DESDE SIMBLIA
Tres culturas
Han hecho que Córdoba sea cuatro veces Patrimonio de la Humanidad. Pero la magnificada convivencia distó mucho de ser una realidad
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Se ha repetido que Córdoba es un ejemplo singular de las tres culturas: cristiana, judía y musulmana. Los monumentos que, a través de los siglos, hablan de esas tres culturas han dejado su huella en la ciudad. La Mezquita-Catedral es una simbiosis ... de la cultura musulmana y cristiana. La ciudad palatina de Medina Azahara nos habla del tiempo de dominio musulmán y la huella dejada por los Omeyas.
La torre de la Calahorra o la de la Malmuerta señala la presencia cristiana medieval, así como las llamadas iglesias fernandinas. La judería y la sinagoga, una de las más importantes de España y de las pocas que, junto a las sinagogas toledanas, pueden ser visitadas son un recuerdo del pasado judío. Todo ello nos habla de esas culturas en la ciudad y la huella que han dejado. Cuestión diferente es la idea difundida, hace medio siglo, de que la convivencia, poco menos que idílica, de esas culturas fue un elemento cotidiano. Eso dista mucho de que fuera una realidad. Si hubo algo en ese terreno fue coexistencia y no siempre pacífica.
Por estas fechas del calendario hace seiscientos años, concretamente en 1473, tuvo lugar en la Córdoba que vivía los estertores del reinado de Enrique IV y los graves enfrentamientos que protagonizaban en la ciudad diferentes ramas del linaje de los Fernández de Córdoba, un pogromo contra los judíos —hacía más de doscientos años que en Córdoba apenas quedaban mudéjares— que acabó en una terrible matanza.
Todo comenzó con lo ocurrido en una procesión de Nuestra Señora de la Caridad. La imagen había sido ricamente ataviada y el recorrido adornado con hierbas esparcidas por el suelo. En los balcones y ventanas de las casas lucían alfombras, tapices y reposteros. Al pasar la imagen por la Herrería cayó sobre ella la orina lanzada desde una ventana. Hacerlo era algo cotidiano, acompañando al lanzamiento con el grito de «agua va»; pero en modo alguno, cuando una procesión pasaba por la puerta. Un herrero del barrio de San Lorenzo culpó a los judíos de aquella ignominia y la ira popular se desató contra ellos. En vano resultaron los intentos de alguna autoridad por evitar que se produjera un ataque indiscriminado contra ellos, ataque que incluía a los conversos, a quienes los cristianos viejos miraban con recelo y displicencia. Las muertes y los saqueos duraron cuatro días, hasta que don Alonso de Aguilar, no sin dificultades —en un primer momento tuvo que refugiarse en al Alcázar donde muchos judíos y conversos habían buscado amparo—, pudo controlar la situación. Como suele ocurrir en estos casos hubo quien aprovechó aquella coyuntura para aumentar su patrimonio.
Las tres culturas dejaron su huella en Córdoba y han hecho que, por esa razón, sea cuatro veces Patrimonio de la Humanidad. Pero la magnificada convivencia distó mucho de ser una realidad.
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