Conectada, de María Antonia Ricas: Vaivenes de la lírica

Ya muy achacoso el dictador, surgió el innovador movimiento encarnado por los novísimos, con excelente ropaje editorial. Pervivió luego un acusado tono de poesía intimista, dado en llamar «poesía de la experiencia» y, en fin, todo este largo proceso parece culminar, tras los vaivenes experimentados por la lírica, en el carácter de Conectada, reciente libro de poemas de María Antonia Ricas. La temática de este libro no puede ser más actual . Con una bien acompasada fábula, nos informa de una relación erótica mantenida a distancia a través de la ubicua y evanescente ventana proporcionada por Internet; una ventana que representa o es la contraseña de una experiencia sin espacio, acuciando el fluir de la imaginación, desubicada conscientemente y a capricho. Ya en los primeros versos, la escritura se yergue corroborando que «no existe espacio / en esta ventana que aún / me parece de hechicería.» En su prolija y asombrosa obra Masa y poder Elias Canetti dice que para informarse de la realidad hay que precaverse, y mucho, si es un poeta quien la describe. Eso está muy bien, pero todo depende de si queremos descubrir una realidad enjuta, pedestre, o la realidad entera que el poeta aspira manifestar a través del poema, que ha de ser ámbito autónomo, sin concesiones a los clichés convencionales. Este carácter de autonomía frente a la tiranía representacional de la realidad aceptada sin más, lo traslada el personaje que erige Ricas en su libro a la ventana de Internet, abarcadora y demandante: «Conectada contigo, / ¿hay algún signo más / que la recíproca ventana?».

La genuina poesía es canto, la técnica empleada ha de ofrecerse a la belleza que la expresión alumbrará, y Conectada podría servir de texto a una cantata para mezzo (pues su tono verbal oscila entre la meditación y la euforia) dotada de cadencias exquisitas y timbres adecuados en el contraste sonoro y conceptual. Es más, el libro muestra una atrayente egolatría concebida como un recurso hímnico que arrastra el exigido juego verbal a potentes extremos, resonantes de la fuerza inherente a la voz poética: «soy esa tierra / como una cama perezosa / y tibia, / cada tallo es un dedo mío / jugueteando con tu pelo / y, cada olorosa raíz, / el perfume de mi vagina.»

Por lo demás, a pesar de los vaivenes por los que ha trascendido la lírica española en las últimas décadas, nada ha cambiado en demasía. Conectada, que crea con gran acierto el mito de Internet, y en esta clave quedará en el futuro donando a ese lector del lejano mañana un jugoso y suculento fruto de gusto homérico, este libro, decimos, persiste sabiamente en esa inmarchitable tradición del tópico sentimental del género de poesía amorosa y es una vuelta, muy mejorada a través del tiempo, del eco duradero de la poesía testimonial.