La realidad bajo la lupa que vigila al radicalismo
Mientras el nuevo yihadismo evoca a Al Ándalus, la estampa en Córdoba es muy distinta: musulmanes moderados y tres mezquitas. Aún así, las fuerzas de seguridad no quitan el ojo de encima
D. DELGADO / F. J. P.
La amenaza del terrorismo yihadista sobre Occidente ha provocado un incremento de los controles de seguridad internos en varios países señalados. Aunque en el caso de España podría decirse que anda en un segundo círculo de alerta frente a casos como los de Francia, Reino ... Unido o Marruecos, la irrupción del llamado Estado Islámico (EI) en la escena internacional arrastra la vieja aspiración y ensoñación de Al Qaida de recuperar el mapa de Al Andalus, donde, obviamente, Córdoba cobra un peso específico. Para colmo, la regular presencia en medios extranjeros de la polémica suscitada en torno a la propiedad de la Mezquita-Catedral añade un condimento especial.
En los primeros días de este mes, el Ministerio del Interior decidió elevar un grado —dentro del mismo nivel— la alerta antiterrorista debido a la amenaza yihadista. De este modo, aunque España mantiene el Nivel 2 (amenaza en grado alto de atentado), pasa de tener un grado de intensidad baja al grado de intensidad alta. A mayor abundamiento, la desactivación el viernes de una célula yihadista entre Melilla y Nador (Marruecos) con un exmilitar español y su hermano al frente, afianza este tipo de decisiones.
La realidad de este fenómeno en Córdoba parece ser hoy otra muy distinta, aunque no sin las debidas cautelas que hacen que la lupa de la seguridad esté muy pendiente. Para empezar, el porcentaje de población musulmana en la ciudad es ínfimo. No llega ni al medio punto porcentual de los 330.000 cordobeses censados. Podría cifrarse, según los datos del INE, en unas 1.600 personas de las que algo más de un millar son marroquíes. A partir de ahí, se produce una gran dispersión de nacionalidades, salvo en el caso de Pakistán (algo más de 200) y Argelia (en torno a 70). E incluye tanto a África como a Oriente Próximo.
Con esta mínima representación, no existe, a priori, un gran caldo de cultivo para el nacimiento de grupos que puedan articular corrientes extremadamente radicales. Pese a los elevados datos de paro en la ciudad, otro factor que se suele tener muy en cuenta en los ambientes policiales, tampoco hay una afección directa que redunde en bolsas de marginalidad propicias, y que se han hecho patentes en detenciones acaecidas en otras urbes españolas.
Aunque la ubicación de Córdoba como nudo logístico de entrada a Andalucía y tercera ciudad española en servicios de Alta Velocidad pudiera ser un elemento de atracción, su condición de ciudad de interior alejada de los grandes flujos del mar, se convierte también en otro handicap para posibles asentamientos.
Esto no quita que el pasado de la Córdoba del califato omeya, capital occidental entonces, sea un gran faro para muchos turistas musulmanes que recalan aquí encandilados por el legado patrimonial y sentimental de la ciudad. El problema es que no existe una base estadística oficial sobre el número real de personas llegadas de países islámicos. Aunque tampoco están entre los mercados emisores con más visitantes (Europa, EE. UU. y Japón).
El foco institucional sí alcanza otra dimensión. Autoridades de diferentes países de Oriente Próximo o África no han pasado por alto la oportunidad de visitar la Mezquita-Catedral (al año recibe 1,4 millones de visitantes) como gran símbolo de una época de esplendor artístico, científico y político tras la ocupación musulmana durante cinco siglos. Un escaparate privilegiado para la proyección de Córdoba en ámbitos económicos muy potentes en la actualidad y con grandes altavoces mediáticos que no pasan indiferentes.
La configuración, pues, de este puzle, ofrece una imagen más evocadora que otra cosa sobre Córdoba y sin que a pie de calle exista, a priori, motivo alguno por el que preocuparse. Así por lo menos lo exponen las fuentes consultadas por este periódico relacionadas directamente con la seguridad. «No existe estructura de captación y formación yihadista. Existe una realidad de musulmanes que siguen el culto en pequeñas mezquitas que han surgido dentro de una cierta normalidad», abundan estas fuentes.
El pasado mes de julio, el diario «El País» publicaba que Córdoba era la tercera provincia española tras Barcelona y Madrid donde las Fuerzas de seguridad del Estado tenían en marcha más investigaciones contra las redes yihadistas, según una amplia base informática con datos de todo tipo: datos de personas, cuentas, empresas, correos electrónicos, teléfonos, webs... Pesquisas abiertas, durmientes o cerradas.
Las fuentes oficiales consultadas por ABC relativizan esos datos. La suma de esfuerzos de efectivos de la Policía Nacional, la Guardia Civil y otros agentes secretos del Estado estarían en estos momentos trabajando sobre una veintena de seguimientos en la ciudad. Observaciones de movimientos, salidas y entradas, negocios, redes sociales y contactos telefónicos. Poco más. Pendientes de las tres mezquitas que en estos momentos abren sus puertas en Córdoba, y que siguen un culto moderado y alejado de corrientes extremistas.
A la conocida por todos los cordobeses de El Morabito, construida en plena Guerra Civil como regalo a las tropas moras a las órdenes del general Franco, y situada en plenos Jardines de Colón, —con una afluencia no muy significativa— se le suman dos más. Una de ellas abierta hace poco menos de tres años en la zona de El Cordel de Écija y muy frecuentada en la época del Ramadán. La tercera en cuestión abrió hace pocas fechas junto a la Mezquita-Catedral bajo la enseña de la Agencia de Cooperación de Turquía, país que habría comprado el coqueto inmueble que fue propiedad en su día de Kuwait bajo el nombre de la Universidad Islámica Averroes. Con una clara finalidad turística reforzada por la presencia a escasos metros de la que fuera Gran Mezquita en la época de dominación musulmana.
El imán de este recinto desde hace unos 14 años, Abdelbari, asegura a ABC que, precisamente, la mayoría de fieles que se acercan a este centro de oración y cultural son «visitantes que llegan a Córdoba para conocer el templo que comenzó a contruir Abderramán I, aunque también llegan musulmanes que viven aquí». La cifra de asistentes fluctúa, aunque sube «en temporada alta», apunta.
Sobre la existencia de movimientos de carácter extremista, Abdelbari asegura que «aquí no hay nada de eso». Sí alerta del peligro que existe en la divulgación de «noticias tendenciosas» que, en ocasiones, «buscan producir un morbo que cala en quienes no tienen formación». Así, lo único que se consigue es que «esas personas que carecen de un mínimo de cultura identifiquen el Islam con los grupos radicales».
Afortunadamente y pese a la difusión de informaciones que han situado a Córdoba como un objetivo terrorista, «no se ha generado un temor infundado. Nosotros no hemos tenido nunca ningún problema. Al contrario, existe una relación muy buena tanto con los vecinos de la zona como con los turistas», manifiesta este guía espiritual que añade que «ni siquiera la Policía nos ha puesto en sobreaviso ni hemos detectado nada raro».
En cuanto al número de mezquitas que existen en la ciudad, este imán considera que es el adecuado, puesto que «la realidad es que la mayoría de los musulmanes no va a orar a estos recintos. Y en el caso de las fiestas, «no tienen por qué celebrarse en el interior de estos espacios». Es más, en muchos países islámicos «tienen lugar en zonas exteriores, donde se reúnen todos los fieles».
Centros culturales
Eso sí, destaca la importancia de las mezquitas «no sólo como lugares de rezo, sino también como centros culturales». De hecho, «en ésta damos clases de árabe, organizamos proyecciones de películas y proporcionamos información sobre el islam», señala.
Del mismo modo funciona el centro de oración del Sector Sur, que se inauguró a finales de 2011 en un local de cerca de 500 metros cuadrados. Acoge además de la mezquita una zona para el rezo independiente de las mujeres, una biblioteca, oficinas y otras dependencias para distintos actos y diversos cursos. Además, el colectivo que lo gestiona cuenta con un club deportivo para jóvenes y hasta organiza entrega de alimentos en colaboración con la de El Morabito y la oenegé Cruz Roja de Córdoba.
Este templo musulmán ya ha albergado actos religiosos que han llegado a reunir a unos 500 fieles, como en la fiesta de Id el Fitz, con la que la comunidad musulmana cordobesa celebra la ruptura del ayuno y el fin del mes santo y de purificación del Ramadán.
Así lo pone de manifiesto el presidente del colectivo que gestiona el recinto, Mustafa Bani, quien apunta que la zona en la que se ubican «cuenta con mucha población musulmana», de ahí la buena acogida del Centro Cultural Islámico de Córdoba Mezquita Al-Tawhid haya (su nombre real).
Bani tiene claro que «en Córdoba no hay nadie que tenga un pensamiento yihadista» y lamenta que proliferen «esas noticias que surgen de un mal periodismo, que contribuye a que se relacione equivocadamente al Islam con los extremistas. Se ha llegado a un punto en el que hasta la barba larga se vincula con el terrorismo».
El colectivo musulmán de esta zona está al tanto de los controles policiales, «pero los agentes saben perfectamente que aquí no hay movimientos radicales». Bani quiere destacar el esfuerzo que se realiza para encauzar a los jóvenes «desviados», que llevan una vida «alejada de los preceptos del islam». Por eso, «tratamos de enseñarles su religión. Tienen que saber que, para un musulmán, su vecino es sagrado. De esta manera, evitamos que se dañen a sí mismos, al resto de hermanos y a la sociedad en general». ABC se puso en contacto con el imán de El Morabito, que declinó hablar.
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