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EL NORTE DEL SUR

Guía de perplejos

Reina la sensación de no entender nada, la punzada de una cierta culpa por no haber sabido alejarse del precipicio

Rafael Aguilar

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MIEDO, rabia, impotencia. La sensación de no entender nada, la punzada inexplicable de una cierta culpa y de una torpeza aguda y ciega por no haberse, o habernos mejor dicho, dado cuenta o de lo que estaba fraguándose durante décadas y la desazón por ... no haber sabido hacer nada o apenas nada para evitarlo y constatar ahora, cuando ya no hay remedio, que todo ha acabado por estallarnos en las manos. La perplejidad de que en un país como éste —avanzado, próspero a pesar de sus fisuras, con proyección internacional, con empuje, con sus traumas y sus heridas que parecían suturadas— suceda lo que está sucediendo. O lo que va a suceder, que no sabe uno qué es peor. Las miradas entre perdidas y de sorpresa en la calle, los silencios en las paradas de autobús de Sagunto a la plaza de Colón, las barras de los bares del Realejo y de Claudio Marcelo con los clientes girados como autómatas hacia las pantallas de televisión elevadas en los rincones como el día que mataron a Kennedy, como el que el padre del Rey juró su cargo en las Cortes, como el que se casaron Carlos y Diana, como el que se estrellaron los aviones en las Torres Gemelas de Nueva York.

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