'Los lunes al sol', cuando la realidad sube al escenario
Esta obra de teatro adapta a la escena la célebre película homónima dirigida por Fernando León de Aranoa en 2002
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Iniciar sesiónLa obra de teatro Los lunes al sol adapta a la escena la célebre película homónima dirigida por Fernando León de Aranoa en 2002. Tanto el guion cinematográfico como el texto teatral profundizan en la cruda realidad del desempleo y la precariedad laboral en una ... España marcada por el desguace industrial. La historia sigue a un grupo de amigos que, tras perder sus empleos en un astillero, luchan por mantenerse a flote, tanto emocional como económicamente. En su día a día, algunos buscan trabajo con escasas oportunidades de obtenerlo, mientras otros encuentran refugio en la camaradería y las conversaciones compartidas en el bar, que se convierte en su refugio frente a la incertidumbre.
En la versión teatral, la esencia de la historia se conserva, aunque se adapta a un formato más íntimo y directo, característico del teatro. La obra enfatiza los diálogos y las interacciones entre los personajes, con una puesta en escena que potencia la cercanía con el público. En contraste, la película aprovecha los recursos cinematográficos para profundizar en los ambientes urbanos, los planos detallados y la expresividad de los personajes, lo que refuerza su dimensión social. Al descontextualizarse de la fuerza visual del cine, el texto en escena gana en emoción, crudeza y proximidad, permitiendo que la interpretación cobre un protagonismo absoluto.
Ambas versiones comparten el tono realista y la crítica social, transmitiendo la desesperanza y la resiliencia de sus protagonistas. No obstante, la obra teatral, al depender en mayor medida de la interpretación y la palabra, genera una conexión distinta con los espectadores. Ante la representación en vivo, es imposible apartar de la mente el recuerdo potente y descarnado de Bardem en la película, aunque Fernando Cayo hace que nos olvidemos en seguida de aquel protagonista del film un tanto hosco. Sin embargo, sobre el escenario del Palacio de Congresos El Greco, el trabajo actoral logra transmitir la complejidad emocional de cada personaje y la crudeza del desempleo y la precariedad laboral con la intensidad del directo, sin artificios ni filtros. En esta adaptación teatral, los actores adquieren un papel aún más central en la narración de la historia, potenciando su impacto a través de los diálogos, el tono de voz, las actitudes y los gestos, que capturan con precisión la angustia, la desesperanza y la frustración de los protagonistas.
La obra, compuesta por una serie de escenas, la mayoría ambientadas en un bar, puede calificarse en gran medida como teatro hiperrealista con matices de naturalismo. Los autores del texto, los versionistas, el director, el escenógrafo y la diseñadora de vestuario buscan reflejar la realidad con la mayor fidelidad posible, presentando situaciones cotidianas a través de diálogos espontáneos y personajes que parecen extraídos de la vida misma. En esta puesta en escena, los conflictos son cercanos y reconocibles, anclados en problemáticas sociales y existenciales. Se evita la exageración dramática, equilibrando la dureza de la historia con dosis de humor y pequeños destellos de ternura. La crudeza con la que se retratan las dificultades laborales y personales de los protagonistas, mostrando su lucha diaria por la supervivencia tras caer en el desempleo, interpela al espectador con una sinceridad conmovedora. Quizá el momento más desgarrador de la obra se alcanza al narrar el proceso de declive vital de Amador y su trágico desenlace, consolidando así el tono profundamente humano y realista de la representación.
