Crónicas de Pegoland

Venir para nada

A Pedro Sánchez lo pasearon por Córdoba no se sabe muy bien por qué con cara de «por qué estoy yo aquí»

Pedro Sánchez en su visita a Córdoba Álvaro Carmona

El surrealismo ha entrado tan fuerte en la cosa política que ahora los hacen venir para nada. Fue el caso del presidente en funciones y candidato del PSOE, Pedro Sánchez , a quien pasearon esta misma semana por las calles cordobesas sin un ... propósito, sin un mensaje, sin una promesa. Al buen hombre lo barajaron en el semáforo de Galerías, lo rodearon de los cien mil hijos del carné y lo llevaron a Gondomar de tiendas, como yo llevo a los primos del pueblo cuando se pasan por el barrio. Aquí una señora que quiere un selfi, aquí un lotero de Vox que le dice cosas al presidente, aquí una universitaria que no conocemos de nada pero que tanto te admira, presidente. Y Sánchez no abandonó, en todo el recorrido, esa cara de «qué puñetas hago aquí» y «como me entere de quién me ha metido en este rato de perder el tiempo, que vaya preparando sus cosicas en una caja».

Los paseíllos electorales son una vieja táctica para que el candidato salga en el telediario besando niños y abrazando viejas, habida cuenta de que los directores de campaña suelen creer que el personal es tonto de baba. Todos funcionan con un formato similar y consiste en rodear al candidato de pelotas , hacerlo entrar en tiendas previamente contactadas donde se le va a tratar divinamente y hacer que el pueblo soberano se acerque al líder a gozar de su presencia e inspiración. En los buenos tiempos, cuando no había menús degustación, los líderes incluso se paraban, realizaban declaraciones, contestaban preguntas (algunas de ellas incómodas) y efectuaban incluso promesas electorales. Como la de bajar las peonadas del PER, que es más antigua que el hilo negro y huele el PSOE andaluz de toda vida otra vez en la sala de máquinas. Alguno incluso decía varias frases articuladas que podían interpretarse como una medida inteligente. Los menos, oyes, pero pasaba.

Los pelotas son una parte muy importante del paseíllo electoral. Funcionan como las plañideras de los entierros romanos . Eso quiere decir que la primera línea de pelotas la ocupa siempre, pero siempre siempre, los que han sido beneficiados de una decisión reciente del líder en cuestión. Al pelota nivel uno se le conoce por su querencia a la sobreactuación , a tratar al líder con falsa familiaridad y usar un volumen de voz demasiado elevado. Al resto de pelotas se le nota su falta de compromiso por un lenguaje corporal extraño, alejado, como de a ver si acaba esto que pueda terminar la serie de Netflix .

Y la gente pasa por allí con un anda, puñetas, el Pedro Sánchez y le preguntan al cámara de Canal Sur, invariablemente al de Canal Sur, que esto cuándo sale. Y todos, el líder luminoso, los pelotas y los que fueron allí a dar fe, toman el camino de la comitiva de los coches oficiales donde solo el supremo hacedor de las cosas y su equipo más íntimo, los que están en el rollo, tienen acceso. Y se van sin decir nada. E igual es porque nada tienen que decir.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Bienal
Dos años por 19,99€
220€ 19,99€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
3 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 3 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios