El secesionismo se aferra al 1-O para mantener una ficción
Aragonès se compromete «a seguir el camino hacia la independencia» y dice ser «heredero» de la intentona de 2017
La conmemoración de la consulta ilegal esconde por un día la división interna en el movimiento secesionista
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Iniciar sesiónLa fecha del 1 de octubre de 2017 forma ya parte del imaginario colectivo independentista. Un 11-S renovado. La celebración de una derrota política. El único punto que une, ahora mismo, a ERC, Junts y la CUP, cada vez más divididos dentro y fuera ... del Parlamento de Cataluña y el Congreso de los Diputados. Ayer, los partidos y las entidades secesionistas, que mantienen el control de la Generalitat, conmemoraron aquel domingo de hace cuatro años con actos institucionales. «Cataluña volverá a votar», llegó a decir Pere Aragonès, presidente autonómico. Y «votar solo hace daño a los demófobos», apuntó Laura Borràs, presidenta parlamentaria. Sus palabras sonaron como las del entrenador del boxeador que anima a su pupilo a seguir en pie mientras agarra la toalla para lanzarla al ‘ring’. Ni 24 horas antes, Aragonès, Borràs y el resto de diputados autonómicos de ERC y Junts impidieron, con sus votos, que la Generalitat convoque otro referéndum antes de 2025.
La consulta ilegal de 2017 pudo serlo todo para el movimiento independentista y, sin embargo, se convirtió en el principio del fin del ‘procés’. El Rey lo dejó claro solo dos días después, en su discurso a la nación del 3 de octubre, recordando que el cumplimiento de la Constitución no se discute. Desde entonces, con altibajos sentimentales, el independentismo no deja de perder fuerza en la calle, desde las manifestaciones de ‘rauxa’ tras las detenciones de Carles Puigdemont (Alemania e Italia), por ejemplo, a las movilizaciones planificadas de la Diada.
El efecto del artículo 155 de la Constitución fue balsámico, como señaló el jueves el expresidente del Gobierno Mariano Rajoy. Y los indultos del Gobierno de Pedro Sánchez a los líderes condenados por el Tribunal Supremo por su participación en el ‘procés’ contribuyen a la desorientación en las filas de los partidos independentistas, que son conscientes de sus limitaciones ante el Estado de derecho.
Cuatro años después de aquel 1-O, el tripartito independentista está más dividido que entonces, solo a la espera de ver cómo evoluciona la llamada mesa de diálogo entre los Ejecutivos nacional y regional. Ni la razón de ser de este foro ni su composición son capaces de transaccionar. Un espacio, cabe recordar, que no tiene regulación alguna ni, por lo tanto, competencias y mucho menos vincula al Gobierno o las instituciones públicas.
«Heredero del referéndum»
Con este panorama, al movimiento ahora mismo no le queda mucho más que, por un lado, ‘crear’ independentistas, sobre todo gracias al presupuesto público (enseñanza, medios de comunicación, Diplocat...), y, por otro, mantener alto el nivel de soflamas, el tamtam permanente, que incluso escuchadas en perspectiva comparándolas con las de hace cuatro años parecen ir dirigidas solo a los muy convencidos. Fue esto lo que se vio ayer.
Aragonès reunió al Govern para una declaración institucional -quería escenografiarla en un espacio de la Diputación de Barcelona, pero esta administración, gobernada por PSC y PDECat, la rechazó-. «Este Govern se declara heredero del referéndum del 1-O y se compromete a continuar el camino hacia la independencia», dijo el presidente autonómico, que también defendió la mesa de diálogo e insistió en la amnistía y la autodeterminación.
Consciente de la discordia entre los independentistas y lo que significa para estos el 1-O, el presidente de la Generalitat reclamó recuperar el espíritu de aquel día: «Cuando trabajamos juntos, cuando conseguimos la comunión de los primeros días de octubre, este país es imparable. (...) Avanzamos cuando coincidimos en un objetivo. Solo avanzamos cuando generamos grandes consensos».
Sin rodeos se expresó Jordi Puigneró, vicepresidente autonómico y número uno de Junts en el Govern, quien subió los decibelios de la ficción, pues el día de ayer acabó por ser un día ‘festivo’ para la Generalitat, aun cuando el calendario lo marca como laborable. Para Puigneró, el 1-O es «el momento fundacional de la república catalana» y «la semilla de la victoria y de nuestra libertad».
Aragonès, Puigneró y el resto de líderes políticos que gestionan las brasas del ‘procés’ siguen lejos de aportar alguna novedad al discurso político cuatro años después. Borràs fue otro ejemplo de ello ayer. Insistió, repitió y reiteró lo de cada día: «no hay marcha atrás» y solo pueden «ir adelante», es decir, hacia la ruptura de España. Lo dijo en un acto de Òmnium Cultural y tras depositar la Medalla de Honor del Parlament, que este año premió a «las víctimas de la represión y los colectivos jurídicos» vinculados al 1-O, en el Museo de Historia de Cataluña.
Mas, Pisarello... y Bassa
Fue en el acto de Òmnium, que presidió Jordi Cuixart («lo volveremos a hacer tantas veces como sea necesario»), donde se pudo ver más variedad política a favor de la causa. A las puertas del colegio Ramón Llull (Barcelona), uno de los centros de votación del 1-O en el que tuvo que intervenir la Policía para cumplir con el mandato judicial, se reunieron por la mañana, entre otros, Aragonès, Puigneró, Borràs, Jordi Sànchez, Oriol Junqueras, Artur Mas (PDECat) y Gerardo Pisarello (comunes), este último, secretario primero del Congreso.
Por la tarde, Puigdemont intervino por vídeo en el evento de la Assemblea Nacional Catalana (ANC), presidida por Elisenda Paluzie («tenemos la fuerza del 1-O y la volveremos a ejercer») en Ille-sur-Têt (Francia). El eurodiputado y fugado de la Justicia española sostuvo: «Podemos vencer a un Estado todopoderoso, que lo movilizó todo, con todos los recursos, y no pudo frenar al pueblo catalán». Sin embargo, pocos mantienen viva la llama de la quimera.
Entre tanta arenga y ficción apenas se oyó algo lúcido. La condenada e indultada Dolors Bassa lo intentó. Dijo al ‘Huffington’: «Con la información que tengo ahora, no volvería a repetir el referéndum».
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