La dirección de Javier Hernández-Simón, en el marco de una escenografía simbólica y versátil que funciona tanto como bar, terraza de un edificio o incluso la silueta de un barco, ha optado por potenciar los detalles hiperrealistas. Esto se logra mediante la acumulación de un lenguaje callejero auténtico, el uso de tonos de voz que se alzan cuando los personajes intentan imponerse en la conversación, la presencia de silencios cargados de significado y la inclusión de momentos de alivio emocional, como la interpretación de una canción por Mónica Asensio en el papel de Nata. Cada escena ha sido cuidadosamente matizada, logrando independencia y cohesión al mismo tiempo, con transiciones fluidas que mantienen el ritmo de la narración. Algunas de estas secuencias alcanzan un carácter emblemático dentro de la obra, como la desgarradora borrachera de Amador, la absurda burocracia de los papeles imposibles de conseguir y la inolvidable entrevista de trabajo de Lino, marcada por el uso de una peluca en un intento desesperado de mejorar su imagen. Estos momentos, cargados de realismo y emoción, refuerzan el impacto de la puesta en escena y su mensaje sobre la precariedad y la lucha por la dignidad en un contexto personal y social adverso.
Los intérpretes dotan a sus personajes de una notable profundidad, trabajando con matices sutiles que aportan realismo y emoción. Los silencios y las pausas no solo intensifican el dramatismo, sino que también dan espacio a la introspección, permitiendo que el espectador perciba cada conflicto con mayor intensidad. La cercanía con el público y la representación de situaciones vitales reconocibles juegan un papel crucial, logrando una conexión íntima y emocional con la historia. Además, el lenguaje corporal y las interacciones adquieren una dimensión aún más impactante en el teatro, donde cada gesto, mirada o cambio de tono ocurre en tiempo real, sin posibilidad de edición ni repetición. Así, los espectadores se convierten en testigos directos de la lucha, la angustia y la resiliencia que los personajes encarnan.
El elenco, conformado por actores y actrices de gran talento, experiencia y trayectoria teatral, brilla en su interpretación: Mónica Asensio (Nata), Marcial Álvarez (Jose), José Luis Torrijo (Lino), Fernando Cayo (Santa), Fermi Herrero (Reina), Fernando Huesca (Rico), César Sánchez (Amador) y Lidia Navarro (Ana). Su trabajo coral es impecable, equilibrado y preciso; cada uno perfila con claridad la identidad de su personaje, sin opacarse entre sí, logrando una armonía que refuerza el impacto del relato. En esta tesitura dramática, marcada por la precariedad, la falta de oportunidades, la desesperanza y la soledad, las interpretaciones reflejan con contundencia cómo estos factores afectan tanto a la autoestima y como a las relaciones personales dentro del grupo.
El destacado trabajo teatral de Los lunes al sol, con un énfasis especial en la interpretación, logró conmover al público, que no dudó en ovacionar con entusiasmo al final de la función, tras haber esbozado ya muestras de admiración en momentos previos. Aunque el relato de una España en proceso de desindustrialización hace veinte años pueda parecer distante, la esencia solidaria y profundamente humana de aquellos tiempos sigue resonando. Esa sensibilidad colectiva, que entonces parecía natural, contrasta con el presente, donde las individualidades han ganado terreno y la conexión entre las personas parece desvanecerse.
Título: Los lunes al sol. Autor: Fernando León de Aranoa e Ignacio del Moral. Versión: Ignacio del Moral y Javier Hernández-Simón. Dirección: Javier Hernández-Simón. Intérpretes: Mónica Asensio, Marcial Álvarez, José Luis Torrijo, Fernando Cayo, Fermi Herrero, Fernando Huesca, César Sánchez y Lidia Navarro. Escenografía: Ricardo Sánchez Cuerda. Iluminación: Juan Gómez-Cornejo e Ion Anibal. Vestuario: Elda Noriega (AAPEE). Dirección musical, composición y espacio sonoro: Álvaro Renedo Cabeza. Producción: GG Producción Escénica y Teatro del Nómada. Escenario: Palacio de congresos El Greco.
Licenciado en Filosofía y Letras. Catedrático de Enseñanza Secundaria de Lengua Castellana y Literatura. Escritor y poeta. Antonio Illán Illán es premio especial Teatro de Rojas 2024
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