Carlos Robles: «Albares hace una gestión decimonónica y es un sectario»
Después de 44 años de carrera, se retiró en 2023 con rango de embajador. Advierte que «el problema de los diplomáticos es solo la punta del iceberg» de lo que pasa en Exteriores
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Madrid
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Iniciar sesiónCuenta Carlos Robles que a finales de 2023 se vio «obligado» a dejar de trabajar porque había llegado a la edad de jubilación. Se fue cuando el ministro de Asuntos Exteriores ya era José Manuel Albares. Tres años antes, fue nombrado embajador. Se retiró ... siendo jefe de misión en República Democrática del Congo. Antes, fue embajador en Guinea Ecuatorial y Chile. Y a lo largo de su carrera estuvo en las embajadas de la OTAN en Bruselas, Venezuela y EE.UU.
Apasionado de la política exterior y de la carrera diplomática, sigue vinculado a ella por la Asociación de Diplomáticos Españoles (ADE), aunque deja claro al inicio de esta entrevista que todo lo que va a decir son sus opiniones personales «como embajador jubilado, después de 44 años trabajando». Decide hablar con ABC dos semanas después de que se comenzaran a conocer los ceses arbitrarios de Albares a embajadores.
-Sus compañeros cesados no llevaban ni tres años en puestos que son de cuatro. ¿Usted agotó los plazos?
-Siempre me han mantenido los plazos que ahora el ministro niega. Esos plazos existen y los sabemos todos. Él ha dicho una media verdad. Y las medias verdades no son verdades. Te pueden cesar porque es un puesto de confianza y si haces una barrabasada, cosa que no creo que sea el caso de algunos compañeros. No me parece que hayan hecho nada que justifique que se adelante su salida de un país, al que llegan teniendo unos plazos que son los que permiten organizarse familiarmente.
-Esto no pasaría si el reglamento de la carrera diplomática estuviera aprobado. ¿Cuáles son los escollos?
-Si no hay normas es porque no quieren. Hay un proyecto que establece plazos en destinos y una serie de mínimos o de normas, más o menos objetivas, para elegir a un grupo de personas sobre los que luego, en su infinita libertad, decide el Consejo de Ministros.
-¿Por qué no se quiere aprobar?
-Porque, en una serie de temas, limita la autoridad que tiene la superioridad.
-La superioridad, que es el ministro.
-Esta superioridad tiene dos características: una concepción absolutamente decimonónica, por no decir antediluviana, de como tiene que funcionar un Ministerio y, además, que es muy sectario. Ha impuesto como manera de funcionamiento algo que paraliza el Ministerio y es que todo pasa por él. En el siglo XXI hay formas de organización mucho más eficaces. Es una mentalidad que en mi época joven de universitario se llamaba centralismo democrático, solo que esto es centralismo pero no democrático.
-Además, hay miedo.
-Sí. Pero es importante subrayar que cuando la ADE habla de problemas, no solamente está pensando en los diplomáticos, que somos una minoría dentro de todos los funcionarios en el exterior. Aquí lo que hay es un problema de falta de recursos del servicio exterior. Aunque en este momento se focaliza en los diplomáticos, eso solo es la punta del iceberg.
-¿Qué recursos hacen falta?
-Hay insuficiencia de técnicos comerciales, insuficiencias gravísimas de uno de nuestros principales instrumentos, que es el Instituto Cervantes. También de nuestra gente de Interior en África, con todos los problemas que tenemos de inmigración ilegal.
-¿Y en los consulados?
-La situación en nuestros consulados es absolutamente dramática. No hay recursos y han puesto una serie de leyes en virtud de las cuales se multiplica el número de españoles en el exterior, pero no hay medios para tramitar todos los procedimientos de nacionalización y lo que viene después. El Gobierno lleva seis años y no ha sido capaz de automatizar un montón de cosas de las que llevaban años hablando.
-De ahí que usted repita que «no hay un problema de diplomáticos, sino del servicio exterior en general».
-Es algo en lo que hay que insistir. El problema es que queremos hacer una política exterior de lo barato y eso no funciona. Si a esto le añades la manera de llevar el Ministerio del actual ministro, te encuentras con una situación, cuanto menos, incómoda y que tiene consecuencias negativas para todos.
-Parece que el ministerio ahora se dedica a hacer política de gobierno en lugar de política de Estado.
-Desgraciadamente parece que es así. Los diplomáticos estamos acostumbrados a trabajar con todo el mundo. Yo he sido embajador con Aznar y lo he seguido siendo con Rodríguez Zapatero; y con Rajoy y con este Gobierno. Nunca he tenido problemas.
-Estuvo destinado en la Inspección General de Embajadas. ¿En qué estado se encuentran los inmuebles ?
-Depende. Hay países donde los inmuebles están bien y en cambio los salarios son una catástrofe, y no encontramos personal que quiera aceptar trabajar con lo que pagamos. Hemos tenido problemas en Londres, en Australia...
-Entiendo que pasará a la inversa.
-Sí. Hay destinos donde los edificios son una catástrofe, pero los sueldos están bien. Hay un edificio en el que si sucede algo en la planta baja, tiene seis o siete pisos, lo único que puedes hacer es subir arriba y tirarte al vacío, es tu única alternativa porque no hay escapatoria posible.
-¿Y qué edificio es?
-(Niega con la cabeza). El Ministerio está avisado. Se lo he dicho a todo el que me ha querido oír. Pero en Exteriores hay una falta de presupuesto alucinante. Y eso es un problema que el ministro tiene que solucionar. Por eso en la ADE tomamos con gran interés que dijera esta semana que va a hacer una evaluación exhaustiva de todas las representaciones.
-Deslizó también que los embajadores viven muy bien y que los que trabajan son los diplomáticos de aquí.
-Es sorprendente que él, que ha sido embajador, lo diga. Si un embajador en París no trabaja 24 horas al día, ¿para qué está?
-Un compañero suyo me dijo este miércoles que los españoles ven muy bien a los militares, policías y Guardia Civil, pero no a los diplomáticos.
-Mucha gente sigue pensando que nos dedicamos a bailar el vals con las marquesas en Viena. Yo sé que eso es absolutamente falso. Nos dedicamos a representar a nuestro país, a cumplir órdenes de gobiernos -sean las que sean-, a ocuparnos de los españoles en el exterior y a presentar lo bueno que tiene nuestro país. Trabajamos para incrementar la presencia de España, aunque no nos dan los medios suficientes para hacerlo.
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