e Imágenes», y en el que colaboran tres personas muy importantes para el artista. Se trata del que él llama su crítico oficial, Javier Barón, conservador del Museo del Prado y que realiza la presentación; el joven crítico de arte Óscar Alonso Molina, colaborador del Cultural ABCD de las Artes y las Letras, y Jesús Cobo, «el crítico de más prestigio en Toledo», que ha colaborado en los textos del libro. n
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