DESDE SIMBLIA

Un féretro real en Córdoba

Fernando el Católico falleció el veintitrés de enero de 1516 en la aldea de Madrigalejo y el cortejo fúnebre entró por Belalcázar

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El veintitrés de enero de 1516 en la aldea de Madrigalejo fallecía Fernando el Católico. Entre las muchas cosas que ordenaba en su testamento, disponía que su cuerpo fuera llevado a Granada para ser enterrado junto al de la reina Católica, que ... ya reposaba en la cripta del convento de San Francisco en la Alhambra.

El veinticinco o quizá el veintiséis el cortejo partió de Madrigalejo, considerado por Pedro Mártir de Anglería lugar indecoroso para la dignidad de un rey. Iba al frente del mismo el marqués de Denia, que había sido su mayordomo y a quien acompañaba el alcalde Rodrigo Ronquillo y Briceño —antepasado del corregidor de Córdoba, Ronquillo y Briceño que mandó construir la plaza de la Corredera en los años ochenta del siglo XVII— junto a otros caballeros. Habría de recorrer unas sesenta leguas hasta Granada y de las andas donde iba el féretro tirarían caballos. A su paso por los lugares sería llevado a hombros y se realizarían ceremonias funerarias. El lugar más importante del recorrido era la ciudad de Córdoba, que entonces contaría con unos doce mil vecinos, en torno a cincuenta mil habitantes, que era cifra elevada para la época.

El cortejo fúnebre entró en lo que hoy es nuestra provincia por Belalcázar — posiblemente hicieron noche en su castillo— y de allí pasó a Hinojosa, a Alcaracejos y, por el puerto del Calatraveño, llegó a Espiel y luego hasta al Vacar, lugar entonces de parada y fonda, donde pernoctaron.

El jueves treinta y uno de enero, por la vía de Cerro Muriano, llegaron a Córdoba. En la puerta Osario, donde se había levantado un túmulo cubierto con bayetas negras, aguardaba el cabildo municipal. El obispo, don Martín de Angulo cantó un responso. Estaban presentes el conde Cabra, el marqués de Priego, todos los caballeros de la ciudad y una muchedumbre, según nos dice en su crónica Gonzalo de Salazar y recoge en su magnífico estudio Martín Barba.

El cortejo atravesó la ciudad de norte a sur —el cabildo había ordenado limpiar las calles por donde había de discurrir— hasta quedar colocado en un catafalco que se había alzado en la catedral. Allí permaneció hasta la mañana del dos de febrero en que, tras un solemne funeral, salió por el puente romano con destino a Castro del Río donde aquella tarde el féretro quedó instalado en la parroquial y al día siguiente salió por la llamada Puerta de Martos hacía Alcaudete.

Fue la última vez que Fernando el Católico estuvo en Córdoba, adonde había acudido en diferentes ocasiones. Al partir su cadáver de Córdoba se sumó al fúnebre cortejo el obispo, don Martín Angulo y medio centenar de sobrinos del rey con lo que el número de personas que acompañaron al difunto monarca hasta a Granada se elevó a más de un centenar.

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