el aceite de oliva, en la encrucijada
Del secano a la súper producción: el olivo tradicional en vías de extinción
El crecimiento de los sistemas intensivos transforma por completo el cultivo
El aceite de oliva andaluz, más oro líquido que nunca
Un árbol que bebe de sus propios frutos por la sequía
Hace 30 años, en 1993, había 1,2 millones de hectáreas de olivar en Andalucía, la mayoría en régimen de secano. En 2022, según los últimos datos de la Encuesta de Rendimientos y Superficies del Ministerio de Agricultura, esta cifra sube hasta 1,7 millones ... de hectáreas, con una cifra a destacar: más de 600.000 hectáreas en régimen de regadío.
Este dato es fundamental para explicar la evolución del cultivo del olivar en Andalucía. Y es que, en las últimas décadas, las plantaciones tradicionales han ido dejando paso, poco a poco, a plantaciones superintensivas, con unos niveles de producción mucho más altos pero, también, con más necesidad hídrica. De hecho se espera que, en 2030, el olivar superintensivo supere ya el 30% de la superficie olivarera a nivel mundial, según prevé el consultor oleícola Juan Vilar.
Las diferencias
El motivo de esta transformación, que se está dando a pasos agigantados, no es otro que la rentabilidad. El olivar tradicional, con marcos de plantación más amplios y olivos casi en su estado silvestre, tiene unos 100 árboles por hectárea y recolección manual, lo que encarece y dificulta su mantenimiento. El aceite de oliva procedente de estos olivares, son los 'característicos' en España y en Andalucía, y muchas marcas han llegado a utilizar como reclamo la procedencia tradicional del producto oleícola.
En la búsqueda de más rentabilidad, y bajada de la mano de obra, muchos olivares pasaron a un marco intensivo, con 200-500 árboles por hectárea y una producción de aceituna que puede alcanzar los 5.000 kilos por hectárea de media cada año en secano y los 10.000 kilos en riego.
Pero, sin duda, el verdadero antes y después para el olivar andaluz ha llegado con el sistema superintensivo, también conocido como 'olivar en seto'. Su estructura, con una disposición de las plantas en hileras continuas que permiten ser recolectadas con máquina cabalgante, hace posible que la recolección sea mecanizada, lo que abarata y facilita mucho el proceso. Además, se pueden superar los 3.000 olivos por hectárea, dando lugar a producciones de récord, que alcanzan, dependiendo del número de olivos, hasta los 12.000 kilos por hectárea.
En la finca la Lantejuela, que gestiona la empresa Todolivo en Écija, por ejemplo, con un consumo de 2.500 litros por hectárea, en 2021 se obtuvieron 10.742 kilos de aceituna y 2.654 kilos de aceite por hectárea. El grupo Agromillora, pionero en introducir el sistema superintensivo en Andalucía, destaca además que este tipo de producción reduce la cantidad de agua necesaria, y los fertilizantes, para obtener un aceite de oliva de calidad.
En definitiva, cada vez son más los agricultores que apuestan por transformar sus olivares convencidos por la sostenibilidad agronómica y económica. Y es que, aunque la inversión inicial es alta, entre 2.000 y 6.000 euros por hectárea, la entrada en producción es bastante rápida, con unos 5 años para alcanzar la producción plena. El olivar superintensivo también sirve para el secano, aunque está limitado a zonas donde la pluviometría sea de más de 400 milímetros por año, según especifican desde la empresa andaluza Balam Agriculture.
Actualmente, en Andalucía, el estrato más numeroso es el que va de 141 a 400 olivos por hectárea (un 44,3% del olivar de la región), aunque crece «a gran ritmo» el superintensivo, según datos del Ministerio.
Aceites de primera cosecha
La clave en los próximos años está en cómo podrá el mercado asumir la entrada en producción de las numerosas hectáreas de olivar superintensivo plantadas en los últimos años, y si el olivar tradicional sobrevivirá 'tirando' del valor añadido que supone para su aceite de oliva, a pesar de la baja producción.
También destaca la tendencia del sector hacia el aceite de oliva de cosecha temprana o primera cosecha. Fácilmente reconocibles por su color intenso, que llega a tornarse verde esmeralda, sus matices son cada vez más apreciados por los consumidores, por lo que los productores se han volcado en él. Para ello, la recolección nocturna, el molturado y envasado en menos de 72 horas son claves para sacar adelante estos aceites de oliva virgen extra considerados premium.
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