El Congreso tumba a Sánchez con una derrota histórica

La situación política vuelve ahora al mismo punto creado tras las elecciones generales del 20 de diciembre, pero con una diferencia crucial: el reloj ha echado a correr . La cuenta atrás de dos meses desde la primera votación hasta una nueva convocatoria electoral, si no se consigue elegir un presidente, ha empezado, y el horizonte de una vuelta a las urnas se ve cada vez con más claridad. Si los partidos no llegan a un acuerdo mayoritario , el 2 de mayo se disolverán las Cortes y se convocarán elecciones, que se celebrarían el domingo 26 de junio.

En el debate de ayer por la tarde, que tuvo un formato reducido en contraste con el del miércoles, empezó a las 18.32 horas. El candidato Sánchez dedicó parte de su intervención a atacar a Mariano Rajoy, por su «irresponsabilidad» al declinar el primer ofrecimiento del Rey para que se sometiera a un debate de investidura. En esta ocasión sí habló de corrupción y apuntó directamente a Rajoy: «Este acuerdo de Gobierno quiere limpiar España de corrupción, la de aquella que vemos a diario, pero también la que supone la utilización partidista de la instituciones públicas, como se ha hecho estos cuatro años». Rajoy recibió el golpe, pero se lo devolvió cuando acusó después a Sánchez de poner las instituciones «al servicio de su supervivencia. Y eso también es corrupción». El rifirrafe no quedó ahí, porque después el portavoz del PSOE, Antonio Hernando, señaló a Rajoy y le dijo: «Una sesión de investidura encargada por el jefe del Estado nunca es corrupción».

Sánchez sabía desde el primer minuto que no iba a ganar la votación, y en su discurso, de diez minutos, invitó a todos los partidos a lograr un «acuerdo transversal las próximas semanas». El resultado estaba cantado desde antes de empezar el debate.

En realidad, prácticamente todos miraban al lunes, y mucho más allá, a las elecciones. Sánchez, que no se quitó el gesto de derrota en todo el debate, y eso que ayer repetía su corbata-fetiche roja, solo parecía pensar ya en un diálogo futuro , en una segunda oportunidad por si podía recuperar esa «sonrisa del destino» que le ofreció Iglesias hace semanas. Pero también el líder de Podemos volvió a tender la mano al PSOE para volver a hablar. «Nos podemos poner a trabajar a partir de esta noche para que haya un Gobierno a la valenciana», en referencia al pacto entre ambos partidos que hay en esa Comunidad.

Iglesias se lo tomó con humor ayer . Su tono no tuvo nada que ver con la rabia y el odio que exhibió el miércoles. En este caso se refirió al beso «en los labios» que dio a su compañero Xavier Domènech 48 horas antes en mitad del hemiciclo, ante la mirada de Luis de Guindos, y se atrevió a bautizar ya un hipotético pacto futuro de su partido con el PSOE: «El acuerdo del beso». Su oferta es ceder y volver a intentarlo.

Albert Rivera también optó por atacar a Rajoy, en la misma línea que el candidato al que estaba apoyando. Le acusó de conformismo y de actuar con pereza , y no dio una sola muestra de querer recomponer las relaciones. Incluso le acusó de «poner en jaque el papel institucional del Rey» por no presentarse él a la investidura.

En el debate llamó la atención la intervención del portavoz de Democracia i Llibertat, la antigua CiU, Francesc Homs. «Si no fuera por la agenda catalana hoy habría un Gobierno en España» , aseguró. Pero fue más allá al plantear las cosas como una especie de intercambio de favores: «Como contrapartida a un referéndum, daremos a España un Gobierno», aseguró. Sus votos, ocho, no son en absoluto imprescindibles en este momento, ni para el PP ni para el PSOE, algo que Homs pareció olvidar.

Por el PNV, su portavoz, Aitor Esteban, admitió que sus seis diputados no están cerrados al diálogo. Lo único que ocurre es que ayer no tocaba dar el «sí» a un caballo perdedor. ¿Para qué?Así que emplazó a negociar a partir de la próxima semana.

En cuanto acabó la votación y los diputados se lanzaron a los pasillos, la pregunta que estaba en boca de todos era «¿y ahora, qué?». Sánchez admitió en su discurso que el PSOE no suma mayoría suficiente con Ciudadanos, su aliado en este debate, pero tampoco con el resto de la izquierda. Una confesión que ha servido al Gobierno de Rajoy para insistir en que la manera de salir de este bloqueo político es la «gran coalición» que ha defendido desde el primer día, entre el PP y el PSOE, a la que se podría sumar el partido de Albert Rivera, «aunque no es necesario».

A la vista de los ataques se que han dirigido unos y otros en este debate, el acuerdo parece imposible. Rivera y Sánchez incluso llegaron a pedir la cabeza de Rajoy al frente del PP para la nueva etapa política. La vicepresidenta del Gobierno en funciones, Soraya Sáenz de Santamaría, les respondió ayer. Les exigió respeto a los militantes y electores del PP, pero también les acusó de tener un comportamiento poco democrático, ya que Rajoy ganó las elecciones. «¿Qué tendrían que hacer ellos entonces, si perdieron?», se preguntó. En todo caso, fuentes de Moncloa creen que cuando pase la fase de «descompresión» del debate, las aguas volverán a su cauce y será posible un diálogo entre PP, PSOE y Ciudadanos . En Moncloa saben que el acuerdo es casi imposible, pero no tiran la toalla y creen que «la presión del reloj» les ayudará.