PASAR EL RATO
A las ruinas de Córdoba
El goteo de fugas acabará con la paciencia urbana de Córdoba
Expertos señalan a la debilidad de la economía de Córdoba como clave de la grave bajada de población
Un perro en una calle vacía del Guadiato
Esto se acaba. Córdoba se queda sola. Despidámonos. Alegrémonos de habernos conocido. Y hasta que nos volvamos a ver en los verdes campos del Edén. Adiós tranquilidad, adiós contento, / adiós fino, jamón, callejas, flores. / Adiós, árbol natal de ruiseñores. / Si digo que te ... quiero, no te miento. El bullicio de mayo nos hace perder la perspectiva de la soledad. Pero a Córdoba le queda apenas un siglo de estar habitada, si es que le queda tanto. En el último año ha perdido cerca de cuatro mil habitantes. Se han ido en busca de una vida mejor, que no es todavía la vida eterna. Lo cuenta este periódico, que lo cuenta todo, lo alegre y lo triste. Cuatro mil habitantes menos por año, cuyos huecos no se cubren. Con cuatro mil cordobeses se puede organizar una revolución anual, se pueden ganar unas elecciones, se puede crear un pueblecito ameno, con macetas en las calles y pantanos para el agua de lluvia.
Con mucha menos gente se han montado hace poco memorables botellones excrementicios, con sus multas. Ese goteo de fugas acabará con la paciencia urbana de Córdoba, que se irá resumiendo hasta quedarse en la mínima flor de la jara. Y que le quiten lo que ha sido. Las calles de Córdoba se están acostumbrando a la deserción, y para no amargarse el camino, ya no conservan siquiera el eco de las pisadas de los que se fueron. Queden ustedes con Dios. Pero este año están las calles más tristes que el año pasado, este gran pueblo suena menos en ellas. Cuando llegue el último día, el espíritu consular de Claudio Marcelo sobrevolará la ciudad que fundó, para oír la canción a las ruinas de Córdoba que le cantará el último cordobés, antes de apagar la luz: «Estos, Claudio, ¡ay dolor!, que ves ahora / campos de soledad, mustio collado, / fueron un tiempo Córdoba famosa». Con música y letra del poeta y canonista sevillano Rodrigo Caro.
También mengua la infancia en Córdoba. Los trámites para que la especie humana se reproduzca no son complicados, y proporcionan a los usuarios muchas satisfacciones. Quien lo probó, lo sabe. Si por unas cosas o por otras no se considera oportuno dedicarles su tiempo, convendría buscar alternativas económicas a la despoblación de esta tierra. La economía tiene el encanto familiar de la poesía.
¿Por qué se fueron esos cuatro mil hombres, mujeres, niños, viejos? Porque no habían conseguido hacer de Córdoba una patria. «Dondequiera que se está bien, allí está la patria», nos recuerda el acomodado Cicerón en las 'Tusculanas'. Y ellos no estaban en Córdoba todo lo bien que querían, podían o merecían estar. No hay que hacerse mala sangre por ello, probablemente no tiene que ver con Córdoba, sino con las circunstancias de los emigrados. No se puede gustar a todo el mundo. Ni los hombres ni los pueblos. Ni siquiera Córdoba, que es casi perfecta. Al mundo le quedan muchos milenios todavía. Y yo que no lo vea, qué pesadez. Si Córdoba se quedara sola –lejana ya no está-, volverá a repoblarse. Quizá con los mismos nostálgicos que la abandonaron, pero se llevaban en el alma lo fundamental
Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras