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David Gistau

Qué inútil todo

Fue una sesión de investidura reiterativa, fallida antes de empezar y retórica que ahondó una impresión de fatiga según la cual las liturgias del sistema, se han vuelto demasiado frecuentes, demasiado inútiles. Y por ello no interesan a nadie

David Gistau

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Las únicas diferencias que aliviaban la sensación de «déjà-vu» eran cromáticas. Los colores veraniegos de los atuendos, como el de Sánchez-Camacho, que iba vestida de Calippo. Los bronceados de los recién desalojados de la playa: los pálidos estuvieron trabajando por la patria, cual ... lucecitas de la democracia. Por lo demás, fue una sesión de investidura ya reiterativa, fallida antes de empezar y retórica que ahondó una impresión de fatiga según la cual las liturgias del sistema, las que justificaban su pompa por la excepcionalidad, se han vuelto demasiado frecuentes, demasiado inútiles. Y por ello no interesan a nadie. Todo transcurre en una clausura endogámica de periodistas y políticos cuya única lucidez posible sería tomarse a chufla todo esto y ponerse, qué sé yo, a jugar al pañuelo perdiendo cada eliminado su escaño hasta que le salieran las cuentas a alguien. Ciudadanos, por cierto, jamás aplaudió al hombre al que concedió el sí: paradójica teatralización del asquito que les da en su pudor socialdemócrata y que han debido superar ¡por patriotismo!, pero sin besar en la boca.

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