De dormir en la calle a crear el primer centro financiero que permite a migrantes abrir una cuenta solo con el pasaporte
El fundador de Íkualo, afincado en Málaga, ofrece ahora la solución que a él le negaron una veintena de bancos
Málaga
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Iniciar sesiónLa historia de Harold Correa (Barranquilla, Colombia, 1977) es la de una resiliencia forjada contra la burocracia y la exclusión financiera. Es el relato de un joven de 22 años que aterrizó en Madrid en 1999, huyendo de la crisis económica ... y el terrorismo en su país con un único objetivo: estudiar. Sin embargo, se topó con un muro que la Administración y el sistema financiero tradicional han perpetuado durante décadas.
25 años después, Correa dirige desde Benalmádena (Málaga) la fintech Íkualo, una plataforma que ha logrado el respaldo de inversores como José Elías y que se dedica, precisamente, a derribar ese muro. Ofrece cuentas bancarias con un IBAN español a migrantes usando solo su pasaporte, devolviendo la «dignidad financiera» a un colectivo que, pese a mover 17.500 millones de euros al año en España, sigue siendo ignorado por la gran banca.
Su viaje no fue sencillo. Los pocos ahorros con los que llegó se esfumaron en cinco días. «Me quedé sin dinero para pagar el hostal, porque no encontraba trabajo», ha relatado Correa en una entrevista con ABC. El pez que se muerde la cola de la burocracia se hizo presente: «Siempre me decían: 'si tienes papeles, te damos trabajo'. Pero claro, no te dan papeles si no tienes trabajo».
La precariedad se instaló rápidamente. Tras agotar sus ahorros en el hostal, Correa buscó refugio en albergues. Pero la falta de trabajo y de una red de apoyo lo empujó finalmente a la calle. Durante dos meses, su cama fue un banco en un parque cercano al estadio Santiago Bernabéu, en Madrid.
Limpiaba baños por comida
Pese al golpe de realidad, Correa se negó a aceptar una «vida indigente». Lo definía de otra manera: «Era un proceso que tenía que estar pasando en ese momento». Su objetivo seguía claro. Iba a las bibliotecas a leer, Cáritas le ayudó a sacar el carnet, y seguía buscando trabajo mientras buscaba cursos en los ayuntamientos.
La primera oportunidad no fue un empleo, sino un trueque de supervivencia. La dueña de un bar en Cuatro Caminos (Madrid) le ofreció los bocadillos que sobraban al final de la noche a cambio de que él limpiara los baños y la cocina. «Estaba en un punto que no tenía ni para comer», ha confesado.
Tras esos dos meses, consiguió sus primeros trabajos remunerados en la construcción, bajando escombros, lavando platos o recogiendo aceitunas. «Allí donde me decían que había algo por hacer, pues yo llegaba allí. Lo hacía y siempre encantado y feliz».
El círculo vicioso que le impedía progresar
Cuando Correa comenzó a ganar algo de dinero, se encontró con el segundo gran muro: el sistema financiero. «Empiezas a ir a una sucursal bancaria y por un pasaporte te rechazan», ha lamentado. Recorrió una veintena de bancos y cajas de ahorro de la época. Todos le dieron la espalda.
Volvía a la casilla de salida. Las empresas le pedían una cuenta para ingresarle la nómina, pero los bancos le pedían un contrato de trabajo para abrirle la cuenta. «Era el círculo vicioso», ha descrito. «Te sentías maltratado. A la banca no le interesa el mercado migrante».
Durante ocho años, Correa vivió sin una cuenta bancaria a su nombre. La única solución era la economía sumergida o pedir favores. «Siempre era con amigos españoles. 'Oye, préstame tu cuenta para que me ingresen dinero y tú luego me lo devuelves'», ha explicado. Una situación de vulnerabilidad que, según ha conocido después, «había mafias que le alquilan cuentas a personas y les descuentan un porcentaje».
Esta exclusión contrasta radicalmente con el peso económico del colectivo. En España hay 7,5 millones de migrantes (21 millones en Europa) que, según los datos que maneja Correa, aportan casi el 3% del Producto Interno Bruto (PIB). «No es un dinero que se va afuera, es una economía circular que ayuda al mercado español y a las pensiones», ha subrayado.
La 'fintech' que nació del rechazo
Correa persistió. Cumplió su sueño de estudiar y sumó dos carreras y dos másteres. Se especializó como programador y, en 2010, ya investigaba la blockchain y el envío de remesas con Bitcoin. Más tarde entró en la banca tradicional. «Ya dentro de la banca me di cuenta, en el lugar, de cómo nos trataban a nosotros», ha señalado. De ahí nació Íkualo.
La revolución de las fintech en Reino Unido, con casos como Revolut, abrió el marco legal que necesitaba. Arrancó en solitario en 2023, desarrollando la aplicación, y más tarde entró el empresario José Elías como socio capitalista. «Cuando llegamos a José Elías, ya habíamos hecho prácticamente el 98% del trabajo: teníamos la aplicación, las licencias y acuerdos con grandes marcas como Visa», ha detallado Correa.
La inversión de un millón de euros del empresario José Elías, que entendió el «dolor» del migrante por experiencias familiares, fue el punto de inflexión. «Ha sido un antes y un después: no solo un inversor, sino un amigo que cree en la causa», ha afirmado.
Una comunidad con 1,5 millones de personas
Desde su residencia en Benalmádena, donde han nacido sus tres hijos, Correa dirige un equipo de 35 personas, muchos de ellos también migrantes o españoles que han vivido la experiencia de la migración y se unen «a la causa».
El crecimiento de Íkualo se ha basado en su propia comunidad, que ya suma 1,5 millones de personas, y su objetivo es alcanzar el millón de usuarios de pago en los próximos tres años, con la vista puesta en la expansión por Europa.
Para Harold Correa, el éxito empresarial es inseparable de la misión social. «Creo que ninguna empresa debería trabajar si no tiene impacto social», ha reflexionado. «Es muy bonito ayudar. Hay personas que vienen de momentos muy difíciles, de tener que dejar a sus hijos en sus países, y que aquí te encuentres que no puedes abrir una cuenta. Te tratan como un cero a la izquierda».
Veinticinco años después de ser rechazado por una veintena de entidades, Harold Correa ha transformado su propia experiencia de exclusión en un motor de inclusión. Íkualo no es solo una fintech que ha visto una oportunidad de negocio en los 7,5 millones de migrantes que viven en España; es la respuesta directa al dolor y la frustración que sintió durmiendo en un banco de Madrid. Desde Málaga, la tierra que eligió para criar a sus tres hijos, Correa lidera ahora un proyecto que ofrece la herramienta que a él le negaron: una simple cuenta bancaria que, para miles de personas, es la primera puerta de entrada a la dignidad financiera.
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