La noria, usos alternativos

Una noria bien tocha es que lo que nos faltaba por Navidad , diga usted que sí. 32 metros desde donde ver las azoteas de Córdoba , el perfil de sus torres coronadas, lo que viene a ser el ‘ skyline ’. No sé si han caído los promotores en que una noria de tal altura, ubicada en tan céntrico lugar, también da acceso a las ventanas abiertas, a los cuartos de baño, a los dormitorios . En España somos gente seria que tiene persianas, no como los forasteros . Pero habrá quien se suba, también lo digo como idea, a ver qué cae. Mucho guarro hay por la ciudad que guinda lo que puede y lo que no. Qué mejor mirador para el ‘ voyeur ’ que las ventanas abiertas de forma descuidada. Con esa Manoli que da gusto verla por las mañanas. Imagínense por las noches, cuando se desmaquilla.

La noria del comercio es, alguien tenía que decirlo, el paraiso del mirón. Y una oportunidad única para la multitarea. Desde aquí propongo, en concreto, alquilársela por horas a Elías Bendodo —el Gaspar del nuevo tiempo— para que tire desde los 32 metros de su punto superior a Juan Marín , vicepresidente de la cosa. O para que lo ate de los pies a una cabinita para tenerlo día y noche dando vueltas boca abajo por irse de la lengua en una reunión de Ciudadanos , pocos y mal avenidos. Un propio grabó a Juan Marín diciendo que aprobar los presupuestos no conviene, lo cual es una tontada del tamaño de Badalona . Sea verdadero o falso, aboca el escenario a unas elecciones autonomicas que ya estaban decididas pero que no dependían de indiscreciones naranjas. La noria queda pues a su disposición como plataforma de lanzamiento.