El exalcalde de Alcázar de San Juan que corre los encierros de San Fermín: «A mi madre la llamo nada más terminar»
la fiesta del toro de lidia
Diego Ortega Abengózar, que debutó en 2015 cumpliendo un sueño, ha regresado de Pamplona después de correr durante cuatro días y ceñirse a varios toros
Toledo
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónPara Diego Ortega Abengózar, correr los encierros de San Fermín es un sueño cumplido. «Esto lo tengo que hacer alguna vez», se decía cuando se despertaba siendo un chaval después de imaginar que citaba morlacos con unos pitones astifinos. Y en esos duermevelas ... también fantaseaba con el tramo donde lo haría, desde el vallado de Telefónica hasta la plaza de toros, a 500 kilómetros de su pueblo.
Alcalde de Alcázar de San Juan (Ciudad Real) entre 2011 y 2015, fue en julio de ese año cuando decidió dar el paso. «Vi un encierro por la mañana en la televisión y me dije: 'Mañana lo corro'. Por la tarde, me fui solo a Pamplona, prácticamente con lo puesto, y debuté al día siguiente«. La cosa no fue como él había soñado desde niño, porque »Pamplona es otro mundo«. Estuvo en el recorrido y vio los toros de cerca, pero »no corrí como tal«.
Se estrenó con 35 años, aunque no recuerda la ganadería. Desde entonces, ha ido todos los años a los Sanfermines, con la excepción de la pandemia, claro. Vestido como mandan los cánones -de blanco y rojo-, en alguna edición corrió la semana entera y este año han sido cuatro encierros, en algunos casos ciñéndose a los cornúpetas. «Me despedí a lo grande, no conviene abusar», bromea Diego, refiriéndose a la peligrosísima ganadería gaditana de Cebada Gago, cuyos ejemplares sembraron el miedo en el trazado y cornearon a tres participantes.
«No te puedes imaginar, bajo ningún concepto, que un toro se dé la vuelta y te reciba de cara», como le sucedió con un castaño y de lo que hay testimonios televisivo y fotográficos. «Fue sorpresivo, pero tuve la suerte de poder esquivarlo. Luego también tuve la fortuna de entrar con ese toro y con otro muy parecido orientádolos por el callejón hasta la plaza». Diego cayó al suelo, «uno de ellos me miró y tuve la suerte de que pasó de largo, pero a otros corredores los corneó en la zona de la barrera». Después, en su cuenta de Twitter y como testigo directo, escribió que el 'capotillo de San Fermín' había hecho su labor, «evitando peores consecuencias».
Diego tiene un ritual antes de cada carrera. Reza, «porque soy creyente», cuando se acuesta -diez y media de la noche-; cuando se levanta -seis de la mañana- y en el recorrido antes que suene el chupinazo. Para entonces, este docente de 42 años ha completado el ceremonial: ha bajado a los corrales de Santo Domingo, donde están los toros; ha visto el paso de San Fermín hacia su hornacina y ha andado hasta la plaza del Ayuntamiento, donde comienza a calentar el cuerpo siempre en el mismo punto. Luego camina hacia el final de la calle de La Estafeta, donde permanece hasta cinco minutos antes de que salgan los toros, con los que se encontrará en la zona de Telefónica y tratará de entrar con ellos en la plaza si las condiciones lo permiten. «Cada vez se ven menos imprudencias, aunque la mayor es quedarse parado», afirma.
Nada más terminar, Diego pide el teléfono a su amigo Luis Alfonso, fuera del recorrido, y la primera llamada siempre es a su madre, Margarita, para decirle que todo ha ido bien. «Le hago penar mucho -reconoce-. Cuando voy a Pamplona, ella se queda enfadada».
Profesor de Educación Física en dos colegios concertados de Alcázar -Sagrada Familia y Nuestra Señora de la Trinidad-, el exalcade lleva veinte años dando clases y agradece que compañeros y alumnos le pregunten por lo que siente un corredor en Pamplona. De allí, se marchó con pena este lunes por los encierros, por los amigos y por el ambiente que ha dejado. «Pero con el deseo de volver el año que viene».
Esta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete
Esta funcionalidad es sólo para registrados
Iniciar sesiónEsta funcionalidad es sólo para suscriptores
Suscribete